El tira y afloja entre la Comunidad de Madrid y el Ministerio de Sanidad sobre las medidas restrictivas para contener el rebrote de la COVID-19 en la capital tiene un efecto colateral difícil de entender: el cierre de los parques infantiles en todas las áreas afectadas de la CAM pese a que las medidas publicadas en el BOE no lo exigen. Aunque el ministro del ramo, Salvador Illa, llevó esta recomendación al Consejo Interterritorial de Salud, finalmente no se ha incluído en la orden ministerial.
El cierre de parques infantiles, de hecho, ya no se considera parte indispensable del arsenal de medidas para frenar la pandemia: aunque comunidades como la Valenciana o Baleares sí adoptaron esta medida en verano en municipios designados, Cataluña ha rechazado hacerlo, instando a "un uso racional y seguro" por parte de las familias. El consejero madrileño de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, ha defendido sin embargo esta medida más restrictiva de lo que pide Sanidad y que ya está en vigor en las áreas sanitarias confinadas de la capital desde el 21 de septiembre.
Ruiz Escudero había sido interpelada por la diputada de Más Madrid Alodia Pérez, que citaba "la incomprensión" de las familias ante el cierre de parques y el "clamor científico" que avala "el riesgo muy bajo de la transmisión del virus en espacios al aire libre". La paralmentaria citaba la aparente paradoja de que se pueda "ir a un centro comercial" o que los adolescentes puedan "quedar con sus amigos en una casa de apuestas" cuando tienen prohibido "ir a comer pipas a un banco de un parque".
En su réplica, el consejero ha valorado que "en los parques, inevitablemente, se fomentan las relaciones sociales, que pueden facilitar el aumento de contagios", por lo que la intención del Gobierno de la Comunidad de Madrid es la de extender la medida. Como en los días más tristes del confinamiento, las zonas de juego van a estar cerradas al paso, pero, ¿hay realmente una justificación sanitaria para esta medida?
En primer lugar, la reapertura de los parques en Madrid ya vino acompañada de medidas de control: cada zona tiene marcado un aforo máximo para permitir el distanciamiento social entre niños y cuidadores. Este aforo se podría haber restringido, como se ha determinado para la hostelería, sin recurrir al cierre radical. Sin embargo, otras medidas de seguridad, como el lavado de manos o la toma de temperaturas no se controlan tal y cómo se hace en ambientes como el escolar, precisamente porque se trata de zonas de libre acceso y de uso ciudadano discrecional.
Con todo, el Ayuntamiento de Madrid sí asumió responsabilidades en la reapertura de estos parques el pasado junio: notablemente, la de desinfectarlos diariamente. Por otra parte, la prohibición de reuniones de más de seis personas vigente en toda la Comunidad también aplica en estos parques, por lo que las aglomeraciones de riesgo a las que hace referencia el consejero ya estarían contempladas y restringidas sin requerir de medidas más draconianas.
Por último, sí es cierto que en el parque pueden relacionarse niños que no coinciden en las 'burbujas' familiares y escolares, lo que dificultaría el rastreo; Además, pueden estar exentos del uso de mascarilla por su edad. ¿Es esta circunstancia suficiente, en una situación de transmisión comunitaria como la de Madrid en estos momentos, como para justificar el cierre de estos espacios?
Como ilustraba el microbiólogo Ignacio López-Goñi, la ausencia de protección facial en menores de seis años y los gritos que inevitablemente acompañan a los juegos de los más pequeños suponen, como mucho, un riesgo moderado al aire libre, muy inferior al que se daría en interiores y en las mismas circunstancias.
Por otro lado, aunque el Ayuntamiento no ha informado del nivel de cumplimiento de la desinfección de los parques, el mero hecho de que distintos niños toquen los mismos columpios y toboganes supone un bajo nivel de transmisibilidad, según ha publicado recientemente The Lancet. Hay circunstancias, como el intercambio de juguetes que son mordidos o chupados, o los estornudos y toses a corta distancia, que evidentemente suponen un riesgo cierto de contagio. Pero lo son en cualquier circunstancia, y no exclusivos al uso de parques, por lo que igualmente regirían las exigencias de responsabilidad ciudadana.
Hay, finalmente, un factor que no ha pesado lo suficiente a la hora de tomar la decisón: los parques infantiles también son un factor de salud pública para los más jóvenes, un medio para que cubran sus necesidades de ejercicio, relaciones y bienestar psicosocial que ya se vieron comprometidas por uno de los confinamientos más estrictos de Europa. Como recuerdan profesionales como el pediatra Alberto García-Salido y la Dra. Esther Samper, fomentar el ocio al aire libre es precisamente un modo de fomentar el distanciamiento y dificultar el contagio que se produce en ambientes cerrados.