A finales del pasado mes de junio, la Agencia Europea del Medicamento (EMA) emitió una opinión positiva sobre el uso del fármaco remdesivir, de Gilead, contra la Covid-19.
El medicamento, desarrollado inicialmente como tratamiento frente al Ébola, se convertía el 3 de julio así en el único antiviral autorizado específicamente en España y el resto de Europa para la pandemia que ha puesto el mundo patas arriba, a pesar de que la mayoría de ensayos clínicos no habían demostrado beneficio significativo.
Pero meses antes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) había puesto en marcha uno de los ensayos clínicos más ambiciosos, no sólo por su objetivo -se trataba de demostrar frente a placebo la eficacia de cuatro por entonces prometedores teratamientos- sino por la cantidad de países que iban a participar y que daban sentido al nombre de la investigación: Solidarity [solidaridad].
Los ensayos clínicos bien diseñados -y éste lo era- tardan tiempo en dar resultados. Mientras los distintos hospitales participantes -varios españoles con el Hospital Clínico San Carlos en cabeza- recogían y analizaban los resultados de la administración de fármacos que sufrían vaivenes en los medios, pasando de ser ensalzados a denostados en apenas días, otros grupos iban publicando resultados dispares de cada uno de los fármacos incluidos en el Solidarity: la hidroxicloroquina, la combinación de lopinavir-ritonavir, el Interferon-β1a y el ya citado remdesivir.
Este viernes, el repositorio medRxiv subía los resultados del ensayo. En efecto, no se podrán considerar oficiales hasta que estén validados por un revisor externo y se publiquen en una revista, pero dado el nivel del promotor y los centros participantes, es difícil que esto no suceda.
Y sí, Solidarity ha demostrado que no hay un sólo antirretroviral que, comparado con placebo, reduzca la mortalidad, retrase el inicio de ventilación mecánica o disminuya la duración del ingreso.
Y este ningún antirretroviral incluye paradójicamente el único medicamento aprobado para el tratamiento de la Covid-19, ese cuyo abastecimiento no se ha cansado de garantizar Sanidad y el que formó parte del amplísimo cóctel de fármacos con los que se trató Donal Trump recientemente.
¿Quiere decir que se suspenderá de inmediato su administración? La respuesta es no porque, como advierten los propios autores en el estudio, hasta que los resultados no sean revisados externamente "no deben influir en la práctica clínica".
Pero si la revisión va bien y una revista avala el estudio parecería poco sensato seguir administrando el medicamento a los enfermos. Habrá, de momento, que aferrarse a la dexametasona, "el único fármaco útil para la Covid-19 grave", según ha declarado esta misma tarde Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS.
Por su parte, la compañía Gilead ha emitido un comunicado en el que afirma que los datos iniciales del ensayo Solidarity impulsado por la OMS se han hecho públicos antes de su divulgación en una revista revisada porp ares. Estos nuevos datos no parecen concordar con resultados más robustos de remdesivir extraídos de múltiples estudios controlados y aleatorios publicados en revistas revisadas por pares validando el beneficio clínico de Veklury®️ (remdesivir).
"En este sentido, nos preocupa que los datos de este estudio global no se hayan sometido a la necesaria revisión rigurosa que dé pie a una discusión científica constructiva, especialmente dadas las limitaciones en relación con el diseño de este estudio", concluye la farmacéutica.
Habrá que esperar a los anticuerpos monoclonales en investigación -como los que también tomó Trump- o a un nuevo ¡eureka! de algún grupo de investigación, para poder cantar victoria contra el coronavirus, al menos mientras llega la vacuna.