En noviembre no hay ruedas de prensa comparando la situación con una guerra y no salen militares condecorados a dar el parte diario. Los confinamientos domiciliarios se prohíben expresamente incluso a quien los solicita y los transportes públicos siguen abarrotados en las horas punta.
Noviembre es un mes de no hacer mucho ruido, de cerrar perímetros y bares y poco más mientras la situación en buena parte de la Península se acerca mucho a la de primavera: País Vasco ha cuadruplicado sus casos en cuatro semanas mientras Castilla y León tiene sus UCIs por encima del 100%, lo que ha obligado a convertir en camas de críticos cualquier cosa que admita el equipo correspondiente. En Andalucía, solo hoy, se han notificado 95 fallecidos, apenas unas horas después de que Cataluña notificara 109.
Los datos de este martes presentan una tendencia a la baja en la incidencia a 14 días que encaja perfectamente con la bajada en la incidencia a 7 días de la semana pasada. Ahora bien, no es una bajada uniforme: siguen subiendo las dos Castillas, Murcia, Cantabria y País Vasco. Bajan mucho Andalucía, Cataluña y Navarra, que estaban en una situación desesperada.
Las cifras a corto plazo (incidencia a 7 días) presentan una ligera subida, pero habría que saber hasta qué punto influye que el 2 de noviembre fuera festivo en casi todo el país mientras que el 9 solo lo ha sido en Madrid. Sí parece que la situación en Comunidad Valenciana es preocupante. Los propios datos de la capital de España tienden al alza por primera vez en mucho tiempo pero insisto en que con tantos festivos de por medio es difícil sacar conclusiones claras.
Aunque parecemos habernos estabilizado en los 17.000-18.000 casos diarios, el número de ingresos sigue por encima de 2.000, es decir, uno de cada ocho casos detectados requiere hospitalización. Eso se puede deber a que hay un problema de infradetección (la tasa de positividad parece haberse estancado en el 13,5%) o a que el virus está cebándose en poblaciones de riesgo. Probablemente, sea una combinación de ambas cosas.
Sanidad sigue dando porcentajes parciales que no sirven de mucho. Se nos dice que el 16,91% del total de camas están ocupadas por casos con clínica Covid, así como el 31,70% de las camas UCI. No se nos dice la cifra total contando todas las patologías para saber hasta dónde llega la presión hospitalaria. ¿Cuántas comunidades están como Castilla y León sin que se informe de ello? Todo esto mientras el número de ingresados sigue subiendo al 5% semanal -al menos ya no es el 20-25% de hace dos semanas- y el de pacientes críticos crece un 10% con respecto al pasado martes.
Todo esto, inevitablemente, se traduce como hemos visto desde el principio en un número intolerable de fallecidos. En su última actualización, Sanidad añade 411 nuevas defunciones aunque aún quedan muchísimas por fechar en los días más recientes. Desde el 2 de noviembre se han añadido 3.088 al total, aunque unas 1.100 pertenecían a una actualización de datos anteriores al 11 de mayo. La media de fallecidos según el ministerio ya roza los 300 muertos diarios, cifra que las comunidades autónomas superan con creces: más de 2.500 semanales y sin actualizar buena parte de los datos.
Los próximos días serán clave en la evolución de la pandemia en España y las decisiones a tomar: si la incidencia acumulada a 7 días sigue subiendo, probablemente la tendencia será también al alza en la de 14 días la semana que viene… y recordemos que ya estamos en cifras récord, con más de 1 de cada 200 españoles dando positivo en una prueba diagnóstico cada dos semanas.
Si se produce esa subida en la incidencia pese a todas las medidas que han ido imponiendo las distintas comunidades, y si esa subida se empieza a notar también en los ingresos diarios, es muy complicado que las UCI no colapsen. Si las UCI colapsan, hay que parar el país.
No queda otra alternativa. O eso o empezamos ya con las morgues en las pistas de patinaje. El norte del país -País Vasco, Cantabria, Asturias, Navarra, Aragón, La Rioja, Cataluña- está en situación límite, como lo está buena parte de Castilla y León. Incluso en Murcia y Andalucía los números de esta segunda ola son ya peores que los de la primera.
Da la sensación de que todo el mundo mira a Madrid para actuar, como si vivieran en una burbuja. Madrid, de momento, aguanta. Vamos a ver qué pasa con esa tímida subida de la incidencia a corto plazo, pero aguanta. El resto del país está en una situación que no sé si realmente se ve reflejada como tal en los medios de comunicación.
Mantenerse durante demasiado tiempo en una incidencia acumulada de 500 casos por 100.000 habitantes puede tener efectos catastróficos para el sistema sanitario y la sociedad en general. Fiarlo todo a que Pfizer llegue a tiempo con su vacuna es una posibilidad arriesgada: ni hay corroboración objetiva de los datos de la farmacéutica ni por supuesto es sensato adelantar las cifras de distribución de un medicamento que no existe. Más bien parecen maniobras de distracción. No digo que no las necesitemos.