La pandemia de coronavirus nos ha dado pistas muy claras de lo que puede pasar cuando se hacen las cosas mal… pero no nos acaba de dejar muy claro por qué incluso haciendo bien todo los resultados pueden no ser los deseables.
Castilla y León es un buen ejemplo. En la primera ola ya vimos cómo el virus se cebaba especialmente con provincias como Soria o Segovia, entre las más afectadas del país, y cómo los hospitales llegaban a un pico de ocupación de 2.356 pacientes el 3 de abril.
Dos días después se notificaban más de 70 defunciones, el récord hasta la fecha. En Castilla y León no se hizo batalla política de la lucha contra el virus, se actuó con unidad y cuidado, se tuvo un extremo cuidado con la gestión de datos y se ha sido estricto con las medidas a tomar, incluyendo varios confinamientos quirúrgicos durante el verano en algunas de las ciudades más pobladas de la comunidad.
Decir que no ha servido de nada sería inexacto. Probablemente, haya servido para que la situación ahora no esté peor, pero lo que no se ve es imposible de medir. Podemos analizar lo que está ante nuestros ojos.
Pese a haber decretado el cierre perimetral de toda la comunidad hace tres semanas e imponer un toque de queda desde las diez de la noche -de los más tempranos de todo el país- la situación sigue siendo dramática… aunque es justo reconocer que va mejorando poco a poco en determinados parámetros.
Castilla y León no solo es la comunidad autónoma con más casos detectados por habitante en los últimos 14 días (649,87 por delante de Asturias y País Vasco) sino que cinco de sus provincias (Burgos, Zamora, Palencia, Valladolid y León) están entre las nueve que el pasado jueves más incidencia presentaban según el instituto Carlos III.
En el caso de Burgos, aunque la tendencia es a la baja, el informe de la pasada semana hablaba todavía de una incidencia de 1.250 casos por 100.000 habitantes.
Solo recientemente, el ayuntamiento de la capital ha decidido cerrar la hostelería y determinados locales de ocio y recreación. Las medidas deberían ver resultado en breve.
Cerrar la hostelería es una medida económicamente desastrosa, pero que está funcionando de maravilla allí donde se adopta y no hay motivo para pensar que Burgos sea una excepción.
Con todo, la detección de casos no es el mayor problema de la comunidad. Si Castilla y León era la región con mayor incidencia acumulada a catorce días, es la segunda detrás de Asturias en hospitalizados por habitante… y la tercera en el número proporcional de camas UCI ocupadas. Uno de cada 10.000 castellanoleoneses está ahora mismo ingresado en una UCI con clínica Covid.
El último informe del ministerio habla de un 22,83% de camas totales ocupadas por casos vinculados al coronavirus y de un 44,30% de camas UCI con esa patología. Ahí también ocupa uno de los puestos destacados en el panteón de los horrores junto a los demás sospechosos habituales, es decir, Asturias y La Rioja, más la duradera presencia de Aragón, Ceuta y Melilla, todas ellas por encima del 40%.
Ahora bien, esta cifra, de por sí, no quiere decir nada. Está bien saber que el 44,30% de las camas UCI de Castilla y León están ocupadas por casos de Covid siempre que no asumamos que el 55,70% restante está vacío. No lo está, ni mucho menos. Antes de la pandemia, había en la región 321 camas reservadas a cuidados intensivos. Ahora hay 513… y 356 están ocupadas, 229 con clínica Covid.
Esto es, el porcentaje que aparece en el PDF de Sanidad ya es sobre las camas ampliadas. Sin incluir esas ampliaciones estaríamos en un 71% de ocupación Covid y un 111% de ocupación total.
No es un juego de números ni hay trucos de magia: si ahora hay 192 camas UCI más es porque se han ido ocupando otras partes de los hospitales que no pueden ahora cumplir su función habitual: quirófanos, paritorios, salas de reanimación, habitaciones de planta… Un hospital no puede sobrevivir, en el sentido de cumplir su labor habitual, con una ocupación tan disparatada.
En el Río Hortega, de Valladolid, por ejemplo, hay 47 pacientes en estado crítico cuando solo había 33 camas disponibles. Han tenido que ampliar a 53 y afortunadamente parece que el número de ingresos va bajando. No está mucho mejor el Hospital Clínico de la misma localidad, con 71 de las 87 UCIs ocupadas… cuando la disponibilidad original era de 57 camas.
Este parámetro lo vemos repetido en prácticamente todos los hospitales de la comunidad. De los 11 con camas UCI, siete tienen la ocupación por encima del 100% sobre el número original. En tres de los otros cuatro se supera el 86%, siendo la única excepción el Complejo Asistencial de Zamora.
Aunque la situación no llega a los niveles de abril (353 críticos el día 1), se puede hablar de un colapso hospitalario en toda regla. El asunto sería saber en cuántas comunidades autónomas está pasando lo mismo sin que tengamos unos datos tan detallados como en Castilla y León.
Si en octubre se estableció el 35% de ocupación Covid como umbral de la alerta, lo lógico es pensar que todas las comunidades que lo superan (en la actualidad son siete) están en una situación similar.
El peligro de esta situación es que, aunque se estabilice el número de fallecidos por Covid, -afortunadamente, en esta segunda ola nunca se ha pasado de los 41 diarios- se siguen retrasando innecesariamente tratamientos y diagnósticos de otras patologías que pueden provocar un exceso de defunciones en unos meses. Recordemos que el INE ya habla de más de 70.000 muertes de más contando solo hasta principios de noviembre.