Nueve meses han pasado desde los primeros partes informativos de la incidencia del coronavirus en España y aún no nos hemos acostumbrado a leer bien las cifras. No hace tanto que Fernando Simón, a mediados de octubre, mostraba su preocupación porque los fallecidos en la semana anterior habían superado los 100 por día… cuando en realidad iban por más de 250.
Entre retrasos, notificaciones y esfuerzos por fechar cada fallecido, lo cierto es que averiguar el número de muertos en España se ha convertido un jeroglífico de difícil solución. Si el encargado de estandarizar el método y comunicar los resultados se equivoca o no se entera, imaginen el resto.
El pasado viernes 27 de noviembre, por ejemplo, varios medios salieron con el titular de que se había batido el récord de muertes en la segunda ola, con 2.049 defunciones en una semana. ¿De dónde salía la cifra? Simplemente se había hecho una resta entre los 44.668 fallecidos que marcaba el total acumulado ese viernes y los 42.619 que marcaba el viernes anterior.
Aunque no es mal método para estar más o menos enterado del alcance de la pandemia, recurrir a las notificaciones del ministerio de Sanidad no sirve de mucho si queremos estar al tanto de la tendencia más inmediata. El retraso que llevan es gigantesco y quizá así deba ser si se quiere tener cada defunción fechada exactamente en el día que corresponde. A medio-largo plazo, es muy útil para ver qué pasó… aunque muy difuso, insisto, para ver qué está pasando.
De hecho, Sanidad nos da dos cifras distintas cada día o, más bien, nos da una y la otra la calculamos nosotros. La que nos da el Ministerio es la de muertes con fecha ya conocida y nos ofrece el acumulado de los últimos 7 días más un gráfico con los últimos 14. Esto, ya digo, sirve de muy poco. Para poner fecha a una defunción hace falta que cada Comunidad rellene una laboriosa ficha por cada paciente fallecido que incluye desde el inicio de los síntomas hasta su defunción fecha por fecha.
Es un procedimiento clave para poder luego sacar las estadísticas que nos ayuden a entender el proceso de la pandemia: cuántos días de media pasan desde el inicio de síntomas a la hospitalización o, en el peor de los casos, desde el ingreso en UCI hasta la muerte. El problema es que ralentiza mucho el recuento: las comunidades autónomas van rellenando y subiendo estas fichas a RENAVE como pueden, cada una a su ritmo, y los retrasos son inmensos.
Así, por no cambiar de día, el viernes 27 de noviembre Sanidad afirmaba que en los últimos 7 días se habían producido 1.177 muertes. Era una cifra incompleta, por supuesto, como se puede ver en el gráfico superior. Los últimos días apenas había defunciones fechadas por una cuestión de velocidad en la comunicación. Esta es la cifra que suele dar Fernando Simón en las ruedas de prensa y es una cifra que, para variar, no sirve para nada.
Digamos que es un mínimo: sabemos que, como poco, han muerto esas personas y estamos a la espera de que las comunidades autónomas notifiquen el resto. Como van con tanto retraso, nos encontramos la cifra de 2.049 añadidos al acumulado, es decir, que se notifican el doble de las muertes que se consiguen fechar, con lo que se entiende que las 872 restantes pertenecen a semanas anteriores.
Este desfase de información hace que vayamos por detrás de la verdad y que batamos “records” cuando en realidad los muertos diarios están bajando. ¿Cómo lo sabemos? Porque las comunidades, que tardan tanto en rellenar las fichas e informar a Sanidad, publican antes las cifras en sus informes diarios, sin necesidad en la mayoría de los casos, de fecharlos. Por eso en EL ESPAÑOL nos fiamos más de estos números o al menos solemos darlos como un mejor indicativo de lo que está sucediendo.
Hablar ahora del mayor número de muertos en un día o en una semana cuando esos topes ya se alcanzaron hace una quincena o incluso más es un poco ridículo y no debería suceder a estas alturas. De hecho, según las comunidades autónomas, en la semana en cuestión no murieron 1.177 personas ni 2.049, sino 1.801, es decir, 308 menos que la semana anterior y 397 menos que dos semanas antes. Una clara tendencia a la baja que choca con la información oficial en sentido contrario.
Dicho esto, lo que es imposible de calcular es el número de muertos relacionados con la pandemia en sus distintas formas: diagnósticos tardíos, operaciones aplazadas, urgencias atendidas a destiempo… Los datos del INE hablan de 75.883 muertos de más hasta el 22 de noviembre con respecto al promedio del período 2016-2019. Sanidad solo atribuía ese día 43.131 directamente al Covid, aunque es verdad que en estos diez días ha añadido casi 3.000 muertos más.
La sobremortalidad en esta segunda ola alcanza ya los 27.179 fallecidos, tomando como punto de partida el 22 de junio, cuando empezaron a notarse los efectos de los rebrotes de temporeros en Huesca y Lleida. En ese mismo período, Sanidad ha notificado 14.806 defunciones achacables directamente a la Covid-19, es decir, poco más de la mitad. Según el análisis del usuario de Twitter, @buceadorestadi3 , 29 de las 51 provincias españolas han sufrido ya más muertes en este segundo período que en el primero.
La cifra concreta de noviembre también es imposible de calcular puesto que no hay fecha de referencia del 31 de octubre al coincidir con fin de semana. Desde principios de julio, los fines de semana no se actualizan los datos nacionales. Sabemos que del 2 al 30 de noviembre se han notificado 9.254 defunciones, pero no solo es que estas notificaciones no corresponden directamente con la realidad por las cuestiones burocráticas mencionadas, sino que además el día 4 se metieron unas 1.300 muertes de meses anteriores que quedaban por validar.
Dar por buena la cifra de 9.000 o de 9.500 obviando estos dos hechos es ir muy lejos. Más cerca estaremos -aunque no del todo- dando la de las comunidades autónomas. Según sus informes, en noviembre murieron 8.754 personas; con todo, la cifra más alta desde el mes de mayo.