El cuarto jueves de noviembre, millones de estadounidenses se reunieron en espacios cerrados para celebrar la cena de Acción de Gracias, una tradición centenaria que solo podría compararse con la clásica Nochebuena española. Aunque es cierto que el número de viajes se redujo respecto a otros años, el efecto parece haber sido devastador.
Hay que tener en cuenta que Acción de Gracias es un evento socializador único en una sociedad que no tiene nada que ver con la española en lo familiar: la convivencia de varias generaciones en un mismo domicilio se vive en Estados Unidos como una auténtica rareza. Cualquiera que haya visto películas o series al respecto, sabe que a los dieciocho años uno se va a la universidad o encuentra un trabajo, a menudo en otro estado. En ese sentido, el hecho de que se junten varias generaciones en un solo lugar es algo casi exclusivo de estas fechas.
El caso es que aquél 26 de noviembre, la situación de EEUU respecto a la Covid-19 ya era preocupante, pero con una pequeña señal esperanzadora. El miércoles 25 se había llegado al tope de incidencia semanal, con 371,67 casos por 100.000 habitantes, pero ese tope parecía anunciar de una bajada de contagios: el mismo jueves 26, la incidencia bajó a 348,29 y la inercia hizo que el 30 de noviembre se redujera dicha incidencia hasta los 339,21.
Puede que fuera una casualidad estadística o un error de transmisión provocado por la propia festividad, pero esos cinco días de descenso apuntaban grandes cosas… hasta que el asunto se torció drásticamente. Justo una semana después de la celebración familiar, tiempo suficiente para apreciar cambios consolidados en la situación, la incidencia volvía a subir a 379,53 y desde entonces dicho crecimiento ha sido constante y veloz.
Los datos del 8 de diciembre apuntan a una incidencia de 456,47, con una media de 202.158 casos diarios en lo que va de semana, 104.600 hospitalizados (de ellos, 20.483 en camas UCI) y una media de 2.225 muertes al día, con picos por encima de los 2.750.
Lo que era una tímida bajada se ha convertido tras Acción de Gracias en una subida del 27% en la media diaria de casos y del 46,4% en la de fallecidos… aunque hay que tener claro que este último parámetro va siempre con retraso, así que la verdadera incidencia de las fiestas a este respecto no la veremos hasta dentro de 2-3 semanas, cuando muy probablemente se superen regularmente las 3.000 defunciones al día.
Como era de prever después de un festejo que implica movilidad por todos los estados, la incidencia ha subido esta semana de resaca por encima del 10% en 36 de los 51 estados, según datos de Covid Tracking. Es decir, la transmisión está absolutamente descontrolada por todo el país, con las excepciones de Dakota del Norte, Nuevo México y Michigan -donde falta hacía, por cierto.
Si la pandemia se cebó primero con el noreste del país (Nueva York, Nueva Jersey, Connecticut, Pennsylvania, Massachusets) y luego con el sur (Texas, California, Arizona, Florida…), ahora parece que las mayores subidas las vemos en estados del interior como Utah, Nebraska, Indiana, Idaho, Kansas… en todos los casos con subidas superiores al 45%.
Tampoco se mantiene al margen de este repunte, de nuevo, el noreste del país: tienen razón el gobernador del estado de Nueva York y el alcalde de la ciudad al aconsejar prudencia y preparar hospitales. Aunque el estado en sí suba “solo” un 32% en una semana, sus vecinos empiezan a dispararse. Vermont, Maine, New Hampshire y sobre todo Rhode Island… rozan o incluso superan el 50% de incremento intersemanal, lo cual supone un malísimo presagio.
Probablemente, la única buena noticia de esta semana en Estados Unidos sea la estabilización de Illinois, que prácticamente sigue en los números anteriores a Acción de Gracias, tanto en casos como en hospitalizaciones. Justo lo contrario podríamos decir de los diez estados con mayor incidencia, que pueden ver en el gráfico de arriba.
Esa es la media de nuevos casos por día cada 100.000 habitantes. Si hacemos el cálculo a 7 días, nos sale que Rhode Island tiene una incidencia acumulada de 864,50 casos, lo que probablemente suponga una incidencia a 14 días por encima de los 1.500 casos cada 100.000 habitantes.
No parece casualidad que sean los estados menos poblados del centro del país los que estén sufriendo más esta semana: de entrada, las medidas son menos restrictivas, son estados más religiosos y familiares, y reciben más visitas de gente desplazada que vuelve a casa desde sus lugares de trabajo en la costa durante estas fechas.
¿Qué nos dice esto de la perspectiva navideña en España? Que hay que andar con mucho cuidado. Hablábamos al principio del artículo de una subida en torno al 25% de casos en todo el país, pero si vamos estado por estado, vemos muchos en torno al 50% semanal. Subidas de ese tipo serían críticas en España en este momento porque, además, no sabemos cuánto puede durar este repunte en Estados Unidos ni cuánto duraría en nuestro pais.
La segunda ola ha golpeado determinadas comunidades autónomas con más fuerza incluso que la primera, pero en términos generales, nos ha ido mucho mejor que el resto de nuestros vecinos europeos. Es cierto que el hecho de que la relación intergeneracional sea más fluida en España y que sea raro que las familias pasen mucho tiempo sin verse, puede influir a la hora de que las navidades sean menos cruciales a la hora de revertir tendencias. Por otro lado, duran tres semanas, no tres días. Toda prudencia será poca.