Culpar a Fernando Simón de todo no tiene mucho sentido a estas alturas. A veces, habría que ver qué tipo de preguntas le hacen los periodistas. Uno podía pensar al inicio de todo esto que, a la hora de buscar previsiones para el futuro, el epidemiólogo jefe no era mala referencia. Ahora bien, cuando ves que se aventura demasiado pronto en dar cifras o en apuntar tendencias que no tienen mucho pie en la realidad, igual sería mejor dejar de preguntarle.
Del mismo modo, no se le pregunta a un entrenador si va a ganar el domingo o no: simplemente, no lo sabe. Sin embargo, las preguntas a Fernando Simón sobre exactamente cómo se va a desarrollar la pandemia en las próximas fechas siguen llenando las ruedas de prensa. Lo sorprendente es que Simón sigue contestándolas en vez de limitarse a pasar palabra, una opción mucho más sensata.
Si la semana pasada hablábamos de que aún daba por posible -aunque extremadamente improbable- llegar a fin de año con una incidencia acumulada a 14 días de 25 casos cada 100.000 habitantes, e incluso aseguraba que sí podía darse en alguna comunidad aislada -no dijo cuál, afortunadamente, ahora mismo ninguna está por debajo de 100-, este jueves manifestaba su convencimiento de que la incidencia estaría por debajo de 100 para enero.
En principio, no parece un pronóstico demasiado arriesgado, puesto que 100 es cuatro veces el objetivo inicial, 25. Aun así, y sin ser una cifra imposible si la tendencia general siguiera siendo a la baja, tenemos demasiados elementos de juicio que apuntan a que es poco probable. ¿Puede que en algún momento de enero, algún día concreto, sea al principio o al final, puntualmente, se llegue a esa cifra? Puede, pero ya digo que no parece que los tiros vayan por ahí.
De entrada, el mismo jueves que Fernando Simón afirmaba su convencimiento, la incidencia nacional estaba en 188,7. Si tenemos en cuenta que hace un mes estaba por encima de 500, se puede hablar de una bajada de en torno al 70% en un escaso margen de tiempo. Si en los próximos 30 días repitiéramos una bajada similar, ya estaríamos en 56,61 y el objetivo quedaría cumplidísimo.
Desgraciadamente, sabemos que la cosa no funciona así. Fernando Simón también lo sabe, por supuesto. Salvo en casos de confinamiento absoluto, incluso sin rebrotes graves ni terceras olas, lo normal es que las medidas que tenemos ahora mismo implantadas deriven en mesetas, ese mínimo del cual ya no se puede bajar más o la bajada es exasperadamente lenta. Lo vimos en Cataluña, Aragón o Navarra en verano y lo hemos visto en otoño con Madrid, por ejemplo, que incluso haciendo un trabajo formidable sigue tras casi tres meses de descensos en 195,9 casos por 100.000 habitantes.
Por mucho que reduzcas la transmisión, mientras siga habiendo una movilidad relativamente amplia aunque sea dentro de las propias comunidades o municipios, siga habiendo desplazamientos habituales al trabajo, reuniones por limitadas que sean, etc... es muy complicado bajar de 150. No digo imposible, pero sí complicado, y desde luego más complicado cuanto más amplia sea la muestra.
Así, la incidencia a dos semanas puede bajar de 150 en Canarias (de hecho es la única que lleva meses por debajo de esa cifra aunque su tendencia actual sea preocupantemente al alza), pero es complicado que baje en suficientes comunidades a la vez como para que la media nacional rebaje ese listón. Esto sucedería en cualquier circunstancia, pero es que además nos encontramos en la situación actual con tres factores que hacen que el reto a corto-medio plazo sea aún más complicado.
Para empezar, las cifras actuales no son fiables. Venimos de cuatro días festivos y sabemos que en los días festivos se notifican menos casos que en los normales por cuestiones burocrátics de transmisión de la información. En ese sentido, las incidencias están un poco alteradas y solo volverán a reflejar bien la realidad a partir del próximo jueves.
De momento, lo que tenemos son indicios, y esos indicios en determinados sitios no son buenos: la semana pasada vimos que había siete u ocho comunidades autónomas que ya habían entrado en la famosa meseta en su incidencia a 7 días, que es la que más pronto refleja los cambios de tendencia. El problema es que este parámetro también es el más afectado cuando hay un problema de comunicación de datos.
Cuatro días festivos sobre siete influyen más que seis sobre catorce. Incluso con esta circunstancia a tener en cuenta, Baleares y Canarias siguen subiendo respecto a la semana anterior mientras que el dato nacional sube este viernes respecto al miércoles, aunque ahí también puede haber notificaciones atrasadas que estén influyendo.
Por Comunidades, las que más sufren este parón en la bajada de la incidencia a 7 días, que tendremos que verificar la semana que viene, son Aragón, las dos Castillas, Comunidad Valenciana, Galicia, Murcia, Navarra, País Vasco, La Rioja, y, sobre todo, Cataluña y Madrid, con subidas importantes para acabar la semana.
Si miramos la incidencia a 14 días, se empieza a ver también una clarísima desaceleración: por primera vez en más de un mes la media nacional es mayor que la publicada ayer (189,6 por 188,7), lo cual, incluso considerando el mencionado efecto rebote puramente burocrático, es preocupante. Las subidas más importantes en las últimas 24 horas se registran en Castilla La Mancha, Cataluña y Madrid. En Baleares y Canarias, la incidencia es hoy mayor no ya que ayer sino que el pasado viernes.
Por último, como venimos diciendo desde hace tiempo y el propio Fernando Simón ha comentado en más de una ocasión, lo normal sería que hubiera un repunte importante en Navidades. Lo hemos visto en Estados Unidos con Acción de Gracias y es algo que parece darse por hecho. Si las medidas no parecen suficientes para reducir la transmisión al mínimo, imaginen lo que puede pasar cuando las medidas se levanten para días concretos.
No tiene por qué ser necesariamente una tercera ola, pero es extraño que lleguemos al 10 de enero con los datos del 10 de diciembre. Sería un éxito rotundo, vaya, pero aun así sería un éxito insuficiente: nos dejaría, ya digo, casi en el doble de la cifra objetivo de Simón.
Reducir la incidencia en un 100% en las tres semanas restantes de enero parece ciencia ficción: seguirá haciendo frío, seguirá la transmisión e incluso una vacunación temprana solo servirá para poner muros parciales que tardarán un tiempo en dar resultado.
En general, diría que bajar de 100 a lo largo del invierno, es decir, dándonos de plazo hasta el 21 de marzo, ya sería algo fantástico. Y a partir de ahí, intentar llegar al verano por debajo de 25 entre restricciones y medicamentos. Eso sí parece más seguro, aunque también dependerá de que no nos dejemos llevar por el entusiasmo.