Que Canarias siempre ha sido un paraíso es algo indiscutible. Que lo es especialmente en Navidad, cuando el resto del país tirita de frío y nieve, más aún. La huida navideña a las islas es un clásico en muchas familias que pueden permitírselo: Nochevieja en la playa, Año Nuevo en bañador.
Este año, especialmente, Canarias parece el destino ideal para alejarse de toda cuestión relacionada con la pandemia. Allí, no solo el ritmo de vida es más lento y los espacios gigantescos hacen que los problemas se pierdan en el horizonte, sino que la incidencia de la pandemia ha estado durante meses por debajo del umbral de 50 casos semanales cada 100.000 habitantes, lo que no convertía al archipiélago en un lugar “seguro” según la definición de la Unión Europea, pero sí al menos “controlado” según la OMS.
En términos generales, la pandemia ha sido benévola con las Islas Canarias. Según el reciente estudio de seroprevalencia del Instituto Carlos III, se estima que el 4,1% de los residentes en Las Palmas ha contraído el virus a lo largo de estos diez meses mientras Tenerife se queda en el 3,5%.
Son, junto a La Coruña, dos de las tres provincias menos afectadas por el virus, tanto en la primera como en la segunda ola. En total, las cifras oficiales hablan de 368 fallecidos para una población de 2,1 millones.
Es, con mucho, la comunidad autónoma con menos muertes por habitante del país y probablemente una de las menos golpeadas de Europa. El 4 de noviembre, mientras España alcanzaba su tope de incidencia en la segunda ola con 528,75 casos por 100.000 habitantes cada 14 días, Canarias se mantenía en 71,93, tres veces menos que la siguiente comunidad con menos casos: Baleares.
Sin embargo, la tortilla se ha dado la vuelta en el peor momento. Si todo el país lleva como puede el debate entre economía y salud, en el caso de Canarias esta cuestión es decisiva.
Después de una Semana Santa inexistente y un verano flojo, el turismo puede recomponerse gracias a una temporada de Navidad que promete ser provechosa: se estima que más de la mitad de las reservas nacionales de vuelos y hoteles tiene como destino el archipiélago.
Hablamos de una cantidad total muy inferior a la de otros años, por supuesto, pero que puede suponer la diferencia entre que un establecimiento quiebre o no quiebre.
Las autoridades canarias han sido desde el principio muy estrictas al respecto, optando por un “turismo seguro” e imponiendo tests obligatorios y cuarentenas en el caso de provenir de países de alto riesgo. Estos tests, tanto PCR como de antígenos, pueden hacerse incluso en los hoteles en caso de sospecha.
Es decisivo para Canarias que el resto del país coja un avión y llene de nuevo sus alojamientos turísticos. Ahora bien, la situación ha cambiado tanto que el supuesto paraíso libre de Covid cada vez se parece más al infierno de las demás comunidades autónomas.
Tras un ligerísimo repunte a mediados de noviembre, la incidencia volvió el 22 de noviembre a situarse por debajo de los 75 casos por 100.000 habitantes cada 14 días. Para entonces, la media nacional ya había bajado a 374,5 y era de esperar que esta bajada se viera también en Canarias.
Estoy convencido de que cuando Fernando Simón dijo en su famosa rueda de prensa del jueves 3 de diciembre que “alguna comunidad podría bajar de 25 para Navidad” se refería a Canarias… pero, desgraciadamente, para entonces ya empezaba a estar claro que el escenario era muy distinto.
Y es que esos 74 casos del 22 de noviembre eran ya por entonces 84,38. Un aumento de casi un 14% en 11 días que pasaba desapercibido porque los focos seguían en Castilla y León, Asturias, Cantabria, País Vasco y el resto de sospechosos habituales.
Además, mientras estuviera por debajo de 100, ¿para qué preocuparse? Ahora bien, lo que nos ha enseñado esta pandemia y nos lo ha enseñado ya tres veces (vamos, quizá, camino de la cuarta) es que las subidas continuadas se disparan con cierta facilidad y no conviene confiarse por muy baja que sea tu base de entrada.
Mientras los cuatro días festivos provocaban un descenso de la incidencia por cuestiones burocráticas en todo el país, los casos seguían aumentando en Baleares y Canarias. El viernes 11 de diciembre se superó el umbral de transmisión comunitaria descontrolada y se anunció una incidencia de 102,8 casos por 100.000 habitantes. Menos de una semana después, ya superamos los 120.
Canarias necesita hacer algo inmediatamente si quiere mantener su imagen de destino seguro y evitar cancelaciones de vuelos y alojamientos. El asunto es saber el qué sin impedir precisamente que los turistas campen libremente por las islas.
La ligera bajada de la incidencia a 7 días del pasado miércoles puede servir de consuelo y señal de que las cosas vuelven a cambiar, pero la proyección a 14 días sigue siendo al alza. ¿Hasta qué punto? Imposible de saber si mezclamos gente de todas las demás comunidades en un ambiente vacacional.
Aunque Canarias sigue siendo la región española con menos incidencia, algunas de sus islas presentan ya cifras muy preocupantes: según los datos de la dirección general de salud pública, Tenerife acumulaba el pasado 10 de diciembre una incidencia de 98,49 casos por 100.000 habitantes cada 7 días. Tendremos que ver cómo ha progresado la situación esta semana, aunque la subida general no invita al optimismo.
Otras islas, en cambio, parecen manejarse con cierta comodidad y siempre por debajo del umbral de los 50 casos por 100.00 habitantes cada 7 días. Tras Tenerife, la que más problemas está teniendo es Lanzarote (24,95) seguida de Gran Canaria (17,39), La Gomera (13,95) y Fuerteventura (13,69).
En el extremo contrario, El Hierro no registró ningún contagio durante esa semana. La ventaja que puede tener Canarias, y que no es poca cosa dadas las circunstancias, es que las reuniones en recintos cerrados serán escasas. El turismo navideño suele ser familiar y rara vez se juntan distintos hogares para viajar juntos. El buen tiempo y la belleza natural animan a mantenerse en el exterior todo el tiempo posible.
Ahora bien, si el virus viene de fuera, poco se puede hacer. El asunto, como siempre, no es solo el miedo a enfermar en Canarias sino llevar la enfermedad. Proteger y protegerse. Como siempre, habrá que asumir riesgos y confiar. Salvo que la cosa se dispare en los próximos días, caso en el que lo mismo convendría extremar aún más las medidas sin destrozar por completo la principal industria regional. Cuadrar el círculo, vaya.