La semana pasada, el Gobierno de Boris Johnson anunció que no respetará las indicaciones de la ficha técnica de Cominarty, la primera vacuna aprobada frente a la Covid-19 fabricada por Pfizer y BioNTech y administrará la segunda dosis doce semanasa después que la primera, en lugar de las tres semanas que se prevén en el prospecto.
Este lunes, las farmacéuticas se sumaban a la indignación de la comunidad médica de Reino Unido por esta decisión e indicaban que no hay evidencia científica que avale esta decisión.
"La seguridad y la eficacia de la vacuna no se ha evaluado en esquemas de administración de dosis distintas, ya que la mayoría de los participantes en ensayos clínicos recibieron la segunda dosis en el periodo ventana especificado en el diseño de loe estudios [de tres semanas], han señalado las dos biotecnológicas en un comunicado conjunto.
En el mismo, explican que no hay datos que demuestren que la protección obtenida con la primera dosis de la vacuna se sostenga más allá de los 21 días en los que en teoría tendría que recibirse la segunda dosis.
Los laboratorios no son los únicos que han expresado su malestar con la decisión de Reino Unido, que tomó esta decisión con la justificación de inmunizar a un mayor número de personas antes de empezar con la segunda dosis.
Los propios médicos británicos ya dijeron a través de su principal asociación (la entidad equivalente a la Organización Médica Colegial en España) que la decisión de retrasar a la semana 12 la administración de la segunda dosis era "disruptiva" y "preocupante".
Lo hicieron tan sólo un día después de que su Gobierno indicara su intención de administrar la primera dosis a tanta gente como fuera posible antes de empezar con las dosis de recuerdo a las 12 semanas, en lo que enmarcaron en un esfuerzo de proveer a más gente con un mayor grado de protección más rápidamente.
Curiosamente, la primera sugerencia de retrasar la segunda dosis de la vacuna no vino de ningún científico, sino del ex primer ministro británico Tony Blair, que ya el pasado 23 de diciembre sugirió llevar esta idea a la práctica, avalado por el exministro de Salud Tony Salisbury.
Según publicó la BBC en su día, algunos científicos veían la idea con interés, pero todos coincidían en que era arriesgado ponerla en práctica sin ensayos clínicos que avalaran la eficacia de la pauta propuesta.
Sin embargo, a pesar de que el Gobierno rechazó en un primer momento la idea de Blair, una semana después decidió llevarla a la práctica, quizás espoleado por las altísimas tasas de contagio británicas.
Poco después, el director del comité de médicos locales de la Asociación Médica Británica, Richard Vautrey, dijo que era "extremada y evidentemente injusto para decenas de miles de los pacientes de grupos de riesgo intentar ahora reajustar sus citas de vacunación".
Este asunto no supone un problema con la vacuna recién aprobada en Reino Unido, la segunda inmunización frente a la Covid-19 fabricada por la farmacéutica AstraZeneca ya que, en ese caso las dos dosis de vacunación sí se administran con doce semanas de separación, como se ha demostrado en los estudios clínicos.
Es justo lo que no ocurre con la vacuna de Pfizer/BioNTech, sobre la que los fabricantes han dejado claro que sólo se ha evaluado en la pauta de dosificación recomendada, con las dos dosis administradas con 21 días de diferencia.
La BMA ha señalado que cientos de médicos se han quejado no sólo del desajuste que supone para los pacientes vulnerables, sino de que la decisión vaya a crear problemas logísticos para el personal sanitario encargado de vacunar.
"La BMA considera que a los pacientes a los que se prometió la segunda dosis deberían recibirla ahora; han dado su consentimiento y la están esperando", afirma la asociación en un comunicado.
Desde el 8 de diciembre que se administró la primera vacuna de Pfizer en Reino Unido, casi un millón de personas han recibido la primera dosis. Antes del polémico anuncio del Gobierno británico, algunas personas ya han recibido su segunda dosis, como Margaret Keenan, que terminó de vacunarse la semana pasada, aunque no se ha hecho público si el primer hombre británico inmunizado, William Shakespeare, ha hecho lo propio.
La BMA ha explicado que apoyará a cualquier médico que decida mantener sus citas para administrar las dosis de refuerzo y ha urgido al Gobierno a proveer a la sociedad de una "justificación validada científicamente" sobre su decisión.
Para justificar este cambio de actuación, los cuatro Chief Medical Officers (CMO, jefes médicos oficiales, una figura inexistente en España) de Reino Unido han publicado un comunicado que afirma: "La eficacia publicada entre la dosis 1 y la 2 de la vacuna de Pfizer fue del 52,4%. Basándonos en los casos de Covid-19 en personas vacunadas declarados en el estudio en fase 3, se ve que la mayoría se dan nada más recibir la primera dosis, cuando no se espera que la vacuna todavía haya hecho efecto". "Analizando los datos de las personas que enfermaron entre el día 15 y el 21 después de la vacunación, se estima que la eficacia de la vacuna contra los síntomas de la Covid-19 es del 89%, lo que sugiere que la protección a corto plazo de la primera dosis es muy alta desde el día 14 de la inmunización", añade.
Una afirnación pues basada en una extrapolación de datos que las farmacéuticas fabricantes del producto no avalan con los suyo propios. Sin embargo, los CMOs insisten en que la situación epidemiológica de Reino Unido y la experiencia con otras vacunas son aval suficiente para su decisión.
Aunque Reino Unido ha sido el primer país en tomar la decisión de retrasar la segunda dosis de la vacuna de Pfizer, no es el único. Dinamarca ya ha anunciado que espaciará seis semanas en lugar de tres las dos dosis del producto, mientras que Alemania planea administrarlas con 42 días de diferencia.