Se llama Proveil y la ha diseñado y comercializa una empresa española con un rasgo particular, de esos que hacen pensar que irse a Andorra a vivir no es una buena idea: se trata de una derivada de un centro público de investigación, el Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos, que forma parte a su vez del más importante de España: el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Es la hermana mayor de otra mascarilla hecha en España que sacó a la venta en verano la misma empresa, Bioinicia, pero mejorada: según sus creadores,en un espacio de dos horas tras su contacto con el filtro, el coronavirus se desactiva hasta en un 97%.
La clave está en el ingrediente de las nanofibras que componen su filtro, un mineral que no quieren hacer público "por un tema de patentes". "Los chinos nos lo copian todo", comenta a EL ESPAÑOL José María Lagarón, investigador de CSIC y líder del grupo de investigadores que ha desarrollado junto a Bioinicia el filtro de nanofibras PROVEIL.
No se trata de un revestimiento; el mineral, que se fabrica con las mismas condiciones que un medicamento y es sólido, va dentro de la mascarilla, en el interior de las fibras del filtro.
Pero, ¿qué es esta mascarilla con respecto a las siglas con las que el mundo se ha familiariado en este año que llevamos de infausta pandemia? "Tienen un mayor índice de filtración que la mayor parte de las KN95 analizadas y que muchas FFP2 comercializadas", responde Lagarón, equiparándolas a estas últimas.
En la ficha técnica se puede leer lo siguiente: "Según lo solicitado por las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud para este uso específico, el factor de proteccion nominal proporcionado por esta media máscara filtrante es el mismo que el factor de protección nominal FFP2 definido en EN 149:2001+A1:2009.
Por las Proveil no pasa nada superior a 0,6 micras, las particulas se quedan ahí en el filtro y es justo ahí donde actua el viricida, el mineral del que no quieren desvelar el nombre.
El investigador detrás de la mascarilla apunta a que "si alguna partícula vírica" entra en contacto con las capas exteriores o la que está en contacto con la boca "se puede desinfectar con un spray de alcohol".
Más ventajas del producto español: dura más que una FFP2 convencional. En lugar de las ocho horas recomendables para este tipo de mascarillas, éstas se pueden llevar hasta 16 horas, dos jornadas laborales completas.
Eso sí, el precio es 50 céntimos más elevado que la versión anterior del producto de Bioinicia, 2,40 euros por unidad -se pueden adquirir solo en cajas de 25 unidades-. Existe un fallo que arrastran desde la creación de la primera versión de esta mascarilla: imposible prescindir o rebajar los gastos de envío, que ascienden siempre a 5,59 euros con la mensajería MRW.
Preguntado el investigador sobre si recomendaría llevar estas mascarillas de forma permanente, prima la honestidad al negocio: "Yo la recomendaría sobre todo en interiores, en el trabajo, en reuniones... para el exterior funcionan las mascarillas quirúrgicas".
Para quienes aducen que las mascarillas EPI son menos cómodas de usar, Lagarón apunta a otra característica de la Proveil. "El espesor de su filtro es 60 veces más pequeño que el de una convencional, lo que se traduce en que son más finas que las normales y que tienen una mejor respirabilidad", concluye.
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