En el Hospital Quirónsalud Sagrado Corazón, en Sevilla, tuvo lugar el pasado mes de diciembre una cirugía pionera en el alargamiento de huesos. La intervención, realizada por el doctor Javier Downey, de Orthopediátrica, y el equipo de Cirugía Ortopédica Infantil del hospital se llevó a cabo con éxito en una paciente de ocho años.
Sufría un defecto congénito en una de sus piernas, una “incurvación posteromedial, es decir, la pierna torcida que impide su normal crecimiento produciéndole una discrepancia entre ambas piernas que con el crecimiento terminaría creando una diferencia de cinco centímetros”, explica el doctor Downey.
Esta diferencia obligaba a la niña a utilizar un zapato con alza, produciéndole malestar y preocupación, por lo que “intentamos buscarle una solución adaptada a su fase de crecimiento, que nos permitiera conseguir esos cinco centímetros sin tener que posponer la cirugía a que sus huesos permitiera introducir un dispositivo en el canal medular, aproximadamente a los 14 años”, apunta el cirujano.
Las cirugías para el aumento de estatura en niños dirigidas a corregir este tipo de defectos son bastante frecuentes, pero la novedad de la intervención realizada por el equipo de Orthopediátrica es la utilización de un clavo electromagnético que se coloca debajo de la piel, mucho más estético y menos molesto para el paciente frente a los fijadores externos. Ha sido, además, la primera cirugía de este tipo que se realiza en Europa.
Un dispositivo electromagnético que no se ve
En los procedimientos para el alargamiento de huesos los clavos electromagnéticos son ampliamente utilizados en todo el mundo desde hace varios años, según cuenta el doctor Downey, sin embargo, en esta paciente se ha utilizado de manera intradérmica y no intraósea.
El clavo electromagnético se controla a través de “un control remoto externo que emite ondas electromagnéticas. Las recibe el imán que está dentro del clavo, lo que lo hace girar a una velocidad muy alta y eso se transmite a través de unos engranajes a un tornillo de alargamiento, que es el que va alargando el hueso”, explica el cirujano.
Sin embargo, “en un niño no puedes meter un clavo dentro de un hueso hasta que sea mayor de 14 años porque destruyes la placa de crecimiento, entonces tienes que esperar a que termine el crecimiento”, añade el especialista. En estos casos la intervención con fijadores externos es una opción, pero supone más molestias para el niño y cierto estigma social.
La nueva técnica, tal como detalla el especialista, consiste en la introducción de “una guía en el interior de la tibia, se corta el hueso y a través de una pequeña incisión a la altura del tobillo se introduce el dispositivo y se fija al hueso con tornillos”, aclara el doctor Downey. De esta manera, el dispositivo queda adosado al hueso, no dentro de él. Se usa un clavo “como si fuera un fijador externo pero por debajo de la piel, pero con mayor beneficio para el paciente porque no le estoy destruyendo la placa de crecimiento y sin necesidad de llevar ningún dispositivo por fuera”.
A los 7 días desde la intervención se puede iniciar el alargamiento, ya que “cuando ‘cortas’ el hueso, tienes que esperar un tiempo para que se recupere. A partir de ahí vamos alargando el hueso a un ritmo de 1 milímetro al día, hasta que se complete el alargamiento planificado (en este caso eran 50 milímetros) y luego tenemos que esperar el doble de eso hasta que el hueso esté completamente regenerado”, cuenta el cirujano.
Mismos resultados y mayor beneficio para el paciente
Gracias a esta técnica han podido descartar la utilización de un fijador externo, la opción hasta ahora de referencia para el alargamiento de huesos. Este tratamiento “tiene unos clavos que atraviesan la piel, los músculos, provoca infecciones y dejan una cicatriz bastante poco estética, con lo cual no es una opción muy buena para un niño”, explica el especialista.
Además, con el uso de un fijador externo, “el paciente tiene que girar manualmente unas tuercas a un ritmo determinado que nosotros le indicamos” pero, con el clavo electromagnético “tenemos control absoluto y podemos tanto alargar como comprimir si en algún momento dado hay algún problema con los nervios o una contractura muscular”.
El resultado, al final, es el mismo, pero esta opción ofrece mayores beneficios para el paciente, asegura el doctor Downey, quien aprendió por primera vez esta técnica durante una residencia en Estados Unidos. Los niños, además, “prácticamente no lo notan, y lo llevan estupendamente porque no se ve nada por fuera”. Hacen una vida casi normal, aunque actividades como correr o jugar deben hacerse con cuidado para no comprometer el tratamiento.