El modelo de gestión de la pandemia de Covid-19 en Suecia ha acaparado titulares casi desde el principio de la misma, pero pocas veces coincidentes. Las laxas medidas de contención adoptadas por el Gobierno del país nórdico tuvieron defensores y detractores, pero todo parecía indicar que no había sido una buena idea no fomentar el uso de la mascarilla ni el testeo masivo, entre otras cosas que no se hicieron.
Esta percepción no tiene que cambiar, pero sí podría revisitarse a raíz de un estudio publicado en la revista European Journal of Anaesthesiology, en la que se afirma que la mortalidad en las UCI de Suecia por Covid-19 durante la primera oleada fue más baja que en muchos otros países.
Otra interesante conclusión del trabajo es lo que esconde esa mortalidad: en lugar de tener que ver con las enfermedades de base con las que ingresaban los afectados a las unidades de cuidados intensivos, tenía que ver con la gravedad de la infección y la presencia de fallo orgánico.
"Lógicamente, tras la percepción generalizada de que la estrategia pandémica en Suecia fue relajada, los resultados de los pacientes en la UCI se han puesto bajo escrutinio", explican los autores en el artículo, liderados por Michelle Chew, del Linkoping University Hospital.
Los médicos que firman el trabajo analizaron el historial de 1.563 adultos admitidos en las UCI de Suecia entre el 6 de marzo y el 6 de mayo, todos con diagnóstico confirmado en laboratorio de Covid-19. Les vigilaron durante 30 días y en ese periodo falleció el 27% de los ingresados, el 23% de ellos en la UCI.
Se vio que había varios factores asociados a la mortalidad. Por ejemplo, simplemente el hecho de ser varón aumentaba el riesgo de muerte en un 50%, mientras que presentar fallo respiratorio grave en el momento del ingreso, algo que sucedía a las tres cuartas partes de los ingresados, lo triplicaba.
Sin embargo, la presencia de comorbilidades no se asoció independientemente con la mortalidad. Un dato curioso del estudio es que se vio que el grado de hipoxia (oxígeno insuficiente) era más elevado en esta cohorte sueca que en los pacientes de UCI analizados en otros estudios internacionales. En otras palabras, que los enfermos de Covid-19 ingresaban peor a la UCI en Suecia que en otros países.
Respecto a la comparación con otros países, Suecia sale ganando, si es que se puede hablar de ganar en una circunstancia como esta. Sus cifras se encuentran entre las de dos países vecinos, Islandia, donde sólo falleció el 15% de sus ingresados en la UCI y Dinamarca, con un elevado 37% de mortalidad en estas instalaciones hospitalarias.
Pero el resto de países de los que se citan estudios sobre este parámetro tienen peores datos: en uno de EEUU, se alcanzó el 35%; en otro que analizaba datos de UCI de Francia, Bélgica y Suiza, entre el 26% y el 30%; un trabajo de Lombardía cifraba la mortalidad de pacientes en la UCI en un 49% y un metanálisis que incluye un pequeño estudio hecho en una UCI de Vitoria (España) la cifraba en el 42%.
Este nuevo estudio sueco confirma hallazgos previos de que la mortalidad es muchísimo más elevada en las personas mayores de 65 años y todavía más en las mayores de 80, que tenían siete veces más de posibilidades de fallecer que los menores de 50 ingresados en la misma unidad.
A pesar de este dato, los autores quieren dejar claro algo que está muy de actualidad también en nuestro país: "Nuestros datos demuestran que los cuidados intensivos no se pueden restringir basándose sólo en la edad. No todos los pacientes de más de 80 años muerte en la UCI y esa es la razón principal para no excluirlos", concluyen.