Una investigación liderada por el Instituto Catalán de Oncología (ICO), Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL), y la Universidad de California San Francisco (UCSF) ha identificado un mecanismo, "hasta ahora desconocido", de regulación genética en células tumorales que ayudaría a predecir qué pacientes se beneficiarían de la radioterapia y la quimioterapia.
La proteína TGFbeta es un factor de crecimiento con implicación en multitud de procesos celulares esenciales. Entre ellas posee una función central en la relación de las células tumorales con su ambiente y, en concreto, en la inhibición del sistema inmunitario que permite la progresión del tumor.
Sin embargo, el trabajo, liderado por los doctores Mary Helen Barcellos-Hoff (UCSF) y Miquel Angel Pujana (ICO y IDIBELL), con la participación de otros investigadores ICO y IDIBELL (Luis Palomero, Roderic Espín y Álvaro Aytés), describe una nueva propiedad del TGFbeta que es específica de las células tumorales y casi universal a todos los tumores sólidos.
Esta nueva propiedad, identificada gracias a un estudio de 'Big Data' con miles de pacientes, reside en la capacidad del TGFbeta de inhibir un proceso de reparación del ADN que conlleva muchos errores. Así, los tumores que tienen activo TGFbeta pueden reparar más fielmente los daños en el ADN, y por tanto, son más resistentes a las terapias basadas en esta lesión, como la radioterapia o algunas quimioterapias.
De lo contrario, tal y como ha explicado el doctor Pujana, al inhibir TGFbeta los tumores se sensibilizan a estas terapias, como por ejemplo las basadas en la inhibición de PARP, aprobadas por el tratamiento de cáncer de próstata, mama y ovario.
Los análisis de datos de supervivencia y respuesta al tratamiento en miles de pacientes, incluyendo varios tipos de cánceres con muy mal pronóstico, apoyan la relevancia de la relación entre TGFbeta y la reparación del ADN. "En conjunto, el trabajo abre la puerta a seleccionar mejor los tratamientos actuales y, a la vez, a sensibilizar ciertos tumores a la radioterapia y quimioterapia estándar, mejorando la respuesta y supervivencia", ha zanjado el doctor Pujana.
Otra vía: la síntesis de proteínas
El equipo de Metabolismo y Cáncer del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL), liderado por los doctores offrey Pelletier y George Thomas, han descifrado los mecanismos implicados en la actividad antitumoral tras la inhibición de la síntesis de proteínas.
En concreto, los expertos han evidenciado que la inhibición de la formación de nuevos ribosomas no sólo implica una disminución de la síntesis de proteínas, y en consecuencia una bajada en la proliferación de las células tumorales, sino que también promueve la muerte de las células tumorales.
Asimismo, el estudio, publicado en la revista Blood, también ha demostrado que la activación de estas vías de muerte es el mecanismo de acción utilizado por el fármaco quimioterápico Actinomicina D, inicialmente usado como antibiótico, que inhibe la formación de ARN ribosomal y por tanto la formación de nuevas de proteínas.
En ambos casos, la vía de muerte activada por las células tumorales implica uno de los supresores de tumores más importantes, p53. Además, también participa MCL-1, una proteína esencial para la supervivencia tumoral que ha despertado un gran interés como diana terapéutica en los últimos años.
"Un detalle interesante del estudio es que sólo algunos de los componentes que participan en la formación de nuevos ribosomas a su vez están involucrados en la activación de la muerte celular programada en los linfomas dependientes de myc", ha dicho la doctora y primera autora del trabajo Ana Domostegui, tras informar de que la Actinomicina D utiliza esta vía, con los mismos componentes, para promover la muerte celular y así parar la progresión tumoral.