España quiere seguir los pasos de países como Reino Unido, Francia o Italia. La Comisión de Salud Pública debatirá este martes dar un cambio en la estrategia de vacunación para retrasar la administración de la segunda dosis de Pfizer y Moderna en los menores de 79 años. Hasta ahora, la segunda dosis de estas vacunas se administraba con 21 y 28 días de diferencia respectivamente. La intención es aumentar este intervalo hasta las seis u ocho semanas para vacunar a la mayor cantidad de población posible. O lo que es lo mismo: valernos de la efectividad que ofrece la administración de una dosis para vacunar al doble de población.
La medida, que ya había sido reclamada por comunidades autónomas como Madrid, Cataluña o Andalucía, se incluye ahora el borrador de la sexta actualización de la Estrategia de Vacunación contra la Covid. El objetivo no es otro que "acelerar" el control de la pandemia en una situación de disponibilidad limitada de vacunas y "limitar el impacto en la salud de estas personas", tal y como ya se ha hecho en otros países de nuestro entorno.
En nuestro país, hasta 6.289.084 de vacunas podrían usarse para inocular a población con unas dosis que, hasta ahora, estaban reservadas para inmunizar con la pauta completa. Y es que precisamente son más de 6 millones de españoles los que tienen una primera dosis de la vacuna de Moderna (556.611) y Pfizer (5.732.473) y están esperando a una segunda. Si la segunda no se inocula, todas esas dosis se podrán usar para vacunar a gente nueva que estaba en la cola. ¿Pero qué dice la evidencia científica sobre esta nueva estrategia? ¿Tiene algún sentido retrasar la segunda dosis cuando la ficha técnica de las vacunas dice que lo ideal es que se pinche a los 21 y 28 días, y hasta los 42 como muy tarde?
Lo cierto es que ya en el mes de enero, la directora de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, María Jesús Lamas, deslizaba en una entrevista con EL ESPAÑOL esta posibilidad tras ser preguntada por la vacuna de Pfizer. "En general, la recomendación es que se administre cada tres semanas, pero se sabe que se puede retrasar unos días. El debate sobre el intervalo es muy interesante y probablemente se revisen los datos crudos de las personas que recibieron la vacuna más tarde en los ensayos clínicos para ver en ese subgrupo cómo se comportó la vacuna", decía Lamas. "Lo que le puede decir es que no es un debate cerrado".
Sin una evidencia robusta
El propio borrador recoge argumentos a favor y en contra de una medida que, curiosamente, ya desaconsejó la Agencia Europea del Medicamento (EMA) en enero. "Para la mayoría de las vacunas, un intervalo ampliado entre dosis da como resultados niveles más elevados de anticuerpos y, a mayor concentración de estos anticuerpos, mayor duración de la protección", dice el borrador. "Pasados 14 días tras la recepción de la primera dosis y hasta recibir la segunda, la eficacia de las primeras dosis de vacunas de ARNm supera el 92%, por lo que la administración de la segunda en el plazo de un mes proporciona escaso beneficio adicional a corto plazo", señala el documento.
Algunos estudios señalan que la protección que ofrece la primera vacuna puede alargarse hasta las 12 semanas. Asimismo, el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) publicó hace unas semanas un trabajo científico que apuntaba que la eficacia de la primera dosis de las vacunas de Pfizer y Moderna ronda el 80%. "En principio, la inmunidad que ofrece la primera dosis es bastante fuerte. La segunda dosis sirve para reforzar, pero también ayuda a que se produzca una respuesta de memoria más larga", señala Cristian Smerdou, director del Programa de Terapia Génica y Regulación de la Expresión Génica de la Universidad de Navarra.
Smerdou, sin embargo, advierte de que, aunque es posible que la protección sea similar a la que producen dos dosis, se desconoce cuánto tiempo puede durar. "Para saber eso habría que hacer un estudio comparativo, pero es probable que la inmunidad que otorgue sea similar", señala el experto, que también pide "cautela" a la hora de impulsar iniciativas o cambios de estrategia en la vacunación que no cuentan con una evidencia científica robusta.
En principio, lo que dice la teoría es que la segunda dosis de estas vacunas sirve para, primero, aumentar la inmunidad y, segundo, que ese efecto "protector" se prolongue durante más tiempo. De ahí que popularmente se le llame "dosis de refuerzo". Sin embargo, Smerdou apunta que la nueva estrategia debería utilizarse con personas más jóvenes que las que, en principio, plantea el borrador. "Yo sería partidario de utilizar esa medida para personas más jóvenes, que son las que tienen un menor riesgo de sufrir enfermedad grave", dice el experto, que aboga por mantener el periodo establecido en la ficha técnica en las personas mayores de 60 años.
Algunas voces también han alertado de que retrasar la segunda dosis podría dar lugar a que aparecieran resistencias a la vacuna. Es lo que se conoce como "variante de escape". "El virus que infecta a una persona puede evolucionar para escapar de los anticuerpos. Si una persona tiene una inmunidad muy fuerte, el virus no puede evolucionar", advierte el científico de la Universidad de Navarra. "Podría suceder que se favoreciera la aparición de variantes más resistentes a las vacunas, pero habría que estudiarlo". Por el momento, la medida se tratará este martes a la Comisión de Salud Pública, pero su aprobación definitiva deberá contar con el respaldo del Consejo Interterritorial de Salud para implantarse en todas las comunidades.