Las últimas informaciones sobre las vacunas contra la Covid-19 pueden parecer en un principio contradictorias. Por un lado, las tres principales fórmulas -Pfizer, Moderna y AstraZeneca- han demostrado una eficacia con una única dosis muy elevada, más del 90% para las dos primeras vacunas y superior al 85% para la segunda. Esto ha llevado a España a plantearse dilatar el tiempo entre la primera inoculación y la segunda para aumentar la disponibilidad de dosis, la técnica que inauguró Reino Unido y por la que optan ahora Francia e Italia.
Parecería lógico llevarlo más allá: si la primera dosis genera una inmunidad lo bastante fuerte como para esperar con seguridad a la segunda, y si la urgencia de la crisis sanitaria justifica el contradecir las indicaciones del fabricante en cuanto a plazos, ¿por qué no prescindir directamente de la segunda dosis y duplicar la disponibilidad de vacunas? Más aún cuando llegan fármacos monodosis, como el de Janssen, con una eficacia aparentemente menor pero perfectamente aceptable.
Sin embargo, la posibilidad de anular la segunda inoculación no está sobre la mesa; el CEO de Pfizer indicaba que, de hecho, seguramente necesitaremos una tercera dentro de un año. "¿Por qué en las vacunas de ARN mensajero, Pfizer y Moderna, se dan dos dosis y no una? Pues porque en los ensayos en fase I o fase II se observó que tras la primera dosis solo la mitad de los participantes generaba anticuerpos neutralizantes o se producían a niveles muy bajos", explica Pepe Alcamí, de la Unidad de Inmunopatología del SIDA del Centro Nacional de Microbiología.
Alcamí es uno de los participantes en el estudio 'CombiVacs' coordinado por el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y con 600 pacientes de cinco grandes hospitales españoles. El objetivo es comprobar si las personas que recibieron una primera dosis de AstraZeneca antes de que se desaconsejara para su grupo de edad por un riesgo raro de trombos se beneficiarían de una segunda dosis con Pfizer en comparación con los resultados de un único 'pinchazo'. El umbral de éxito de este refuerzo o boost sería la "intensificación significativa de la respuesta inmunitaria humoral"; es decir, un incremento de un 33% de anticuerpos en el plasma sanguíneo.
"Los ensayos clínicos son herramientas de investigación puestas al servicio de la salud pública pero no son exactamente asistencia sanitaria. Pretenden resolver preguntas, a ser posible de forma clara y nítida", explicaba en la presentación de 'CombiVacs' Jesús Antonio Frías Inhiesta, coordinador de la red de investigación clínica del Instituto de Salud Carlos III y Jefe de Servicio de Farmacología Clínica del Hospital Universitario La Paz. "Las preguntas, en este caso, son: si es necesaria una segunda dosis de AstraZeneca; en caso afirmativo, en qué momento; y qué magnitud de inmunización es ganada por este boost o dosis de recuerdo".
Como explicaba a EL ESPAÑOL Cristian Smerdou, director del Programa de Terapia Génica y Regulación de la Expresión Génica de la Universidad de Navarra, la dosis de recuerdo o booster tiene por objetivo intensificar la respuesta inmune y prolongarla en el tiempo. Sin embargo, los enfoques para conseguirlo no son los mismos, y en un estado tan temprano de la vacunación a nivel mundial, se ignora cuál sería el más efectivo. Las pautas actuales de aplicación de los fármacos, como recordaba Alcamí, se basan en los ensayos clínicos. Pero la efectividad real en países como Israel de la primera dosis ha sorprendido incluso a los más optimistas.
Así, el 'recuerdo' de AstraZeneca se realiza con el mismo adenovirus de la primera dosis, pero un estudio publicado en The Lancet validaba el uso de otro adenovirus diferente para lograr una inmunidad más amplia en la segunda, como ya hace la vacuna rusa Sputnik-V. Estudios como 'CombiVacs' ayudarán a determinar la idoneidad de estos boosts menos ortodoxos. "Ante las variantes del coronavirus, la eficacia de algunas vacunas es superior a la de otras. Usar pautas heterólogas, es decir mixtas, puede permitir una mejor cobertura", explica la Dra. Magda Campins, jefa de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Universitario Vall d'Hebron.
Anticuerpos de primer fila
Mientras que el equipo de Alcamí va a valorar la respuesta cualitativa de la primera dosis al coronavirus, el trabajo cuantitativo le corresponde a la Dra. Mayte Pérez Olmeda, responsable del laboratorio de serología del Centro Nacional de Microbiologia. "Vamos a medir los niveles de anticuerpos de los participantes mediante un ensayo comercial basado en quimioluminescencia. Los anticuerpos que puedan estar presentes en la muestra de suero van a reconocer el antígeno y, mediante una reacción enzimática, van a producir luz".
Se trata de los denominados anticuerpos anti-RBD, generados tras la primera administración de la vacuna y los que tienen "la mayor capacidad neutralizante", según Pérez Olmeda. "El ensayo nos va a permitir determinar los anticuerpos a 12 meses, y eso es muy importante. Vamos a poder saber si se produce ese incremento, en qué momento se produce, si se va a mantener de forma constante o si se va a producir en algún momento una disminución".
Aunque los primeros resultados de 'CombiVacs' estarán disponibles en 14 días y la decisión sobre el boost heterólogo se tomará antes de 28 días, el seguimiento durante un año permitirá valorar si los refuerzos y la combinación de dosis son indispensables ante la aparición de nuevas variantes, que seguirán apareciendo como reacción a la creciente inmunización poblacional. La lucha contra la pandemia, en cualquier caso, es una carrera de fondo.
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