En una especie de síndrome de Estocolmo de la pandemia, todos parecemos asumir la necesidad de una vacunación periódica anual para mantener al SARS-CoV-2 a raya. De hecho, la Unión Europea anunció hace dos semanas la adquisición de 1.800 millones de dosis de la vacuna de Pfizer y BioNTech para los años 2022 y 2023, en una asunción de lo que está por venir: una inyección de refuerzo anual, como en la gripe.
Sin embargo, los datos todavía ofrecen muchas incertidumbres al respecto. Después de todo, el número de reinfecciones está siendo mínimo (30 casos documentados y unos 2.000 posibles de entre casi 150 millones de contagios en todo el mundo), incluso en el caso de nuevas variantes como la británica. Además, los casos de personas que se han vuelto a contagiar han sido, por lo general, de naturaleza leve o moderada, aunque hay registrada una muerte por reinfección.
Sí que es cierto que hay mutaciones, como la sudafricana y la brasileña, que parecen evadir la respuesta inmune desencadenada por infecciones previas, y se ha observado que el nivel de anticuerpos decrece meses después de la infección: un estudio determinó una degradación media del 6% en los tres meses posteriores a la infección, porcentaje que se elevaba hasta el 39% en personas mayores de 75 años. No obstante, no se ha demostrado que esto implique volver a contagiarse.
Los expertos no lo ven claro. "El coronavirus no es la gripe, no está mutando de la misma manera", apunta Rafael Ortí, presidente de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene.
"Las mutaciones parecen no estar afectando en gran medida al pronóstico, no llegan a producir la enfermedad porque los anticuerpos las frenan, aunque en algunas variantes parece que sí afectan". Para este especialista, "es previsible que pase como en otros coronavirus: hay cuatro que nos afectan desde hace muchos años, pero provocan ligeros resfriados".
Un ritmo 'dopado' de mutaciones
De hecho, un estudio reciente determinó que la capacidad de mutar de los coronavirus es muy inferior a la de los virus de la gripe: 6 mutaciones al año por cada 100.000 nucleótidos (las moléculas que forman el ADN) frente a 25. En el caso del SARS-CoV-2 es algo mayor, 10 nucleótidos, pero esto se debe a que, en la actualidad, está muy expandido.
Los autores de este trabajo, publicado en la revista científica Virus Evolution, concluyen que es más que probable que, debido a este ritmo 'dopado' de mutación, haya que actualizar las vacunas contra la Covid-19 con cierta frecuencia en los próximos años pero que, tras estabilizarse la pandemia, las futuras vacunas serán efectivas durante mucho más tiempo.
Ortí ve razonable este panorama e indica que solo en los casos en que la inmunidad está alterada puede haber problemas. "Personas de 80 o 90 años a las que les han puesto las dos dosis y van perdiendo inmunidad y gente vulnerable" como los inmunosuprimidos. De hecho, estos últimos (personas que han sido sometidas a trasplantes de órganos o de médula, con cáncer, VIH o en hemodiálisis) están incluidos dentro de los grupos prioritarios de vacunación de la estrategia nacional contra la Covid-19, independientemente de su edad.
El caso de la vacuna española contra la Covid-19
Coincide con sus palabras Joan Carles March, codirector de la Escuela Andaluza de Salud Pública, que admite que la vacunació anual "es una posibilidad aunque no tenemos los elementos para poder decirlo con seguridad. Está bien prever por parte de la Unión Europea y que haya una preparación en ese sentido", considera, "pero lo más importante es que todas las poblaciones estén vacunadas".
Y recuerda: la vacuna española, "que es esterilizante y permite no contagiar a nadie, va a estar disponible en 2022. ¿Por qué se sigue trabajando en ella? Se cree en la posibilidad de que siga siendo necesario vacunarse".
March no se olvida de los condicionantes sociales e indica que, además de los pacientes crónicos, hay grupos en situaciones socio-económicas bajas y de exclusión social, que han demostrado mayor vulnerabilidad frente a la pandemia. "La Covid-19 ha afectado más a poblaciones con más precariedad social y económica, y se trata de gente a la que no le tocará vacunarse hasta octubre como mínimo".
Teniendo en cuenta que las vacunas actuales no son esterilizantes (es decir, no impiden la transmisión del virus, solo la enfermedad grave), es posible que tengamos virus para "un mínimo de dos o tres años", pero hay algo de lo que nos debemos olvidar: "La realidad es que este virus es impredecible, y ante esa impredecibilidad parece difícil decir cuánto va a durar". Ante la duda, mejor prevenir.
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