"Hay algo en el imaginario colectivo común que nos costará quitarnos de encima y que viene a asociar cualquier imagen de diversión con un supuesto confinamiento posterior", reflexionaba Guillermo Ortiz sobre las reacciones en las redes sociales a los festejos callejeros tras el fin del estado de alarma.
El trauma de la 'primera ola' de la Covid-19 en España ha alimentado una obsesión colectiva: la del rebrote causado por las "irresponsabilidades" de unos pocos. Sin embargo, por incómodo que pueda resultar para las políticas de concienciación y salud pública, el relato apunta en otra dirección: los indicadores epidemiológicos mejoran tras la relajación y no al revés.
La remisión de la Covid-19 gracias a la vacunación masiva es algo que ni los más escépticos ponen ya en duda. El clima de opinión, sin embargo, insiste en buscar una lógica de 'crimen y castigo' a una circunstancia que muchos perciben como injusta. Sin duda, la desobediencia y temeridad de los jóvenes al salir de fiesta sin esperar a estar inmunizados deberían tener algún tipo de consecuencia.
Recientemente, una información del periodista Javier Ruiz ha causado polémica entre los sanitarios y los divulgadores al plantear que la Covid "cambiaba de perfil" y ponía a los menores de 30 como "primer grupo de riesgo". Entre las razones que aporta se cuenta "una incidencia acumulada que triplica a la de los mayores de 60", algo que se explicaría por dos motivos: la tasa muy baja de inmunización entre los jóvenes, y su "mayor exposición a los contactos sociales".
El primer dato es innegable, mientras que el segundo cae del lado de las apreciaciones subjetivas. "Los más jóvenes son los protagonistas de prácticas de mayor riesgo como el botellón y terminan reportando más contagios que las franjas de 40 ó 50 años también sin vacunaciones significativas". Esto es una reducción al extremo que parece querer encajar a la fuerza en el guión de la sección de "irresponsables" de algunos programas.
Las imágenes de juergas sin mascarilla ni distanciamiento no son evidentemente tolerables cuando el SARS-CoV-2 todavía circula, pero el problema está en elevar la anécdota a categoría. Ni todos los adolescentes están haciendo botellón, ni un botellón comporta forzosamente más riesgo que una reunión a puerta cerrada, el principal foco de contagio que preocupa a los expertos desde que se acreditó la transmisión por aerosoles.
En cuanto a los nuevos contagios, la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica, dependiente del Instituto de Salud Carlos III y del ministerio de Sanidad, revela en su último informe semanal cifras muy similares entre los grupos menos vacunados. En tres franjas, la que va de 10 a los 19; la de los 20 a 29 años; y la de los 30 y 39, la cifra roza los 4.000 nuevos positivos. Los contagios semanales entre los 40 y 49, sin embargo, ascienden a más de 4.900.
El "truco" para achacar más contagios entre los jóvenes pasa por contabilizar más de una década en su grupo, de los 15 a los 29, como hacía el propio ministerio hasta hace unos meses. En el último informe semanal del mes de abril, por ejemplo, aparece esta contabilidad de "una década más un lustro", con casi 10.000 nuevos casos de los 15 a los 29 a las puertas del fin del estado de alarma. La realidad, como tambien también recogía la información de La Ser, es que los contagios están descendiendo también entre los jóvenes, pero más lentamente.
El dato en el que se aprecia una desaceleración es el de la incidencia acumulada, que ronda los 80 puntos entre adolescentes y veinteañeros cuando baja al 66 a partir de los treinta y no deja de caer en adelante. Pero a mediados de abril, la IA entre los jóvenes era de 165. Igual que el resto de la población, se están beneficiando indirectamente de la interrupción en la transmisión comunitaria proporcionada por la vacunación completa de otros grupos, como explicaba el pediatra y divulgador Alberto García-Salido en Twitter.
Que aumente el porcentaje de los jóvenes entre los hospitalizados, por otra parte, no implica que haya más ingresados: en realidad hay menos pacientes de todas las edades. Lo que ocurre es que la población hospitalaria de más edad que suponía la mayor ocupación desde el comienzo de la pandemia desciende más deprisa gracias a la inmunización en masa, y eso se traduce en un aumento de la proporción juvenil aunque las cifras decaigan. Así lo ilustraba en redes Josep Masanas al compartir la gráfica porcentual comparada con la absoluta en los hospitales de Cataluña.
Finalmente, la denominación de 'población de riesgo' es equívoca: los jóvenes siguen teniendo menos probabilidades de pasar una Covid grave y terminar en la UCI, y los ingresos en Cuidados Intensivos suelen implicar estancias más largas. A medida que se reduzcan los ingresos de casos moderados gracias al avance la inmunización, el porcentaje de casos UCI irá ganando proporción en la clínica Covid sin que haya cambiado por ello la tendencia de la pandemia, como comentaba con ironía el divulgador Miguel Ángel Reinoso.