El asunto a lo largo de toda la pandemia es cómo y cuándo adelantarse al siguiente repunte. Que no es fácil lo demuestra el hecho de que no lo hayamos conseguido ni una sola vez. Ni es sano andar alarmando continuamente con posibles catástrofes ni parece sensato caer en una complacencia que causa muertos: 3.000 desde el primer día de julio, según las consejerías de las comunidades autónomas. Los datos presentes son muy buenos, con bajada cada vez más consistente en todos los parámetros, el asunto es mirar al horizonte y ver qué cuestiones nos pueden preocupar a la vuelta de un verano en el que hemos dejado la mayoría de las precauciones a un lado.
De entrada, vamos con los números y el que más nos importa de todos es ese 66,3% de población totalmente vacunada. Más de 31 millones de españoles han recibido ya la doble dosis y otros cuatro millones largos tienen al menos una dosis administrada. Eso son casi 36 millones de personas con algo de protección contra el virus. ¿Hasta qué punto es esto importante? Sabemos que es posible contagiarse incluso vacunado, que en un porcentaje pequeño se desarrolla la enfermedad, que esta puede ser grave y que, en algunos casos, mínimos, nos conduce a la muerte. Ahora bien, comparemos cifras para hacernos una idea de lo que estamos hablando.
Desde el 1 de julio, el Ministerio de Sanidad ha notificado 973.047 nuevos casos. Por ponerlo en perspectiva, suponen el 20% del total de casos detectados desde el inicio de la pandemia. En menos de dos meses. Atendiendo al 1,9% de letalidad por caso que hemos mantenido durante los meses sin vacunas, eso habría supuesto 18.487 fallecidos. De hecho, teniendo en cuenta que el virus se habría propagado aún más rápido y habría más contagiados, no es descabellado pensar que, en estas mismas circunstancias, el virus habría dejado entre 20.000 y 25.000 muertos. Como hemos dicho antes, no llegan, de momento a 3.000 y es raro que para mediados de septiembre hayamos superado los 4.500, aunque por ahí estará.
En resumen, las vacunas han evitado seis de cada siete posibles defunciones. No es poca cosa. También han impedido el colapso UCI en todo el país salvo en Cataluña y determinadas zonas muy concretas de Baleares o Cantabria. Por eso es tan importante saber con toda la precisión posible hasta cuándo nos protegen o, al menos, hasta cuándo protegen a los más débiles. Sabemos que, aunque las mayores incidencias -descomunales, en ocasiones- se han dado entre los más jóvenes, más del 85% de las defunciones se siguen dando entre los mayores de 70 años.
Si vuelve a haber un repunte que alcance a esos grupos de edad -más otros pacientes de riesgo como inmunodeprimidos, trasplantados, etc.-, tan solo una pequeña bajada de la efectividad de las defensas conseguidas por la vacuna puede implicar miles de fallecidos. El asunto es intentar que no nos pille de sorpresa y nos enteremos de nuevo sobre la marcha, cuando, de repente, los casos de residencias u hospitales que no requerían de especial atención se conviertan en neumonías de mal pronóstico. Es decir, adelantarse. Y aquí volvemos al punto uno: no es fácil.
Parece que la medida más aceptada entre los países occidentales es la dosis de recuerdo o "tercera dosis". Israel lo vio claro ya a finales de junio y Gran Bretaña se dispone a seguir el mismo camino. En realidad, Israel está abriendo el camino en todo y el resto nos limitamos a copiarles con mayor o menor sentido. En cuanto comprobaron que la variante delta se colaba entre los grupos de riesgo y que el porcentaje de efectividad incluso en casos graves bajaba unas décimas, Israel organizó un nuevo plan de vacunación para mayores de 65 años. Poco a poco ha ido bajando la edad del grupo objetivo y ahora mismo está en 40 años.
Es exactamente la propuesta de algunas comunidades y lo que está discutiendo estos días la Agencia Europea del Medicamento. La cuestión, como siempre, es medir riesgos y beneficios. Asegurarse de que esa tercera dosis realmente refuerza la protección ante las nuevas variantes del coronavirus y, a la vez, que no provoca efectos secundarios indeseados. En principio, el anuncio de las conclusiones de la EMA debería producirse a lo largo de esta semana. A partir de ahí, habría que empezar a plantearse a quién y cuándo, porque aún queda población sin vacunar y el número de dosis no es ilimitado.
Todo esto, en cualquier caso, es en previsión de un nuevo rebrote. En aquellos países que han optado por la estrategia "covid cero" y el control inmediato de cada nuevo estallido por pequeño que sea, el porcentaje de vacunación es mínimo. Esto de las terceras dosis se limita a los países que hemos elegido la "convivencia" con el virus y, por lo tanto, necesitamos protegernos de él más allá de las medidas habituales de distanciamiento social, rastreo y aislamiento de contagiados.
¿Es posible que haya un rebrote en un país con un 66% de vacunados y subiendo? ¿Es posible que lo haya en el cambio de estación, cuando estemos ya casi en el 75% o incluso por encima? Ahí entra la parte que no sabemos. Sorprende lo fácil que ha sido ver un repunte tan virulento en España con un 40% en julio. O la subida constante de casos en Reino Unido con el 61,41% actual. Dependeremos de la aparición de nuevas variantes, la capacidad de reinfección y la efectividad que vayan perdiendo -o no- las vacunas. De ahí, la necesidad de ir un paso por delante e intentar prever todo lo previsible.
En Reino Unido nos quedamos porque en el último año ha sido nuestra referencia. Todo lo que les ha pasado a ellos, nos ha pasado a nosotros un par de semanas más tarde. En este momento, el país de Boris Johnson, tras una sorprendente bajada que coincidió con la liberalización total de las medidas de restricción el 19 de julio, lleva casi tres semanas subiendo en detección de contagios, con una incidencia que resulta sorprendente: 635,9 casos por 100.000 habitantes en las últimas dos semanas, casi exactamente el doble que España.
Si hemos citado los motivos para el optimismo -alta vacunación, descenso en incidencia, baja mortalidad por caso- también es prudente citar algún motivo para la precaución: desde marzo de 2020, cada cambio de estación ha venido acompañado de un cambio de tendencia al alza salvo en verano de 2020, cuando salíamos de un confinamiento de varias semanas. Eran otros tiempos y habrá que ver cómo se comporta el virus en esta ocasión. A eso hay que añadirle la subida de Reino Unido y la similitud en los ritmos. Ahora bien, ninguna de estas dos cosas tiene por qué ser causal sino puramente casual. En cualquier caso, convendría tener algo preparado para el otoño, la vuelta a los colegios y los trabajos. Si el virus te pilla por sorpresa, ya sabemos lo que pasa. Salvar este escollo sería un paso importantísimo hacia la normalidad.