La pandemia coló en nuestra vida cotidiana una serie de medidas que han sido auténticos cortafuegos en cada ola de contagios. Las mascarillas, el gel desinfectante y la distancia física se convirtieron en auténticos escudos ante un virus desconocido y letal. Pero la desescalada trajo consigo imágenes de terrazas de bares llenas de gente y las autoridades comenzaron a incluir otras medidas para evitar contagios: grupos reducidos, nada de servir en barra, los archiconocidos códigos QR en sustitución de los tradicionales menús y ni qué decir de los servilleteros, artilugios casi prehistóricos que ya solo quedan en la memoria precovid.
En un principio, el desconocimiento sobre cuestiones como la forma de propagación llevaron a los más precavidos a adoptar hábitos como limpiar todos los productos después de hacer la compra, dejar los zapatos en la entrada de casa o, incluso, llevar guantes. Y no es de extrañar, porque las primeras investigaciones apuntaban no sólo al contagio por el aire, sino también por tocar superficies contaminadas, o también conocido como contagio por fómites.
Es el caso de un estudio publicado en The New England Medicine, que aseguraba que el coronavirus podía permanecer durante tres días en distintas superficies. Otro estudio publicado en la revista Journal of Hospital Infection por virólogos alemanes estimaba, incluso, que el número de horas que podría permanecer activo era aún mayor, pudiendo llegar hasta los nueve días en algunos casos.
No obstante, más tarde, la evidencia demostró que aunque es cierto que el coronavirus puede aguantar varios días en superficies, no está demostrado que los contagios se deban al contacto con ellas. Así lo corroboraba la propia Organización Mundial de la Salud en un informe, que aseguraba no encontrar pruebas concluyentes de que el coronavirus pudiera contagiarse a través de superficies como el pomo de una puerta o un teclado. Como apuntaba el documento, "la enfermedad Covid-19 se transmite principalmente a través de un contacto físico cercano y por residuos respiratorios".
Más recientemente, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos han repasado las evidencias relativas al contagio por superficies contaminadas y han concluido que el riesgo de contagio por esa vía es de menos de una posibilidad por cada 10.000 veces que se toquen superficies con partículas de coronavirus. Según apuntaban en su análisis, "debido a los muchos factores que afectan a la eficiencia de la transmisión ambiental, el riesgo relativo de transmisión por fómites del SARS-CoV-2 se considera bajo en comparación con el contacto directo, la transmisión por gotitas o la transmisión aérea". Es decir, la evidencia vuelve a demostrar que la forma más común de contagio es por contacto estrecho con alguien infectado o por el aire.
Sin embargo, hoy en día, sigue poniéndose el foco sobre la desinfección de superficies y medidas relacionadas con ellas y, en su lugar, se descuidan otras como la ventilación. En algunos locales de hostelería, de hecho, se colocan mamparas entre las mesas que, como recoge The New York Times, pueden impedir una correcta ventilación de la estancia. Como apuntan, en condiciones normales, las partículas del aliento exhalado se dispersan, arrastradas por las corrientes de aire y, dependiendo del sistema de ventilación, son sustituidas por aire fresco aproximadamente cada 15 o 30 minutos. Pero erigir barreras de plástico puede cambiar el flujo de aire en una habitación, interrumpir la ventilación normal y crear zonas muertas, donde las partículas virales de aerosol pueden acumularse y concentrarse mucho.
Una cuestión que científicos de EEUU y Reino Unido ya están estudiando. De hecho, investigadores británicos han realizado trabajos de modelización que simulan qué ocurre cuando se habla y se tose cerca de una barrera. Los resultados revelaron que la mampara de plástico es más eficaz cuando se tose, porque las partículas -con un mayor impulso- golpean la barrera, pero cuando una persona habla la pantalla no atrapa las partículas exhaladas. Se quedan flotando, lo que supone un riesgo para las personas que se encuentren en el local e inhalen el aire contaminado.
En este sentido, el doctor Kevin P. Fennelly, especialista en infecciones respiratorias de los Institutos Nacionales de Salud de EEUU, aseguraba al periódico NYT ya a finales del año pasado que, en su opinión, "se está desperdiciando mucho tiempo, energía y dinero en la desinfección de superficies y, lo que es más importante, en desviar la atención y los recursos para evitar la transmisión aérea". Y no es el único, porque como criticaba la investigadora Zeynep Tufekci en un artículo en The Atlantic, se toman medidas de cara a la galería o de teatro pandémico, pero que en realidad son acciones sin sentido y, en algunos casos, negativas, como la decisión de cerrar los parques.
Aunque no hay que irse a sentencias de científicos estadounidenses para llegar a la misma conclusión. El investigador español José Luis Jiménez ha formado parte del equipo de expertos internacionales que el pasado jueves publicó en Science la investigación en la que se vinculaban los aerosoles y la Covid-19. En una entrevista en El Correo, el científico aseguraba que "con el tiempo, ha quedado demostrado que los aerosoles son la forma de transmisión más importante, y probablemente la única importante" e insiste en que las partículas de coronavirus en el aire son "como humo", por lo que "se debe pasar el menor tiempo posible en interiores y ventilar".
Sin embargo, a pesar de las evidencias sobre la necesidad de ventilación, aún son muchos los establecimientos que mantienen sus ventanas cerradas o que no incluyen ningún tipo de ventilación en interiores. Pero, sin embargo, toman medidas en sus establecimientos como poner mamparas de plástico entre las mesas u ofrecer cubiertos en bolsas de plástico. Como recogía El País en otro artículo, el experto Elvis García, del departamento de salud pública de la Universidad de Harvard, afirmaba que -en general- existe un teatro de la higiene desarrollado durante la pandemia que es más sencillo de entender que "lo de las partículas y las mascarillas".