El pasado lunes 19 de julio, Reino Unido declaró su 'freedom day', el día de la libertad, en que casi todas las restricciones impuestas para poner freno a la expansión de la Covid se esfumaron. El 80,6% de los mayores de 12 tenía al menos una dosis de la vacuna –el 62,5% tenía la pauta completa– y, aunque se notificaron 40.000 positivos e ingresaron 864 personas infectadas en los hospitales, solo se registraron 19 muertes (en realidad murieron 83 personas ese día, pero se notificaron posteriormente).
Este martes se han cumplido tres meses de ese optimista amanecer. El 78,9% de la población objetivo tiene ya dos dosis de la vacuna en el cuerpo (el 86% tiene una), y el número de contagios diarios se mantiene por encima de los 40.000. Los ingresos también se han elevado ligeramente, hasta los 921. Sin embargo, las muertes se han disparado: 223 reportadas ese día, el mayor pico desde marzo.
A la vista de los datos, la NHS Confederation, que reúne a los diferentes organismos del sistema público de salud británico, ha reclamado al Gobierno de Boris Johnson un 'plan B', consistente en implantar el pasaporte Covid en determinados sitios, el uso obligatorio de mascarilla y aconsejar el teletrabajo en la medida de lo posible.
Lo que temen los responsables del NHS es un nuevo colapso del sistema de salud. Si el 19 de julio había un total de 4.600 ingresados por Covid, esa cifra creció hasta los 8.400 a mediados de septiembre, volvió a bajar en las siguientes semanas y el 1 de octubre comenzó un nuevo repunte, hasta hoy. La perspectiva para la temporada de invierno no es nada halagüeña.
Ese plan B busca ser una alternativa al plan A que tiene Londres para la llegada del frío, basado en mantener la recomendación de uso de mascarillas en lugares con mucha gente y promover la ventilación en interiores. El plan confía todo en promover la dosis de recuerdo de la vacuna contra la Covid-19 en mayores de 50 años, profesionales sanitarios y población vulnerable, así como administrar una dosis de la vacuna a los adolescentes entre 12 y 15 años, y la vacuna de la gripe.
Cifras invariablemente malas
El Gobierno no quiere ni oír hablar de ese plan B (el NHS pide hasta un plan 'B plus', en el que se prevé la entrada de voluntarios para trabajar en los servicios de salud) a pesar de que las cifras en los últimos tres meses son invariablemente malas: el número de contagios diarios dobla el del siguiente país europeo con más casos, Alemania. Vale que los picos de mortalidad están muy lejos de los de las dos primeras olas, pero también lo están de aquellos días de mayo y junio en los que, por ejemplo, no se podía entrar en los pubs.
Para añadir más leña al fuego, un informe de la Comisión del Salud y Cuidados Sociales del Parlamento británico, compuesta por miembros de los partidos conservador, laborista y nacionalista escocés, ha calificado la estrategia contra la Covid del Gobierno de Boris Johnson durante la primera ola, basada en alcanzar la inmunidad de grupo, como "uno de los fallos de salud pública más importantes que el Reino Unido ha experimentado jamás".
El documento, publicado el 12 de octubre, acusa tanto al Gobierno como a sus asesores científicos de sobreestimar algunos modelos matemáticos y no hacer caso de otros, ni tener en cuenta lo que estaban haciendo otros países, así como de subestimar la voluntad de la gente de cumplir con las restricciones.
Reino Unido fue uno de los últimos países europeos en decretar un confinamiento duro, el 23 de marzo. La renuencia actual del Gobierno a hacer caso a los datos de la pandemia e introducir cierta flexibilidad en esa libertad puede hacer que la historia se repita, como dijo Marx, primero como una tragedia y después como una farsa.
El momento dulce de España
En comparación con las turbulencias más allá del Canal de la Mancha, en España se está viviendo un momento dulce, con dos semanas en riesgo bajo a pesar de pequeños repuntes de la incidencia acumulada. El último, este miércoles, cuando ha crecido algo más de un punto, hasta los 43,15 casos por 100.000 habitantes.
Esto se ha traducido en la cifra más baja de Europa de contagios diarios en relación a su población (solo superada por Kosovo y microestados como Andorra). Desde finales de septiembre, las comunidades han comenzado a levantar restricciones de horario y aforo. Ya antes, en junio, la mascarilla había dejado de ser obligatoria en exteriores, aunque la obligación de llevarla permanece en interiores y espacios cerrados.
Los especialistas en Salud Pública temían una nueva oleada de la pandemia que comenzara a finales de septiembre o principios de octubre, con motivo de la vuelta al colegio y el regreso a las oficinas en muchas empresas. Incluso el puente del 12 de octubre parece no haber tenido demasiado efecto en los contagios.
Buena parte de esta tranquilidad se debe a la tasa de vacunación conseguida. En la actualidad, el 88,1% de la población diana tiene la pauta completa inoculada (el 90% tiene una dosis), casi un 10% más que los británicos. Aunque ya nadie habla de conseguir la inmunidad de grupo, se trata de una de las tasas de vacunación más alta de Europa, y la más alta entre los países ampliamente poblados.
No obstante, el ejemplo del Reino Unido da una idea de que no se puede cantar victoria tan pronto y confiar ciegamente en que el plan A, la vacunación masiva, sea la vía para salir de la pandemia. Aunque siguen vigentes los tramos de riesgo y las restricciones asociadas a los mismos (que, en última instancia dependen de las comunidades autónomas), España no tiene un plan B definido en caso de que la vacunación no sea suficiente.
Los expertos ya lo avisan: sin inmunidad de grupo en el horizonte, las ventajas de la vacuna solo sirven para aquellos que han sido inoculados. Es decir, y dejando aparte a los 5 millones de niños y niñas menores de 12 años para los que todavía no tienen aprobado ningún antígeno, quedan 5 millones de personas que no han recibido ninguna dosis o no han completado su vacunación.
Desde finales de agosto, la tasa de vacunación ha ido creciendo muy lentamente, y si entre julio y agosto se inocularon unos 15 millones de personas, en los últimos 50 días lo han hecho menos de 4. Una de cada cuatro personas de entre 20 y 40 años sigue sin tener la pauta completa, y hay un 5% de mayores de esa edad a los que no se ha podido alcanzar.
Especialistas en salud pública se mostraban confiados de poder decir adiós a las mascarillas en interiores antes de final de año, pero ligaban esa circunstancia a la bajada de la incidencia a menos de 25, es decir, a entrar en la nueva normalidad.
El estancamiento de la incidencia que estamos viviendo en la última semana es un primer aviso. La experiencia del año pasado, aún sin vacunas, nos permite vislumbrar un reto con la llegada del frío y los puentes prenavideños. Ningún gobierno, ni central ni autonómico, parece dispuesto en estos momentos a reintroducir restricciones, a ese plan B que han pedido los sanitarios en Reino Unido. Su posición es un recuerdo de que la Covid no ha desaparecido y de que siempre aprovecha las circunstancias que gobernantes confiados le brindan.
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