José Luis Górriz es jefe del servicio de Nefrología del Hospital Clínico Universitario de Valencia. Doctor en Medicina por la Universidad de Valencia en 1994, es profesor asociado de Medicina y Ciencias de la Salud del mismo centro. Ha participado en más de 40 ensayos clínicos y es autor de más de 120 artículos en revistas científicas. Fue secretario de la Sociedad Española de Nefrología y actualmente preside la Sociedad Valenciana de la misma especialidad.
José Luis Górriz trata de hablar al mismo ritmo que su cabeza piensa, pero eso es imposible: su boca suelta un dato tras otro sobre un órgano humilde pero que a él le apasiona, y de la misma forma busca apasionar a quien le escucha. Uno se pregunta cómo dará clases, cómo interpelará a los futuros médicos con preguntas sobre los aspectos más insólitos, al tiempo que les conmina a comportarse humanamente: un doctor no es nada sin sus pacientes.
También les animará a perder ese aura de inalcanzable con la que muchos médicos se sienten tan a gusto. Hay que bajar a la tierra y si hace falta tocar la guitara para demostrar a sus pacientes que él también es humano, lo hace. Como buen valenciano, su formación musical es intachable, pero le gustaría que los días duraran el doble para poder dedicarle algo más de tiempo.
- ¿Por qué tenemos dos riñones y del resto de órganos (excepto los pulmones) solo tenemos uno?
- Es una pregunta interesante. Los antropólogos evolucionistas plantean que tenemos dos extremidades, dos pulmones, dos riñones… probablemente, porque algunos órganos duales tendrían que tener algún tipo de ventaja en la filogenética y el crecimiento. Nosotros podemos ver con un ojo pero con dos tenemos una mejor percepción de la profundidad.
Los riñones son unos órganos tan complejos que necesitan tener una serie de ventajas. Yo creo que el cuerpo es muy sabio: si tuviéramos solo un riñón y tenemos un traumatismo renal, nos quedaríamos sin riñón y necesitaríamos diálisis.
El organismo ha generado un sistema de supervivencia para que tengamos un recambio en el caso de haber un problema. El riñón es un órgano apasionante que, pesando el 1% del organismo, se encarga del 20% del gasto cardíaco. La naturaleza es muy inteligente y se encarga de hacer mecanismos de compensación o supervivencia. El riñón es pequeño pero matón, una gran máquina de energía.
- Es también uno de los órganos que más se degrada con el paso de los años. ¿Está mal 'diseñado'?
- En este momento tenemos una supervivencia muy elevada, pero no sé si el riñón está preparado para esa larga supervivencia que hemos conseguido. También hemos aprendido a conocer los mecanismos a través de los cuales el riñón se deteriora. Sabemos que la hipertensión, la diabetes, la obesidad… Son deletéreas.
Luchando con esos factores -más otros nefrotóxicos- podemos hacer que un riñón aguante muchísimo. No está mal diseñado: el riñón octogenario pierde algunas funciones, pero es que en el Pleistoceno la supervivencia media eran 25 o 30 años, y en los 30.000 años siguientes no le ha dado tiempo al riñón a sobrellevar esos cambios tan importantes que hacen que retengamos más sal, más energía y seamos más obesos… Pero sí está preparado para aguantar bastante, sobre todo si controlamos esos factores de riesgo y evitamos la iatrogenia [daño provocado por el profesional de manera no intencional].
- ¿Cómo hay que cuidar el riñón? ¿Es cierto el mito de que hay que beber mucha agua para mantenerlo sano?
- No lo es. Recientemente, ha habido estudios importantes que han dejado ese mito fuera. La ingesta de agua abundante o en exceso no se asocia a mejoría de ninguna patología renal. Solamente, quizá, en pacientes con patología urológica que tienen litiasis [formación de cálculos], porque el agua hace cierto fenómeno de arrastre, no porque necesiten hidratación, o quizá en algunas patologías como la poliquistosis renal, donde el aumento de las dosis de agua puede inhibir la vasopresina, que es un mecanismo de crecimiento de los quistes.
En general: no hay que quedarse deshidratado, pero si uno bebe agua en las comidas, etc. no le va a pasar nada. El riñón no se cuida bebiendo más agua, se cuida evitando los factores implicados en su progresión, como son la hipertensión, la diabetes, la obesidad, evitando fumar y ajustar los fármacos a la función renal, ya que de no hacerlo puede producir nefrotoxicidad.
- El riñón lo conocemos como el gran filtrador, pero juega un papel en otras funciones del cuerpo. ¿Cuáles son sus secretos mejor guardados?
- Es una máquina de sorpresas. Hemos pensado que solo se encarga de depurar sustancias tóxicas, y eso no es así realmente. Además, influye en la regulación del metabolismo hidroelectrolícito (sodio, agua, potasio), en la regulación del ácido-base, y cosas que en general uno no se puede imaginar. El riñón reabsorbe prácticamente toda la glucosa y esto ha permitido la existencia de nuevos fármacos centrados en ese mecanismo.
El riñón participa también en la génesis de glucosa en ayuno: el 20% de la gluconeogénesis en ayuno la hace el riñón, no el hígado. Además, participa en funciones endocrinas: produce eritropoyetina, vitamina D… También participa en la degradación de sustancias como la insulina y además es un órgano diana de sustancias que pueden ser dañinas, como la angiotensina, la vasopresina, péptidos que van a favorecer la eliminación de agua y sal...
Otro aspecto muy importante es que el riñón, aparte de ser víctima por padecer las consecuencias de la hipertensión, es villano porque participa en la generación o síntesis de sustancias que favorecen la hipertensión, como la renina, y además es centinela, porque participa en el mecanismo de aparición de albuminuria y, mediante su excreción, está avisando de que ocurre algo en el organismo y hay que vigilar el problema cardiovascular del paciente además del renal, es un índice de que hay que empezar a trabajar más en su prevención vascular.
- Los pacientes en diálisis ahora mismo tienen mejor calidad de vida que hace unos años, pero ¿ve posible su final en un futuro cercano?
- Los primeros trasplantes en el mundo se dieron en los años 60-70. Las primeras diálisis en España, en los años 70-80, eso está a la vuelta de la esquina: la calidad de la diálisis ha mejorado enormemente: hoy en día tenemos técnicas domiciliarias, técnicas de alta confortabilidad, y esto nos hace que el paciente esté en muy buena situación para diálisis peritoneal o hemodiálisis.
¿El fin de la diálisis? Hay esperanzas: estudios con células madre mesenquimales, microrriñones, incluso algún tipo de riñón biónico artificial, pero siempre hemos tropezado con muchos problemas. A corto plazo, tenemos mucho tiempo de diálisis, pero ahora es mucho más confortable, de mucha mayor calidad, y además tenemos el trasplante. Todo paciente que no tenga una contraindicación específica (hay muy pocas) debe ser candidato a trasplante.
Nuestro país es el que más trasplantes por millón realiza, por lo que la persona que vive con insuficiencia renal en España, dentro de su problema, es relativamente afortunada.
La diálisis no se va a acabar, nos quedan muchos años de diálisis, pero sí que es verdad que están empezando a realizarse experimentos en animales, riñones biónicos, células madre… Estamos empezando a conseguir células que producen orina, a través de células madre insertadas en animales de experimentación o a través de cultivos, que son capaces de diferenciarse a nefrocitos o nefronas, de forma que producen orina.
- El riñón es el gran campo de prueba del trasplante. La semana pasada se supo que unos médicos conectaron un riñón de cerdo a una mujer en muerte cerebral. ¿Qué nos espera en este campo en el futuro?
- Sin duda ninguna, este hallazgo ha sido muy importante. Hasta ahora, se habían hecho trasplantes de cerdo en humanos porque su riñón es prácticamente idéntico al humano. A los estudiantes les digo que vayan a un mercado, compren un riñón para cortarlo y vean su anatomía, porque es prácticamente idéntico al humano en su forma.
El problema que nos hemos encontrado desde hace años para pasar el riñón de un animal al humano es que se transmiten algunas infecciones, lo que llamamos zoonosis. Son virus que conviven con el animal y no producen patologías, pero al trasladarlos al humano sí que producen infección, agravada por el tratamiento inmunosupresor, que puede conducir a la muerte del paciente.
En los dos o tres días hasta que falleció, trasplantaron el riñón en la pierna de la paciente y lo dejaron fuera para poder observarlo mejor. Vieron que el cuerpo no rechazaba el riñón y había un buen funcionamiento. Son datos de dos o tres días, pero sin duda ninguna es un gran avance. Hemos avanzado pero todavía nos queda mucho y tenemos que seguir fomentando la capacidad trasplantadora de nuestro país, en la que se están consiguiendo tasas récord con muy buenos resultados de supervivencia.
- ¿Cuál es la consulta más frecuente que le hacen su familia y amigos?
- Los nefrólogos somos un poco internistas y les digo a mis amigos que soy como el médico del pueblo. La consulta más frecuente es la de la patología más frecuente, claro: la hipertensión arterial afecta al 30% de la población, al 60% de los mayores de 60 años y al 80% de los mayores de 70. Siempre hay alguna pregunta sobre hipertensión. El 90% de nuestros pacientes son hipertensos y por castigo tenemos que ser buenos en hipertensión. De hecho, llevamos las unidades de hipertensión de muchos centros.
También es verdad que tanto Urología como Nefrología compartimos el sistema urinario, por eso me preguntan frecuentemente por los cólicos nefríticos. Cuando yo era residente, un paciente me preguntó por un cólico nefrítico. Yo le contesté: "yo no soy del riñón, yo soy nefrólogo", y me contestó "pero usted es muy bueno, usted llegará a operar" [se ríe].
Los nefrólogos echamos en falta un emoji de un riñón. Si lo hay de corazón, ¿por qué no de riñón? Hemos hecho una reivindicación en Twitter para que nos pongan un emoji.
- Usted ha pasado por los tres grandes hospitales valencianos: hizo el MIR en La Fe, pasó varios años en el Dr. Peset, donde llegó a ser jefe de sección, y ahora es jefe de servicio en el Clínico Universitario. ¿Elegir uno de ellos es como pedirle a un niño que escoja entre mamá y papá?
- Cuando me formé en La Fe, probablemente era el mejor hospital para formarse, viví una época dorada allí, tuve unos maestros excelentes y fui muy feliz trabajando mucho.
Al día siguiente de acabar la residencia me trasladé al Dr. Peset, recién creado. Allí fuimos unos cuantos pipiolos de 30 años. Yo crecí paralelamente al hospital. Ahí crecí durante 26 años con un equipo absolutamente increíble.
La jubilación del jefe de servicio del Hospital Clínico en 2016 era una oportunidad para mí, y estoy muy contento. Pasé de un hospital en el que me formé muy a gusto, luego crecí muy bien de la mano de un jefe que sabía muy bien cómo ayudar a la gente, y luego surgió esta oportunidad, y llevo más de cuatro años en el Clínico.
Esta experiencia me ha servido para crear un nuevo proyecto, algo en lo que hay gran interés en España: en Estados Unidos alguien puede llevar 15 años en un sitio sin proyecto, pero en España si uno no cambia parece que es un tipo raro. Para mí fue un reto y estoy muy contento: tengo un grupo de gente muy joven y trabajador, el hospital está creciendo y en menos de dos años estaremos en un centro nuevo, y además el instituto de investigación (Incliva) es modélico.
- Lo que ha dicho de Estados Unidos es muy interesante. ¿Cree que la competitividad, entendida en el buen sentido, es más alta entre los médicos españoles?
- Estados Unidos es un ejemplo de cierta competitividad sana y ambiciosa. En España, el sistema sanitario no está en su mejor momento. Necesitamos que los médicos tengan esa ilusión, con esa competitividad profesional sana y adecuadamente remunerada. Pero no lo está, y el sistema tampoco facilita otra cosa que no sea asistencia pura y dura, y eso hace que la gente esté absolutamente desilusionada.
En Estados Unidos hay competitividad sana, progresión, mayor investigación… Ahora hemos aprendido que el que investiga tiene poder: si un país tenía investigación, era el primero que se ponía las vacunas. Si no investigamos, se nos va el talento fuera. Les digo a mis estudiantes y residentes que hay que investigar, estudiar y trabajar, porque el médico que hace las tres cosas es el que va a sacar buen provecho de todo esto y será el que vea muy bien, o mucho mejor, a sus pacientes.
Algunos sectores rancios de la medicina consideran que el médico que investiga es alguien que se escaquea. Perdón: la investigación complementa a la clínica, y el médico que investiga es el que mejor clínica hace, porque aplica todas sus investigaciones a sus pacientes en la vida diaria.
En esta situación de desencanto de los médicos, los médicos no están muy por la labor de hacer algo más allá de su tarea asistencial. Tenemos que trabajar todos para ilusionar a los médicos, con la investigación y con crecer.
- A usted se ve que le apasiona lo que hace. ¿Cómo ve de ilusionados a sus alumnos universitarios?
- A mí me gusta la docencia. La forma de transmitir la pasión es hablar y trabajar con pasión. Este año hemos hecho un plan nuevo, llamado flipped classroom o clase inversa, en el que grabamos las clases y los estudiantes la ven en su casa. Cuando llegan al aula repasamos conceptos prácticos, hacemos preguntas tipo examen, y esto hace que tengan más ilusión por ir a clase, no se trata solo de coger apuntes.
Es importante transmitir métodos nuevos de enseñanza e implicar al alumno. Ellos hacen lo que pueden, la nefrología es complicada, pero si se transmiten las cosas con ingenio, con espíritu práctico y mucha pasión, seguro que habrá alguien que se apasione con la medicina y con la nefrología.
- ¿Por qué se sigue dando clase de medicina como hace 100 años?
- Me gustaría que todos los profesores utilizaran sistemas nuevos. Yo aprendo cada día, con las tecnologías digitales, uso las redes sociales incluso para proponer cosas a los estudiantes. Hay que aprovechar lo bueno de las nuevas tecnologías y convivir con los alumnos para que vivan la medicina de forma directa, con un mayor número de prácticas, que conozcan la investigación y todos los aspectos más humanos también.
- ¿Cuál es la mayor lección de la medicina que no se enseña en la Universidad?
- Al grabar las clases magistrales en vídeo, tengo tiempo de hablar con los alumnos de otros temas y hacer hincapié en la humanidad. No se debe perder la humanidad cuando hables con los pacientes, hay que ser empático, ya lo decía Gregorio Marañón.
Hay que transmitir a los estudiantes que podemos curar; si no podemos curar, podemos aliviar; y si no podemos aliviar, podemos consolar. Con las enfermedades crónicas, muchas veces, tenemos que consolar. Llamar por su nombre al paciente, llamarlo por teléfono, preguntarle cómo está, eso que hacía el médico de pueblo. Dentro del poco tiempo que tenemos, es algo que hay que hacer: además de la consulta, preguntarle, por ejemplo, cómo está su nieto.
En un principio, no se transmite [en la Universidad] que hay que ser humanos con los pacientes. Hay que ser discreto, no vanagloriarnos, somos una pieza más del sistema, y esa forma de transmitir la ciencia con humildad, eso es importante para un profesor.
Lo que yo he aprendido con la medicina y la docencia es que hay que ser generoso, ayudar a los demás. Es un punto clave para acabar recibiendo mucho, más tarde o más temprano recibes más de lo que das.
- Sus pacientes qué prefieren, ¿que les hable en castellano o en valenciano?
- En Valencia se habla las dos lenguas, según el área de población predomina una u otra. Cada paciente se debe expresar en el idioma o la lengua en la que se encuentre más a gusto. Si no se expresa en lengua materna, vas a tener más problemas en diagnosticar su enfermedad.
En Valencia tenemos mucho ciudadano británico y veces pasas la consulta en inglés. También he recibido pacientes de Denia y Jávea para una segunda opinión y hay mucho inglés, paso la consulta en ese idioma y así tengo una clase gratis. También tengo pacientes franceses, y me gusta repasar mi francés oxidado. En el caso de Valencia, el médico está obligado a conocer las dos lenguas y hablarlas.
- ¿Cambia el idioma más hablado según el hospital de los tres en que ha estado?
- Va por áreas. En Valencia ciudad hay áreas que son más castellanoparlantes que otras, hay pueblos donde hay mucha inmigración y son castellanoparlantes, otros que son más valencianoparlantes… Va por áreas. Diría que, en Valencia, hay un 50% de hablantes de cada idioma.
- Usted toca el piano, la guitarra y la batería. ¿Le ha pedido algún paciente que le amenice la diálisis?
- Aquí hay mucha tradición de estudiar solfeo. Mi padre era músico y siempre me ha gustado estudiar la música, que me ha aportado mucho y sigue haciéndolo en el poco tiempo que tengo libre.
Es verdad que he amenizado la diálisis en algún paciente. No es habitual, pero en el Clínico Universitario de Valencia existe una ONG que trabaja con nosotros y viene a amenizar algunas áreas. Viene una cantante con una guitarra, a veces ha venido un coro en Navidad. En algún momento que ha venido la cantante y he estado yo por la unidad de diálisis, he cogido la guitarra y he cantado. Los médicos se sorprenden: "¡Ostras, el jefe de servicio está cantando!"
A los pacientes les hace ilusión que un doctor sea también humano y tenga ese toque artista. Hay que cultivar esta humanidad para que no seamos monotemas, nos completa.
- Cuando quiere desconectar, ¿con qué instrumento lo hace? Aporrear la batería no debe de tener rival.
- Yo soy muy malo tocando los tres instrumentos, pero soy menos malo en la batería. Me gusta pero requiere una logística compleja y tocar con más gente, pero me gusta dedicar horas al piano, que es el que peor toco de los tres. Es el que más me traslada, me relaja, me ayuda a crear… El piano me transmite una relajación tremenda, hacer un acorde bien trabajado con siete, ocho o nueve notas, o tocar algún tema, me lleva al cielo.
* Por nuestros riñones pasan cada día el equivalente a unos 180 litros de agua. Pesan el 1% de nuestro cuerpo pero consumen el gasto del 20% del corazón. Además de depurar las sustancias de desecho, regula la composición de la sangre y la presión arterial, secreta hormonas como la eritropoyetina o la renina y sintetiza la glucosa. El riñón fue el primer órgano trasplantado con éxito, en 1954: un hombre cedió el suyo a su hermano gemelo.