Si algo hemos aprendido de la pandemia de coronavirus es, parafraseando a Murphy, que si algo puede ir a peor, irá a peor. La irrupción de la variante ómicron parecía corroborar esa visión. La interpretación de los pocos datos con que contamos ha llevado a teorías que parecen contradictorias ente sí: por un lado, una reagudización de la pandemia producto de su escape vacunal; por otro, el primer paso hacia un virus capaz de convivir en paz entre los humanos.
Mientras que a la primera de ellas estamos acostumbrados, no se había planteado la posibilidad de la segunda hasta ahora. Delta, la variante dominante en el mundo ahora mismo, mostró desde un principio que iba a ser un reto a todos los niveles, si bien la característica que la llevó a este monopolio infectivo no fue su mayor gravedad (se demostró que no era tal) y el escape vacunal (con pauta completa la efectividad es equiparable) sino su mayor capacidad de contagio.
Ómicron está dejando atrás a delta en este campo, lo que ha disparado todas las alarmas. No en vano, un mayor potencial de transmisión acaba generando más casos y, por tanto, más hospitalizaciones y muertes. Sin embargo, los números de Sudáfrica, país que combina una alta presencia de esta cepa y una vigilancia epidémica superior a la de su entorno, están dando sorpresas.
El crecimiento de los contagios en dicho país ha sido de una intensidad nunca antes vista. El 18 de noviembre, cuatro días después de la muestra más antigua detectada de ómicron en el país, la incidencia a una semana no llegaba a los cinco casos por millón de habitantes. El día 28, eran 30. Nueve días después, el 7 de diciembre, rozaba los 200. Si uno observa los gráficos de evolución de las infecciones, la ola que empieza con esta variante (que ya supone el 84% de las muestras secuenciadas) parece una pared de lo empinada que está.
El número de ingresos diarios está comenzando a crecer de nuevo en todo el país. En Gauteng, epicentro de ómicron, van con ventaja y ese crecimiento es más notable, similar, tras tres semanas, a lo vivido con delta en el mismo periodo. La sorpresa ha sido que las admisiones en la UCI solo son un cuarto de las vividas con la anterior variante en dicho plazo.
Pacientes graves sin intubar
Las características de estos pacientes también son distintas. Según informaba el Financial Times, de las personas con Covid en el hospital Steve Biko de Pretoria el pasado 2 de diciembre, solo nueve (todos ellos sin vacunar) necesitaban respirador, una característica que ha acompañado a la Covid grave durante la pandemia. El resto había dado positivo en el test pero fueron ingresados por otros motivos.
La aparente levedad de los síntomas generados por ómicron ha llevado a aventurar a algunos especialistas a que el virus esté llegando a una nueva fase de su evolución, más transmisora pero menos letal, ideal para garantizar su propia supervivencia: si el huésped muere, el virus también lo hace.
Así lo apuntaba a EL ESPAÑOL la semana pasada Juan Sanz Salanova, especialista en Medicina Preventiva del Hospital de Laredo, en Cantabria. "Es la evolución normal de los virus: intentan ser más eficaces en la transmisión y con el tiempo las mutaciones suelen ser menos letales, porque al virus no le interesa matar al huésped. Una de las posibilidades es que estemos al inicio de una convivencia".
Esto sucede por dos motivos: primero, los virus mutan rápidamente. Segundo, solo permanecen las que proporcionan una ventaja evolutiva. "Los virus poseen genomas pequeños, adoptan tiempos de generación cortos y, en el caso de los virus ARN tienen enzimas propias que les permiten replicarse, cometer errores en esa replicación", explica José María Eiros, catedrático de Microbiología de la Universidad de Valladolid y portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica.
A cada momento se generan nuevos linajes del virus pero "solo se documentan las mutaciones que le permiten vivir". A pesar de ello, la estabilidad de la secuencia completa del genoma del SARS-CoV-2 es mayor que la de otros virus con sus características.
Eiros enumera las cinco características a tener en cuenta para determinar el potencial de las nuevas mutaciones: el aumento de la transmisión, la gravedad de la enfermedad que genera, su interferencia en la respuesta inmunitaria, su capacidad para ser detectado con las pruebas diagnósticas actuales, y la repercusión en el tratamiento.
Aunque todavía son suposiciones, se espera que ómicron sea más transmisible pero menos grave, es detectada con las pruebas convencionales (incluso hay un tipo de PCR que permite diferenciarla de la variante delta) y todavía se desconoce la eficacia de los antivirales y los anticuerpos monoclonales frente a la misma.
Respecto al escape a la inmunidad, parece que los contagiados con variantes anteriores están poco protegidos frente a esta, y un reciente estudio afirma que la capacidad neutralizante de la vacuna de Pfizer es 40 veces menor. La buena noticia es que la dosis de refuerzo o los infectados que más tarde fueron vacunados sí parecen ofrecer mayor protección.
Qué significa el fin de la pandemia
Todas las diferencias que puede ofrecer ómicron frente a las variantes anteriores son cuantitativas, y ninguna de por sí determinará el paso de una pandemia a una situación endémica, con el virus controlado. Entre otras cosas porque la situación de control es algo determinado por muchas variables: al igual que el semáforo Covid ha cambiado para adaptarse a la nueva situación, no hay unos parámetros fijos que indiquen el paso de un momento a otro.
Así, Eiros considera que será el razonamiento humano lo que determine el fin de la pandemia. "Las variables a analizar son múltiples, desde el propio impacto en el organismo, la capacidad patogénica, el impacto en los sistemas sanitarios y en la vida social y económica y la capacidad de provocar la muerte".
La gripe es un ejemplo del paso de una pandemia a una situación endémica, lo que implicó cambios sobre todo en la letalidad. "La mal llamada gripe española tenía una letalidad del 2%, la asiática y la de Hong Kong, de mediados del siglo XX, exhibieron una letalidad logarítmicamente inferior, del 0,2%, y la mexicana o porcina, de 2009, lo hizo del 0,02%".
La letalidad de la Covid en España a lo largo de la pandemia ha sido del 1,7%, lo que indica que todavía le queda para bajar el nivel de alerta. Para el profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública Joan Carles March, esta debería situarse por debajo del 1% "o incluso del 0,5%, eso sería lo ideal", para hablar del paso de una pandemia a una fase endémica. Y no cree que esté a punto de pasar.
Hay otros factores para determinar el 'principio del fin de la pandemia' y están directamente relacionados con el control de la incertidumbre que sigue generando la Covid. "No controlamos totalmente lo que puede generar, no sabemos cómo nos puede afectar o no", a diferencia de la gripe, que provoca un buen número de muertes cada año pero la sabemos acotada en invierno y en un tipo de población muy específica, la vulnerable.
"También nos ocurre que los europeos, en general, no tenemos experiencia de haber pasado situaciones epidémicas; los asiáticos tienen más y se ha traducido en una forma de abordarla más clara. Nosotros nos equivocamos en cada ola, siempre pensamos que es la última y quitamos los medios que pueden ayudar a controlarla". Por eso ve importante la decisión de la OMS de calificar a ómicron como variante de preocupación cuando apenas se sabía nada de ella.
Con la gripe como espejo, parece factible la recaída, de vez en cuando, a niveles epidémicos, pero José María Eiros explica que esto se debe de la irrupción de una cepa del virus no presente en humanos hasta ese momento sino que se mantenía en reservorios animales.
"Puede ser que amplíe el rango hospedador e infecte a las células a través de otro receptor que no sea el ACE2 [que es el medio que tiene el SARS-CoV-2 para entrar en ellas]".
Aunque la capacidad de mutación de la gripe es mucho mayor –"el virus que entra por Levante no es el mismo que el que sale por Pontevedra"–, este investigador advierte de que, una vez el nuevo coronavirus se domestique será necesario mantener redes de vigilancia zoonótica. "Lo que nos enseñan las pandemias es que, siempre que los virus emergen, hacen un salto zoonótico y se comportan como virus nuevos para la especie humana". En resumen, no perder de vista el SARS-CoV-2, ya sea en humanos como un murciélagos.
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