Un dato conocido en plena Nochebuena da para reflexionar: la Unión Europea, Estados Unidos y Reino Unido han recibido en las últimas seis semanas más vacunas contra la Covid-19 que el conjunto de África en todo el año. Según la alianza de voluntariado People's Vaccine, el conjunto de la población aficana no habrá recibido una primera dosis hasta 2023 de proseguir a este ritmo.
Cumplido un año desde el arranque de la vacunación contra la pandemia en la mayor parte del mundo, únicamente el 8,6%de los ciudadanos africanos cuentan con la pauta completa de vacunación, "mientras que los países del G7 acumularán un excedente de 1.400 millones de dosis hasta marzo de 2022", apunta el informe. La incidencia de la variante ómicron, que hace imprescindible la tercera dosis de refuerzo, ha llevado a los países desarrollados a cerrar el grifo de la cooperación con antígenos y antivirales. Algunos, como Israel, ya hablan incluso de una cuarta dosis.
Las dificultades para vacunar a África son multifactoriales: al contrario que otros vastos territorios con grandes desigualdades, carece en gran medida de infraestructuras e industria farmacéutica para fabricar sus propias vacunas, como hace India. Las vacunas de ARN mensajero no son adecuadas por las estrictas cadenas de frío que requieren. Desde People's Vaccine, sin embargo, apuntan a razones económicas y abogan por la exención de las normas de propiedad intelectual de vacunas, pruebas y tratamientos.
No se trata, sin embargo, de un mero imperativo ético. La desigualdad vacunal frente a la pandemia tiene consecuencias para todo el planeta, ya que es entre la población insuficiente inmunizada donde la transmisión del coronavirus SARS-CoV-2 puede dar lugar a mutaciones más eficaces a la hora de esquivar la protección que otorgan las vacunas. No es ninguna casualidad, argumentan los inmunólogos, que un país de 60 millones de habitantes, Sudáfrica, haya alumbrado dos "variantes de interés" para la Organización Mundial de la Salud (OMS): beta y ómicron.
En la población sudafricana concurren dos circunstancias que tampoco son ajenas al resto de países del continente: la infavacunación y la elevada proporción de enfermos de HIV-SIDA. En este último caso, la Covid -por leve que llegue a ser- se cronifica en su sistema inmunodeprimido, y cada replicación abre la puerta a la posibilidad de una combinación de mutaciones que aumenten la infectividad. Además, el ejemplo de ómicron subraya que de poco sirven las restricciones de viaje una vez se ha identificado la variante de riesgo: su expansión por el mundo escapa a todo control.
Está en juego "condenar al mundo a un ciclo interminable de variantes, refuerzos, restricciones e incluso confinamientos", advertía People's Vaccine. Un llamamiento con eco en el del director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, que instaba a resolver en 2022 el problema de la desigualdad entre países para el acceso a las vacunas, test de diagnóstico y tratamientos de la Covid-19. Una tercera dosis general en los países ricos, apuntaba, "va a la contra" de la protección básica de los colectivos de riesgo en las naciones en desarrollo.
"Este año se han producido suficientes vacunas a nivel mundial como para alcanzar un 40% de vacunados en todos los países, pero al no haberse distribuido equitativamente no se ha logrado", lamentaba el Dr. Tedros. "Los programas de refuerzo vacunal indiscriminado tienen más probabilidades de prolongar la pandemia que de terminar con ella, al redirigir recursos hacia países que ya tienen elevados niveles de cobertura mientras dan al virus mayores oportunidades de expandirse y mutar".
No todas las terceras dosis son iguales
Covax, el mecanismo de solidaridad entre países coordinado por Naciones Unidas, espera haber distribuido 800 millones de dosis de vacuna para fin de año, cuando su objetivo original era de dos mil trescientos millones. Pero no todas las fórmulas están teniendo una eficacia similar frente a ómicron, y como recuerda un artículo en The Washington Post, el refuerzo con vacunas de ARN mensajero está demostrando mayor efectividad que las de tecnología más tradicional.
Así, tanto la tercera dosis de Pfizer-BioNTech como la de Moderna elevan notablemente la protección por anticuerpos, la primera 'línea de defensa' del sistema inmune frente a la nueva variante. Sin embargo, los ensayos en la misma línea con AstraZeneca-Covishield (el nombre que recibe la versión local fabricada en India) o con las chinas Sinopharm y Sinovac, ampliamente usadas en América Latina, no dan resultados tan alentadores. A medida que la 'ola ómicron' avance por el mundo, estas diferencias de protección tendrán un coste en forma de ingresos hospitalarios y decesos.