Hace una década, los estadounidenses Bill Ludwig y Doug Olson luchaban contra un grave cáncer de sangre llamado leucemia linfocítica crónica (LLC). Ambos habían recibido numerosos tratamientos y, al escasear otras opciones, se ofrecieron como voluntarios para convertirse en los primeros participantes en un ensayo clínico de una terapia experimental en curso en el Centro Oncológico Abramson y la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania (UPenn).
La terapia diseñada en este ensayo para erradicar estas leucemias en fase terminal se basa en las denominadas células T receptoras de antígenos quiméricos (CAR). Estas células modificadas genéticamente para atacar a los tumores son un medicamento vivo fabricado para cada paciente a partir de sus propias células.
El análisis de estos dos pacientes publicado en la revista Nature por los investigadores de la UPenn y sus colegas del Hospital Infantil de Filadelfia muestra la mayor persistencia de la terapia con células T CAR registrada hasta la fecha contra la leucemia.
“Las células T CAR han seguido siendo detectables al menos una década después de la infusión, con remisión sostenida en ambos pacientes”, ha señalado Jan Joseph Melenhorst, primer autor del artículo e investigador de la UPenn, en una rueda de prensa telemática organizada por la revista.
Remisión a largo plazo
“Esta remisión a largo plazo es notable, y ser testigo de que los pacientes viven libres de cáncer es una prueba del tremendo potencial de este ‘fármaco vivo’ que funciona eficazmente contra las células cancerosas”, ha añadido Melenhorst.
La LLC, que es el primer cáncer en el que se estudiaron y utilizaron las células T CAR en la universidad estadounidense, es el tipo más común de leucemia en adultos. Aunque el tratamiento de la enfermedad ha mejorado, sigue siendo incurable con los enfoques estándar. Con el tiempo, los pacientes pueden volverse resistentes a la mayoría de las terapias, y muchos siguen muriendo, señala el centro en un comunicado.
Doug Olson fue diagnosticado de esta enfermedad en 1996, según ha comentado él mismo en la rueda de prensa de Nature, y Bill Ludwig en 2000. En 2010, sus cánceres habían mutado y ya no respondían al tratamiento estándar. Pero como pioneros en el uso de células T CAR, ambos lograron una remisión completa ese año.
Olson, un investigador del sector farmacéutico retirado, aún sigue corriendo y ha completado seis medias maratones. También recauda fondos para la Sociedad de Leucemia y Linfoma y ayuda a los pacientes recién diagnosticados.
Por su parte, después de su tratamiento, Ludwig, un funcionario penitenciario jubilado, recorrió EE UU con su esposa en una autocaravana y celebró acontecimientos con su familia, incluso la llegada de nuevos nietos. Pero, desgraciadamente, a principios de 2021, falleció debido a las complicaciones de la covid-19.
El potencial de las células T CAR
Los autores señalan que hasta ahora se sabía poco sobre el potencial y la estabilidad a largo plazo de las células infundidas. En este análisis, los investigadores observaron una evolución de las células T CAR a lo largo del tiempo, con la aparición de una población de células CD4+ altamente activadas que se convirtió en dominante en ambos pacientes.
Los datos indican dos etapas distintas de las respuestas de la terapia con células T CAR en estos pacientes, con una fase inicial dominada por las células T asesinas y una remisión a largo plazo controlada por las células T CD4+.
En los años siguientes, estas células CD4+ siguieron demostrando características de destrucción de células tumorales y una proliferación continua, lo que constituye un sello distintivo de la eficacia de las células T CAR contra el cáncer: su intensa capacidad para sobrevivir y prosperar dentro del organismo, explican los autores.
Por su parte, David L. Porter, director de Terapia Celular y Trasplante en UPenn y coautor del trabajo, comenta que “la terapia con células T CAR ha sido extremadamente eficaz para leucemias y linfomas específicos. Esperamos continuar trabajando en estos cánceres, al tiempo que también investigamos su impacto en los tumores sólidos, lo cual podría traducirse en un mayor desarrollo en este ámbito en los próximos años”.
Porter subraya que siempre se aprende algo de cada paciente tratado. “Tanto Bill como Doug nos han dado muchas pistas que nos mantienen centrados en la próxima generación de terapias personalizadas”, concluye.