El director del Instituto de Salud Carlos III (ISCII), una de las mayores instituciones públicas de investigación sanitaria de Europa, dice que en su familia trabajan "por amor al arte". No es broma: su padre es historiador del arte y su abuelo fue fotógrafo y miembro de la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, que se encargó de inventariar las obras que debían ser protegidas durante la Guerra Civil.
Cristóbal Belda ha recorrido el camino contrario, en sentido figurado y literal: eligió la ciencia sobre el arte al estudiar Medicina —su especialidad es la Oncología— pero también dejó su Murcia natal para venir a Madrid, desandando los pasos dados por su abuelo a medida que el Gobierno republicano se retiraba hacia el Levante en los estertores de la guerra.
En su primer año al frente del Carlos III, este médico que conoce bien tanto la sanidad pública —estuvo una década en La Paz— como la privada —fue jefe de sección de Neuro-oncología y director de I+D en el grupo HM Hospitales— tiene la oportunidad de impulsar la biomedicina española hacia cotas nunca vistas.
No solo el presupuesto de su organismo se ha duplicado en tres años, sino que es la encargada de canalizar el PERTE (Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica) 'Salud de vanguardia' que, entre otras, planea convertir a España en el centro mundial de las terapias avanzadas. El ISCIII, además, se ha convertido en una referencia para las grandes crisis de salud pública en España, desde la pandemia de Covid-19 a la mortalidad por las olas de calor.
El malentendido por las cifras de muertes por la ola de calor que proporciona el sistema MoMo, que depende del Instituto, está muy reciente. ¿Son las instituciones las que no transmiten bien la ciencia o es que falta cultura científica en la ciudadanía?
Hay un aspecto muy importante. Las diferentes organizaciones científicas están abriéndose a la sociedad en los últimos años. Probablemente, antes estaban muy centradas en la producción de ciencia. Estamos abriéndonos a la sociedad porque, entre otras cosas, nuestro trabajo es mejorar la salud de la ciudadanía a través de la ciencia. Pero también, como valor absoluto, la ciencia genera riqueza. No hay nada de lo que tengamos a nuestro alrededor que no sea producto de un hecho científico.
Para nosotros, nuestra audiencia ha sido el sector científico y para ellos teníamos unos canales y unos mensajes. No podemos hablar igual con un físico nuclear que con un ingeniero o alguien con una formación diferente. Como organización, es una actividad que, poco a poco, estamos desarrollando.
Los médicos, cuando hacen eso, tienden a dejarse llevar por el lenguaje paternalista. Quizá eso fue un fallo al principio de la pandemia, donde se hacía hincapié en mantener la calma y quizá habrá que haber incidido en otros matices.
Los científicos tenemos que ser capaces de traducir a distintos registros la información procedente de nuestra actividad sin perder el rigor, incluso intentando incorporar pocas emociones. Si hay algo de lo que se caracteriza el lenguaje científico es la ausencia de emociones. A partir de ahí, la objetividad en la traducción yo creo que es importante que se pueda mantener. Es un ejercicio que nosotros intentamos realizar, pero no deja de ser un ejercicio nuevo en el que, poco a poco, lo vamos aprendiendo.
¿Siente que la labor del Carlos III es desconocida para los ciudadanos?
Todo forma parte de lo que hemos dicho antes. Las organizaciones científicas nos hemos dirigido a una audiencia muy concreta, y nos estamos abriendo. La pandemia ha tenido unas consecuencias muy amargas pero una positiva es que el Instituto ha aparecido en una buena parte de todo lo que ha terminado rodeando a la pandemia.
El Instituto ha duplicado su presupuesto en los últimos tres años, hasta los 559 millones de euros. ¿Teme que esto sea flor de un día y que, tras la Covid, vuelvan los recortes, o que se irá consolidando?
Creo que este Gobierno ha apostado por la ciencia, y el hecho de hacerlo nos ha permitido ejercer nuestra actividad de la mejor manera posible. A partir de ahí, las inversiones que se han hecho han sido estructurales, afectan al propio instituto, que tendremos que terminar de ejecutarlas: la creación del Centro de Terapias Avanzadas, la creación del laboratorio de seguridad biológica BSL4, la reforma de la Escuela Nacional de Sanidad… El pensar que tenemos que seguir invirtiendo en las infraestructuras del ISCIII de forma ilimitada no tiene sentido.
Luego, por otro lado, el Carlos III tiene una segunda faceta: actuar como financiador de la ciencia que se realiza en el ámbito del sistema nacional de salud. En ese sentido, la partida disponible ha crecido bastante. A partir de ahí, en estos momentos se está diseñando la maqueta de presupuestos de 2023. Hemos hecho unos análisis sobre cuáles serían las necesidades para mantener ya una actividad orgánica, no vinculada a la llegada de ciertos fondos de recuperación, y tendríamos que ir viendo.
Dice que este Gobierno ha apostado por la ciencia. ¿Cree que otros no lo harán?
Lo que quiere decir es que este Gobierno ha apostado por la ciencia. El presidente del Gobierno ha visitado el Instituto para presentar el PERTE para la salud de vanguardia, y esto no es algo que haya ocurrido con mucha frecuencia. A partir de ahí, sea por presencia o por incremento de las disponibilidades presupuestarias para invertir en subvenciones, sea por las reformas iniciadas dentro de las capacidades e infraestructuras del Instituto, son datos objetivos que nos permiten demostrar que ha habido una apuesta. A partir de ahí, me permite que me circunscriba a este periodo.
El estudio CombiVacs, el primero que evaluaba la vacunación Covid con pauta heteróloga, recibió críticas, muchas de ellas parecían ocultar cierto tinte político. ¿Cree que la ciencia se ha politizado con la Covid?
Yo creo que no. Una cosa es que la ciencia, en un momento determinado, pueda ser utilizada dentro del argumentario del debate político entre unos y otros. Pero la ciencia obtiene resultados objetivos. Tengo especial cariño al CombiVacs. Hubo un diseño basado en una hipótesis, se publicó en Lancet y todos sabemos el recorrido que ha tenido la pauta heteróloga a nivel internacional. Lo que hay que hacer con la actividad científica es medirla con los sistemas de medida de la actividad científica. ¿Qué se haya utilizado políticamente? Qué le vamos a hacer…
Con la viruela del mono también han arreciado las críticas, especialmente de la Comunidad de Madrid, por la lentitud en obtener resultados del diagnóstico.
En esto tampoco tengo mucho que opinar, entre otras cosas, porque secuenciamos el genoma de un virus que jamás se había visto en España, con una resolución muy completa y sobre las muestras procedentes de muchos pacientes. El tamaño de ese virus es suficientemente grande para poder verlo con el microscopio óptico, y eso lo hace muy diferente a otros. Conseguimos garantizar que era del virus de la viruela del mono de la variante del África Occidental, y lo hicimos en una semana. Cualquiera que conozca la dinámica de un centro de secuenciación, todo lo que supone desde el punto de vista bioinformático, comprenderá que no es un tiempo excesivo.
En una entrevista reciente afirmó que, si tuviera un cáncer, se trataría en un hospital público, declaraciones que han generado cierto revuelo. Viniendo de alguien que ha trabajado tanto en la sanidad pública como en la privada, ¿cómo es el tratamiento del cáncer en España?
El tratamiento del cáncer en España es excelente. Ha habido cierto tipo de interpretaciones que, desde mi punto de vista, no vienen al caso. Disponemos de un sistema sanitario que es la joya de la corona de nuestro estado de bienestar. Todos, y los servidores públicos especialmente, tenemos que trabajar para protegerlo y para mejorarlo.
Pero es que ocurre que, además, mi recorrido profesional me ha permitido reconocer muchas facetas del tratamiento del cáncer que se realizan tanto en el sector público como en el privado. El haber sido partícipe de esa calidad asistencial, y siendo ahora mismo testigo de la excelente actividad contra el cáncer que se realiza en muchos centros oncológicos privados, me da una visión en la que creo que lo importante es sumar. En la batalla contra la enfermedad más importante de la historia de la humanidad como es el cáncer, no sobra nadie.
Quiero ser muy claro porque no quiero que mis palabras den lugar a ningún tipo de interpretación. Todos debemos sumar para ser capaces de combatir esa enfermedad que tanto sufrimiento provoca en todo el mundo. La calidad que yo he visto en aquellos vistos por los que he pasado es impresionante y, a partir de ahí, todos debemos sumar.
Hay figuras con un bagaje cultural muy amplio que últimamente han realizado declaraciones con ciertos tintes conspiranoicos, como Juan Manuel de Prada o César Vidal. ¿Se puede ser culto sin tener ni idea de ciencia?
Yo creo que la cultura tiene muchísimo aspectos. Uno puede escribir como los ángeles y luego entrar en ciertos terrenos que, al no dominarlos, se puede manejar con cierta incomodidad. A mí me ocurre: cuando salgo de mi círculo de confort puedo cometer patinazos.
Pero una cosa es tener patinazos y otra adscribirse a un discurso conspiranoico en el que la ciencia parece algo sospechoso.
Lo importante de la intelectualidad es la visión crítica del mundo. Es lo que nos permite reanalizar todos y cada uno de nuestros actos y nuestras palabras para intentar evolucionar. Los planteamientos absolutos acerca de las conspiraciones no se corresponden con el planteamiento científico en sí mismo. La ciencia no conspira, la ciencia es el conocimiento y el intento de avanzar revisando crítica lo que se da como establecido.
El propio método científico lo que hace es revisar una y otra vez cada uno de los supuestos sobre los cuales creemos que sustentamos nuestro conocimiento de la realidad. Hay veces que esa visión crítica es el arma que algunas corrientes intentan utilizar. Eso forma parte de cierto tipo de discursos argumentativos que no tienen nada que ver con la ciencia.
Entre los proyectos que ha mencionado antes del Instituto está la creación de un laboratorio de máximo nivel de seguridad biológica, el BSL4. ¿Cómo será y para qué servirá?
El laboratorio de máxima seguridad biológica que se va a construir en el Centro Nacional de Microbilogía, en Majadahonda, nos va a permitir dos cosas. Por un lado, prestar actividad asistencial y soporte cuando se necesite un diagnóstico que exija un laboratorio de este nivel y, por otro lado, hacer ciencia para cuya realización sea necesario un laboratorio de estas características.
Por ejemplo, la poliomielitis es una enfermedad erradicada en España, pero ocasionalmente podemos ver algunos casos que vienen importados de ciertos lugares. Esos casos hay que diagnosticarlos y, además, establecer un segundo paso de confirmación biológica, que ahora debe hacerlo un laboratorio en el extranjero. Cuando queremos realizar experimentos con virus del nivel 4, que exigen unas condiciones de seguridad tremendas, necesitamos tener ese sistema.
También va a incorporar un insectario, ya que muchas de las enfermedades emergentes procedentes de vectores que son insectos. No va a ser solamente un laboratorio de seguridad biológica, sino que va a incorporar una serie de capacidades que mete a España en la liga de los países con mayor capacidad científica en este ámbito.
Ahora que se ha descartado la fuga del laboratorio como origen de la Covid, nadie ha tenido reticencias por si se escapa algún virus peligroso.
Esto es un laboratorio de seguridad, no de inseguridad [risas]. Está diseñado con unas garantías tremendas.
En el último Wake Up, Spain!, se mostraba muy confiado en el desarrollo de las CART públicas en los próximos años. ¿Por qué es tan importante desarrollar terapias avanzadas públicas?
Ya tenemos CART públicas.
ARI001, la del Hospital Clínic de Barcelona.
Eso es. Las terapias avanzadas abren una nueva situación que hasta ahora era muy difícil de imaginar: pueden ayudar a tender puentes entre la ciencia académica y el desarrollo industrial. Si me permites la visión más estratégica, permite conectar los dos mundos. Despliega una infraestructura que permite evaluar estas terapias en ensayos clínicos y explorarlas desde el punto de vista de la ciencia regulatoria vinculada a la preclínica en unos tiempos razonables, y posteriormente ponerlas a disposición de los pacientes. Eso va a permitir cerrar esa brecha.
Podremos trabajar desde el sector académico-científico, mirando a los pacientes, en colaboración con la industria. Creemos que puede ser un estímulo muy interesante para que la industria mire al sector académico, que produce I+D y puede ser beneficioso para su competitividad. Las terapias avanzadas forman parte del puente que hay que tender entre los dos sectores, académico e industrial, para que esa potencia científica que somos como país genere mucha riqueza, muchos puestos de trabajo y pueda ayudar a la transformación del modelo productivo de este país.
No buscan una terapia pública sino una colaboración con las empresas privadas.
Buscamos utilizar todas las herramientas a nuestro alcance. Lo importante es el concepto estratégico de utilizar las terapias avanzadas como caso de uso que nos permita tender puentes. ¿Un hospital puede tener capacidad para producir una terapia avanzada para 5.000 personas? Es difícil. Con lo que tenemos que quedarnos es la visión estratégica de las terapias avanzadas como herramientas para ser capaces de unir los dos mundos, utilizando las herramientas que estén a nuestro alcance.
Cuando habla de competitividad, ¿también lo será en el precio? Las terapias comerciales no son baratas.
El Instituto de Salud Carlos III es completamente ajeno a las dinámicas de precio. Pero sí creo que, desde el profundo respeto a las estrategias empresariales, que son legítimas, el sector público tiene que responder al interés público. Si un grupo de investigadores son capaces de desarrollar una terapia avanzada dentro del sector público, lo normal es que empiece siendo financiada por el Carlos III, a través de los programas de investigación clínica independiente. En otros casos, vendrán de otras organizaciones, pero la inversión seguirá siendo pública.
Tenemos que ser conscientes de que toda esa inversión tiene que tener retorno, no en forma de rentabilidad por dividendo, evidentemente, sino en otro tipo de rentabilidad que puede ser perfectamente en el precio. Ahí es donde tenemos que ser capaces de encontrar soluciones jurídicamente aceptables dentro del marco normativo. Debemos garantizar que la inversión del dinero público en el desarrollo de terapias avanzadas finalmente termina revirtiendo sobre el propio sistema. No solamente en publicaciones, sino también en efectos tangibles que pueden ser conseguir terapias avanzadas a precios más competitivos.
¿Cómo afecta la reforma laboral al Carlos III y las instituciones que dependen de ella? Varios directores de centros de investigación han dicho que acabará perjudicándoles. ¿Se puede ser investigador y tener un trabajo estable?
Se puede ser investigador, tener un trabajo estable y tener un horario. Esto viene garantizado por las leyes. La reforma de medidas urgentes para disminuir la precariedad en el empleo, cuando se transporta al tejido científico, obliga a una serie de adaptaciones, que vienen recogidas en los diferentes evoluciones normativas que desde el Ministerio de Ciencia han ido presentándose y defendiéndose en el Consejo de Ministros y el Parlamento.
¿Con qué objetivo? Que la carrera científica sea predecible y vinculada al esfuerzo y al talento de las personas: un periodo predoctoral, un periodo postdoctoral donde además se puede acceder en función del tiempo que haya transcurrido desde la defensa de la tesis hasta la adquisición de cierto tipo de habilidades, y se puede acceder a un certificado de excelencia, que se denomina R3. Las universidades y los organismos de investigación reservan en sus convocatorias de empleo anuales un porcentaje de plazas para personas que obtengan ese certificado.
Cuando esto lo llevamos al sector sanitario, donde la complejidad empieza a aumentar, quedamos vinculados a algo que es la protección de la actividad científica dentro del sistema nacional de salud. Me voy a detener en algo muy concreto, el reconocimiento de la figura del clínico investigador, eel profesional sanitario que, además de ver pacientes, se dedica a investigar. La reforma de la ley de la ciencia aterriza esta figura. Como mínimo, el 50% del tiempo de esta persona tiene que estar reservado a investigación para evitar situaciones en las cuales las personas dedican el 100% a la asistencia y, en sus ratos libres, investigan.
¿Se ve volviendo a ver pacientes?
Llevo cuatro años fuera de la consulta, lo echo muchísimo de menos. Cuando vuelva a la consulta tendré que pasar una temporada estudiando mucho, pero es mi trabajo, mi profesión y mi vida.