Los ritmos circadianos, ese reloj biológico que nos hace tener hambre a unas horas determinadas y sueño a otras, son en parte responsables del rápido crecimiento de los tumores cerebrales. Ahora, un equipo de investigadores ha encontrado una molécula que puede retrasar la voracidad de las células cancerígenas al restablecerles su reloj interno y evitar ese 'dopaje' cronológico.
El hallazgo ha sido liderado por uno de los mayores expertos en ritmos circadianos, el profesor de Neurología de la Escuela de Medicina Keck de la Universidad del Sur de California Steve Kay. Tras llevar varias décadas estudiando los ritmos en plantas encontró genes específicos que son regulados a lo largo de las 24 horas del día por medio de criptocromos, una clase de fotorreceptores de la luz azul presentes en todas las plantas y los animales.
Ahora, Kay ha comprobado cómo las células madre tumorales del glioblastoma secuestran este mecanismo circadiano, que controla el ritmo de reproducción celular, para proliferar más rápidamente. A raíz de este descubrimiento, ha utilizado inteligencia artificial para encontrar la molécula que puede desbloquear el mecanismo e impedir su reproducción descontrolada.
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El glioblastoma es el cáncer cerebral más frecuente, representando entre el 15 y el 17% de todos los tumores primarios. Son tumores de crecimiento rápido y de mal pronóstico: los pacientes sobreviven una media de 15 meses tras el diagnóstico.
Se trata, además, de un campo donde apenas ha habido avances en los últimos 20 años. El tratamiento habitual es la cirugía, seguida de radio y quimioterapia (temozolamida). El tumor crece de forma acelerada gracias a la formación de numerosos vasos sanguíneos que alimentan a las células tumorales, por lo que algunos pacientes también son tratados con bevacizumab, un anticuerpo monoclonal que evita la creación de nuevos capilares.
Células resistentes a tratamientos
El problema es que hay entre un 20 y un 30% de pacientes en los que el tumor (que se forma a partir de las células de soporte del tejido cerebral) se encuentra en un lugar que lo hace complicado de extirpar mediante cirugía. Con todo, incluso en los casos quirúrgicamente más sencillos no se eliminan por completo las células tumorales, por lo que es muy habitual que estas comiencen a multiplicarse al cabo de poco tiempo pero esta vez volviéndose resistentes a los tratamientos utilizados.
De ahí la importancia de contar con una terapia que pueda utilizarse como segunda línea de tratamiento, una vez que el tumor comienza a crecer de nuevo. Kay y su equipo testaron miles de moléculas en busca de aquella que encajara teóricamente con las proteínas rebeldes presentes en estas células mediante inteligencia artificial: encontraron una, SHP656, que se puso a prueba sometiéndola a muestras de tejido cancerígeno de pacientes. El test pasó con éxito, pues este candidato a fármaco logró reducir el crecimiento de las células madre tumorales mientras que era inocua para las sanas.
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Tras ensayarla en modelos animales, Kay cofundó una start-up llamada Synchronicity Pharma, enfocada a buscar terapias basadas en los ritmos circadianos. El primer ensayo en seres humanos sanos pareció ser seguro y la compañía prevé iniciar la segunda fase en dos o tres años, ya testándola en pacientes de glioblastoma. "Estamos empezando a caminar la senda del desarrollo clínico, convirtiendo una historia científica en algo traslacional", ha explicado el líder del estudio.
El diagnóstico de glioblastoma parte de una serie variada de síntomas, desde la visión borrosa y las cefaleas hasta las convulsiones y los cambios repentinos de personalidad, producto de la presión tumoral en zonas específicas del cerebro.
Normalmente, los pacientes son sometidos a una resonancia magnética o una biopsia para determinar el lugar y las características del tumor. Con cirugía, a la que se suman la radio y quimioterapia, se les extirpa el tumor, pero en la mayoría de pacientes no logra una remisión sostenida en el tiempo.
Y es que en el cerebro, la cirugía tiene que ser muy precisa. Ya hay estudios que muestran que, reseccionando un área de un milímetro o dos alrededor del tumor en cáncer de mama, disminuyen notablemente las recaídas. Esto es algo mucho más delicado en el caso del glioblastoma, por lo que hay más posibilidades de que células cancerígenas sobrevivan a la intervención y a los tratamientos adyuvantes posteriores.
De demostrarse la eficacia de SHP656, supondría un vuelco en el tratamiento de este cáncer no solo por la falta de terapias para el glioblastoma, sino porque abre una nueva forma de atacar los tumores, cortando uno de los trucos de las células tumorales para multiplicarse de forma descontrolada.