España está a la cabeza de la longevidad en el mundo, con una esperanza de vida media de 83 años. Pero el resto empieza a pisarnos los talones: se calcula que para 2050 habrá más de 2.000 millones de mayores de 60 años en el mundo. Envejecer con salud es una prioridad para la calidad de vida, pero también para la sostenibilidad del sistema sanitario.
La tercera edad ha dejado de ser una estación de reposo pasivo para convertirse en un lugar en el que pasaremos gran parte de nuestra vida, y que debemos llenar con vivencias y experiencias. Mantener la autonomía vital cumple una función fundamental: realizar actividades físicas, hacer tareas domésticas y mantener redes de contactos e intereses se relaciona con hasta un 35% menos de riesgo cardiovascular y de cáncer, y hasta un 25% menos de posibilidades de sufrir alzhéimer.
Este es el motivo que ha reunido en la redacción de EL ESPAÑOL con ocasión del Día del Mayor 2022 a diez usuarios del Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD) que gestiona de forma indirecta Clece para el Ayuntamiento de Madrid. Siguiendo el modelo de AICP (Atención Integral Centrada en la Persona), este servicio presta asistencia a mayores de 65 años y/o en situación de dependencia. El objetivo es que puedan seguir viviendo solos y participar en actividades, recibiendo un apoyo adaptado a sus necesidades.
"Es fundamental para nuestros usuarios mantener la autonomía y poder seguir en su domicilio y su ambiente, tanto familiar como social", explica Elena Mateos, gerente del SAD. "De esta forma, aunque experimenten deterioro físico y psíquico al hacerse mayores, pueden recibir apoyo profesional: de las auxiliares de ayuda a domicilio, del equipo de coordinación y de todo el equipo interdisciplinar que incluye psicólogos, podólogos, peluqueros... Ellos evitan que los usuarios se sientan solos y son los ojos de nuestros Servicios Sociales. Detectan, por ejemplo, si alguien ha sufrido una caída a nivel de deterioro cognitivo, y se ponen los medios para intervenir".
El número de usuarios está entre los 26.700 y los 27.000, explica Mateos, y se presta en ocho distritos de Madrid. Sin embargo, aspiran a crecer. "Hay muchos usuarios que necesitan un apoyo para mantener la autonomía. Pueden ser independientes, por ejemplo, pero necesitar ayuda para asearse. La residencia debería ser el último recurso: donde mejor se está, como se suele decir, es en casa". Los participantes en el coloquio aprueban por unanimidad esta afirmación. "He tenido amistades que, cuando sus padres han alcanzado la edad en la que ya no podían valerse por sí mismos, los han mandado a una residencia", explica Agustín. "Y adaptarse es duro".
Manuel aporta su testimonio de cómo ha empezado a estudiar ruso después de cumplir los 65 años, y cómo el confinamiento le inspiró para escribir sus memorias; Agustín, cómo practica a sus 86 años natación a diario, "la mejor rehabilitación" para sus problemas de rodilla según su traumatólogo. Antonia, la decana nonagenaria del grupo, no lo confiesa por timidez, pero todos los demás lo confirman: es capaz de recorrerse "medio Madrid" paseando.
¿Cuáles son las inquietudes culturales y de ocio de nuestros mayores? Los invitados a la redacción de EL ESPAÑOL coinciden en percibir una brecha de género en las actividades a las que se apuntan los usuarios del SAD de Madrid. "Cuando ves grupos visitando la ciudad, generalmente son mujeres. La mayoría de los hombres se dedica a jugar a las cartas o a la petanca", observa Agustín.
"Eso hay que evitarlo, hay que aprovechar las visitas que se organizan por la mañana, aunque sea con las señoras. ¡Que son muy divertidas!", exclama. Carmen recuerda con humor la respuesta que le dio a un compañero que protestaba durante la visita al Museo del Traje por parecerle un plan excesivamente femenino: "¡Pues mira, ahí tienes un traje de bandolero!"
Élida revela que se encontraba "muy sola" tras sufrir un problema de salud que le impedía continuar con su vida normal. "Me buscaba actividades, pintaba, leía...", relata. Descubrir el SAD fue "una maravilla", explica a continuación. "Te juntas con la gente y se adaptan a las circunstancias en las que estás. Gente joven, gente mayor que tú, y de todos se aprende".
Son las "actividades intergeneracionales", tal y como las describe Clece, en las que participan no solo personas de mediana y tercera edad, sino también niños. "El día de los nietos, vinieron encantados", confirma Antonia. "Me decían, abuela, ¿cuándo hacemos otra igual?".