Un vídeo grabado en el frente de batalla en Ucrania se ha viralizado en la última semana al ilustrar con toda crudeza los horrores de la guerra. Un joven soldado ruso trastabillante se rinde ante las fuerzas ucranianas, y cuando le cortan la camiseta para inspeccionar una herida en su brazo, descubren que está infestada de lo que parecen ser gusanos blancos. Tanto el vídeo de la captura como la posterior recuperación del militar en un hospital ucraniano, con su brazo vendado y entre invectivas contra Vladimir Putin, han circulado envueltos en propaganda de guerra.
Las informaciones sobre el caso son escasas, más allá de la breve conversación en la que el soldado afirma haber sido herido dos días antes. Pero los comentarios en las redes sociales se han dividido virulentamente según la interpretación de las circunstancias. Algunos lo han considerado como una prueba del hundimiento del frente ruso, que deja a sus hombres con miembros "gangrenados" y condenados a la amputación. Para otros, lo que se ve es una ingeniosa solución médica, la aplicación de terapia larval que evitaría la necrosis del tejido para salvar el miembro.
Este fenómeno no es ni mucho menos nuevo en el frente de batalla: desde la antigüedad, se ha observado que los soldados heridos que presentaban estas infestaciones, por repulsivas que resultasen, tenían mejores oportunidades de evitar la gangrena y sanar. Los primeros estudios datan de la Primera Guerra Mundial, cuando el médico ortopedista William Baer aplicó lo observado en el campo de batalla para tratar a paciente civiles que sufrían úlceras. Hoy, esta terapia con larvas estériles de la mosca Lucilia Sericata, que ingieren el tejido no viable sin dañar el sano para permitir la cicatrización, está aprobada en España como terapia compasiva.
La intervención para la que se puede optar por esta terapia es el desbridamiento biológico. Por "desbridamiento" se define la eliminación del tejido necrotizado que rodea a la herida e impide la irrigación sanguínea. Las larvas lo descomponen para alimentarse segregando una enzima que al mismo tiempo reduce la carga bacteriana en la lesión, "incluyendo el estafilococo áureo resistente a la meticilina (SARM)" según explica una guía editada por la Consellería de Sanitat de la Comunidad Valenciana. En España, se han usado para tratar úlceras diabéticas y úlceras por presión, e incluso en heridas infectadas por bacterias en un niño de 5 años.
¿Es el caso del soldado ruso un ejemplo de esta sofisticada aplicación médica? Difícilmente, dadas las circunstancias. La terapia se aplica mediante apósitos -bolsas parecidas a las del té- que contienen las larvas, a una temperatura adecuada para su supervivencia. Estas estarán en contacto con el tejido blando desvitalizado de dos a cuatro días, mientras los profesionales de enfermería humedecen la herida y protegen el tejido perilesional -sano- de alrededor mediante un producto-barrera que evita que se derrame el exudado producto de la acción enzimas.
La infestación que sufrió el soldado fue verosímilmente accidental, y el efecto que tendrá en la evolución de su herida es incierto."Cuando en una herida aparecen larvas, se llama miasis. En el caso del soldado ruso, se puede deducir que es algo no deseable, relacionado con la higiene", explica Joan Enric Torra Bou, miembro del Comité Director del Grupo Nacional para el Estudio y Asesoramiento en Úlceras por Presión y Úlceras Crónicas (GNEAUPP), y consultor para heridas. "Significa que hay moscas que han contaminado la herida".
Las larvas que se utilizan en terapia en España, por el contrario, se cultivan en laboratorio y se esterilizan con rayos gamma. Es una terapia cara, confirma Torra Bou: una "bolsita de larvas", que se crían en laboratorios del extranjero y se envían por avión, cuesta entre 300 y 400 euros. "No es una primera elección". El especialista participó en la intervención que trató al niño de 5 años en Sant Joan de Deu, y confirma que "todo había fallado" hasta entonces para tratar la herida traumática que sufría fruto de un accidente doméstico.
La terapia está autorizada en la Unión Europea como producto sanitario, pero en España solo se puede aplicar a través de la farmacia hospitalaria, una vez que se haya autorizado el uso compasivo. "Ojalá pudiera usarse más, en Atención Primaria por ejemplo", valora Torra Bou. Otro factor no menor es la "repulsión", tal y cómo figura en la literatura clínica, que este tratamiento genera en el paciente. Sin embargo, una vez se informa al paciente y a su familia, el resultado es muy bueno, incluso en casos tan sensibles. "El niño estaba encantado", confirma. "Y salvamos el miembro".