Una presión arterial alta es el principal factor de riesgo modificable de morbilidad y mortalidad a nivel mundial. Así lo concluye la última actualización de la Guía práctica de la Sociedad Europea de Hipertensión para la medición de la presión arterial, la cual compila la opinión de profesionales de varios países y especialidades para determinar qué valores son los que avisan de que una persona padece de hipertensión.
Esta dolencia, que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) sufren 1.280 millones de adultos en el mundo, se produce cuando la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias es demasiado alta, al punto de que la persona corre riesgo de rotura de vasos capilares.
"La hipertensión lo que hace es deteriorar los vasos arteriales y puede dar problemas asociados a su destrucción, como infartos, eventos cerebrovasculares, ictus, problemas renales, deterioro cognitivo, ceguera e, incluso, de disfunción eréctil", explica Diego Ruiz, enfermero de atención primaria. "Estos, además, son problemas de los que la gente no se percata, porque es un proceso a largo plazo. Piensa que se van rompiendo arterias pequeñas y, al final, el paciente se entera cuando ya no hay solución", prosigue.
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Las consultas de enfermería son el lugar al que la población debe acudir para medir la tensión arterial, aunque hay dispositivos que también permiten hacerlo desde casa. Aquí es dónde surge la duda, ¿qué valores indican normalidad o cuáles avisan de un peligro?
Falta consenso
Ruiz detalla que, desde 2017, hay cierta controversia respecto a las cifras para interpretar la tensión arterial. Al parecer, en ese año, la Asociación Americana de Cardiología (AHA, por sus siglas en inglés) publicó una nueva edición del estudio Sprint (Systolic Blood Pressure Intervention Trial) en el que cambió los límites que hasta ahora regían lo que es la hipertensión, pasando de 140/90 a 130/80 milímetros de mercurio (mmHg). Mientras, las guías europeas seguían —y siguen— manteniendo el primer valor.
Aquí, es mejor detenerse unos segundos en explicar qué significa cada cifra. La presión arterial se basa en dos componentes: presión arterial sistólica (PAS), que grosso modo mide el volumen de sangre propulsado por el corazón y se coloca en primer lugar; y presión arterial diastólica, que calcula la resistencia que oponen las arterias al paso de la sangre. Comúnmente, también se las conoce como la alta y la baja, respectivamente.
Aclarado esto, como matiza Santos Casado, jefe consultor del Servicio de Nefrología y Unidad de Hipertensión de la Fundación Jiménez Díaz, en el libro de la Fundación BBVA sobre la salud cardiovascular "no existe una frontera nítida" que separe la presión arterial normal de la hipertensión. "Delimitar estas cifras no ha sido fácil, ya que el riesgo cardiovascular se acrecienta sólo con la edad y comenzaría en cotas de presión arterial tan aparentemente normales como 120/80 mmHg, lo que significa que la definición de hipertensión tiene que ser, en cierto modo, arbitraria", escribe el experto, el cual termina, efectivamente, cifrando el consenso en 140/90 mmHg.
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"Ahora la tendencia es ser un poco más restrictivos y que el criterio sea 130/80 mmHg", aclara Ruiz, que pide a toda la población, ya sean hipertensos o no, que pasen una vez al año por la consulta de enfermería de su centro de salud para que les hagan desde allí una valoración sobre su salud arterial. "Este problema muchas veces pasa desapercibido y no da la cara", advierte.
Un problema infradiagnosticado
Sus palabras coinciden con los cálculos de la OMS, que estima que el 46% de los adultos hipertensos desconocen que padecen esta afección. Mientras, aquellos que pueden estar tranquilos son aquellos cuyos valores son inferiores a 120/80 mmHg.
Si bien, como se mencionaba al principio de este artículo, la hipertensión es un factor modificable, por lo que no es un imposible alcanzar dicha cifra para alguien con la patología. Para ello, Ruiz habla de los pilares básicos del tratamiento: reducción de ingesta de sal, mayor ingesta hídrica, más ejercicio y alimentación saludable. Por otro lado, iría la vía farmacológica, aunque eso depende de cada persona y de la valoración individual de un profesional.
En la línea de lo expresado por el enfermero, existe lo que se conoce como dieta Dash (Dietary approach stop hypertension), unas pautas alimentarias que pueden llegar a conseguir una disminución de hasta 8 mmHg de la presión arterial. Su funcionamiento se basa en la ingesta de vegetales, frutas, lácteos bajos en grasa, cereales, aves, pescados y nueces. Asimismo, restringe las carnes rojas y los dulces.
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A diferencia de lo que se pueda pensar, no hay eliminación de la ingesta de café, ya que no se ha demostrado que el consumo moderado de esta bebida incremente el riesgo de sufrir hipertensión. Si bien, como matiza Ruiz, es común que en el caso de los hipotensos, se recomiende su ingesta.
Porque, en el otro lado de la balanza de la hipertensión, se coloca la hipotensión, es decir, tener una tensión arterial baja, con valores menores a 90/60 mmHg. "Esto, por norma general, no da complicaciones a largo plazo", tranquiliza Ruiz, aunque reconoce que hay personas que pueden presentar, a causa de este problema, náuseas, cansancio excesivo, mareos o visión borrosa.
En esos casos, siempre es mejor acudir a un profesional para hacer un estudio neurológico y/o cardiológico completo para comprobar si la hipontesión es síntoma de alguna patología específica, como la enfermedad de Parkinson o la atrofia mulsistémica, un trastorno neurodegenerativo muy poco frecuente.