Personas trans, sin género, no binarios… Estos términos nos sonaban desconocidos hace no mucho, pero el debate de la Ley Trans los ha colocado en la actualidad. Ahora bien, si preguntas a personas mayores o de otras culturas probablemente te lleves una sorpresa si te dicen que estos casos tienen más años que el canalillo. Pero sí, en países como la India o México existen grupos de población que desde hace milenios se identifican con un tercer género, como las hijras o los muxes. De todas formas, este tercer género tampoco es ajeno a nuestras propias culturas ancestrales.
Esta es una de las ideas que expone el libro El arcoíris de la evolución, que fue publicado en 2013 en Estados Unidos, pero ha llegado a nuestro país traducido al español de la mano de Capitán Swing. La autora de este libro es Joan Roughgarden, bióloga doctorada por la Universidad de Harvard, profesora en la de Stanford y mujer trans. Su objetivo con este libro es demostrar que las relaciones sexuales entre individuos del mismo sexo, la existencia de géneros más allá del masculino y el femenino o el cambio de un sexo a otro siempre ha estado presente en los seres vivos y forman parte de la naturaleza.
La mayor parte del libro es un ensayo de Biología en el que se expone la existencia de muchas especies animales diversas en cuanto a sexualidad y género y cómo este aspecto tiene un papel en cada comunidad. Sin embargo, también hay sitio para repasar el recorrido cultural de nuestra propia especie y ¡sorpresa! Roughgarden afirma que la mismísima Biblia reconoce a las personas que desafían los géneros masculino y femenino ya en aquellos tiempos. Es probable que te suene la figura del eunuco si eres fanático de la cultura clásica, pero ¿quiénes eran exactamente?
El antiguo 'tercer género'
Solemos entender que la palabra eunuco hace referencia a un hombre castrado, pero no siempre es así y el concepto es algo más complicado. Según Roughgarden, una persona podía llegar a ser un eunuco por tres vías diferentes: la primera, haber nacido con genitales intersexuales cercanos a los del macho, la segunda es haber sido sometido a una atrofia de los testículos para evitar la formación de esperma y testosterona o, por último, recibir una cirugía para extirpar los genitales masculinos. La bióloga afirma que aquellos a quienes se intervenía antes de la pubertad "adoptaban características femeninas".
"Conservaban la voz aguda y el cuerpo lampiño de su juventud y a menudo les crecían senos [...]. La grasa también tendía a acumularse en las nalgas. Sin embargo, la falta de tanto testosterona como de estrógeno provocaba extremidades más largas, curvatura de la columna vertebral, osteoporosis y piel cetrina con tendencia a la aparición de arrugas prematuras", detalla Roughgarden. Estas personas llegaron a ser muy demandadas en el Imperio Romano como esclavos, pero también como funcionarios.
Pero, ¿cómo se identificaban estos eunucos? Algunos asumían los roles típicos de los hombres y otros, los de las mujeres; según el libro existen testimonios de la época en los que se cuenta que algunos vestían ropas de mujeres, se peinaban y adornaban como ellas e, incluso, entre ellos en privado se llamaban "chicas". El emperador Severo Alejandro se refirió a los eunucos como el "tercer género", tal y como recoge El arcoíris de la evolución. Hacerse eunuco, de hecho, también era en ocasiones un acto voluntario: las sacerdotisas de Cibeles, por ejemplo, cortaban sus genitales masculinos en un ritual en primavera y empezaban a vestir ropas de mujer y se dejaban el pelo largo.
En la Biblia
En la Antigüedad, la figura del eunuco es frecuente y, por eso, la Biblia recoge su existencia. Roughgarden se dedica en el libro a recopilar las citas y capítulos en los que se habla de ellos y concluye que "la Biblia ve con buenos ojos a los eunucos". Si bien en el libro del Deuteronomio se recoge que "ninguno que haya sido castrado o tenga cortado su miembro viril entrará en la asamblea de Jehová", el profeta Isaías e, incluso, Jesús de Nazaret tienen buenas palabras para los eunucos.
En concreto, se refiere al capítulo 56 del libro de Isaías, en el que el profeta declara que Jehová acepta a los eunucos que respeten el día sagrado del sábado y cumplen su voluntad; y a unos versículos del capítulo 19 del Evangelio según Mateo en el que Jesús discute sobre el matrimonio y el divorcio. En este último texto, Jesús hace referencia a que los eunucos no pueden casarse y reconoce varios tipos: los que lo son desde el vientre materno —intersexuales— y aquellos que deciden hacerse eunucos "por el reino de los cielos". Además, en el capítulo 8 de los Hechos de los apóstoles el apóstol Felipe bautiza a un eunuco.
La mayor parte del libro de Joan Roughgarden muestra la diversidad y la fluidez del género en el reino animal y, por tanto, defiende su carácter de natural. La Biblia no es un libro científico, pero le dedica algunas páginas a este asunto por su impacto en la organización de algunas sociedades, como es el caso de Estados Unidos y España. Las interpretaciones de este texto, sagrado para los cristianos, pueden ser muchas —y, sobre todo, entre quienes se declaran protestantes—, pero lo interesante para la bióloga es el hecho de que la Biblia reconoce y reflexiona sobre personas asociadas a un tercer género.