Acumulación de grasa en las arterias. EP.

Acumulación de grasa en las arterias. EP.

Salud

Arterias 'destrozadas': este es el mal hábito diario sin relación con la comida que aumenta los infartos

Aunque la dieta y el ejercicio son los principales factores de riesgo, los expertos instan a cuidar también otros aspectos de salud general.

18 febrero, 2023 01:40

El sueño de calidad es uno de los pilares básicos de la salud general y mental junto con la dieta, el ejercicio, el control del estrés y la exposición solar. Desde hace años, igualmente, se ha corroborado que los malos hábitos de sueño se relacionan con un aumento del riesgo cardiovascular, incrementando el riesgo de sufrir un infarto o un ictus a medio y largo plazo.

Ahora, un nuevo estudio publicado en el Journal of the American Heart Association termina de confirmar este riesgo. Un mal patrón del sueño mantenido de forma constante aumenta el riesgo de aterosclerosis, lo que a su vez aumentaría el riesgo cardiovascular.

Recordemos que la aterosclerosis consiste en la acumulación de depósitos grasos, conocidos como placas de ateroma, en las paredes arteriales. Estos acúmulos hacen que las arterias se estrechen y se endurezcan, reduciendo el flujo sanguíneo y por tanto la cantidad de oxígeno y nutrientes que llegan al resto del organismo.

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A largo plazo, estas placas pueden romperse y crear coágulos sanguíneos, bloqueando arterias a nivel cardíaco o cerebral, produciendo lo que conocemos como un infarto de corazón o un ictus isquémico. Y hay varios factores de riesgo que aumentarían la probabilidad de que se produzcan y se rompan dichas placas.

Uno de estos factores de riesgo, según este nuevo estudio dirigido por Kelsie Full, profesora asistente de medicina en el Departamento de Epidemiología del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt en Nashville, sería la mala calidad y escasa cantidad de sueño. Dormir una cantidad irregular de horas cada noche y quedarse dormido a diferentes horas puede aumentar el riesgo de aterosclerosis en adultos mayores de 45 años.

Para llegar a tal conclusión, Full y sus colegas analizaron datos de más de 2.000 adultos estadounidenses con una edad promedio de 69 años, con representación paritaria de sexos. El 38% de los participantes eran de origen europeo, el 28% eran afroamericanos, el 23% eran hispanoamericanos y el 11% eran de origen asiático.

Todos los participantes procedían del Estudio Multiétnico de Aterosclerosis (MESA), que incluye datos de hombres y mujeres de 45 a 84 años de edad, sin enfermedad cardiovascular clínica previa y reclutados en seis comunidades de Estados Unidos.

Entre los años 2010 y 2013, los participantes usaron un dispositivo de muñeca para medir su estado de sueño y vigilia, y también completaron un diario de sueño durante siete días consecutivos. Además, completaron un estudio del sueño en su hogar durante una noche para medir posibles trastornos del sueño relacionados con la respiración, las etapas del sueño, el despertar después del inicio del sueño y la frecuencia cardíaca.

Se definió la duración del sueño como la cantidad total de tiempo que se pasa en la cama completamente dormido, mientras que el tiempo de sueño era el tiempo que una persona se queda en la cama cada noche.

La mayor irregularidad en el número de horas de sueño para los participantes fue una variación de más de 2 horas en una semana. Aquellos con la mayor irregularidad en el tiempo de sueño variaron el tiempo en que se quedaron dormidos en más de 90 minutos en una semana.

Igualmente, se midió la presencia de placas de ateroma en las arterias de los participantes mediante un análisis de las placas grasas calcificadas de las arterias coronarias (corazón), la acumulación de placas en las arterias carótidas (cuello), el grosor de las dos capas internas de las arterias carótidas y la estrechez de las arterias periféricas (índice tobillo-brazo).

Finalmente, se tuvieron en cuenta otros datos como edad, sexo, raza, etnia, educación, ingresos anuales, horario de trabajo, tabaquismo, consumo de alcohol, actividad física, índice de masa corporal, presión arterial, hábitos de sueño habitual y horarios de trabajo (turnos de noche versus turnos de día).

Tras el análisis de todos los datos, se determinaron las siguientes conclusiones:

- Los participantes con duraciones de sueño irregulares, con variaciones de más de dos horas en la misma semana, sufrían un aumento de hasta 1,4 veces más en la probabilidad de calcificaciones en las arterias coronarias en comparación con aquellos con una duración del sueño más consistente. Estas mayores cantidades de placas de ateroma se relacionarían con un mayor riesgo de infarto de corazón o ictus cerebral.

- Los participantes con variaciones de más de dos horas de sueño en la misma semana tenían hasta 1,12 veces más probabilidades de tener placa de ateroma en las arterias carótidas, y un riesgo casi dos veces mayor de presentar resultados anormales en sus análisis de índice tobillo-brazo, una prueba en la que se compara la presión arterial en los tobillos y en los brazos.

- No hubo asociaciones entre la irregularidad de la duración del sueño y el grosor de las capas internas de las arterias carótidas.

- Los participantes que variaban más de 90 minutos en una semana tenían una probabilidad un 1,43 mayor de tener calcificaciones en las arterias coronarias en comparación con aquellos con un horario del sueño más consistente, con variaciones de 30 minutos o menos.

- Hubo poca evidencia que relacione la irregularidad del tiempo de sueño con otros marcadores de enfermedad cardiovascular.

Por todo ello, los investigadores sugieren que mantener horarios regulares y disminuir la variabilidad en el sueño puede ayudar no solo a mejorar el sueño, sino también a reducir el riesgo cardiovascular general. Se sabe que un sueño deficiente, con mala calidad y fragmentado, se relaciona con la enfermedad cardíaca general, hipertensión, obesidad, diabetes tipo 2 y otras enfermedades cardiovasculares.