Según vamos cumpliendo años, la expectativa de enamorarnos a primera vista o de que alguien se declare después de correr hasta nuestra puerta de embarque en el aeropuerto van desapareciendo. La literatura y el cine han llenado de mitos durante siglos el proceso por el que los humanos tendemos a emparejarnos: que si el amor es ciego, que si los polos opuestos se atraen… Pero, ¿qué es lo que dice la ciencia de todo esto? Advertencia: si estás acostumbrado a los romances de Disney puede que estas teorías te dejen un poco frío.
Psicólogos, biólogos o, incluso, químicos se han atrevido a explicar qué nos pasa cuando nos enamoramos y a buscarle el lado más práctico, pero quizás sean los genetistas a los que más tememos. La genética también se ha adentrado en estos terrenos pantanosos y ha llegado a la conclusión de que la manera en la que le echamos el ojo a la persona que nos gusta está determinada por nuestro ADN. "Pero ningún rasgo está condicionado al 100% por la genética", explica Manuel Pérez-Alonso, catedrático de Genética de la Universitat de València y socio fundador de Mendel Brain. "Dependiendo del aspecto, su influencia en nuestras decisiones puede estar entre el 40% y el 50%".
Con demasiada frecuencia escuchamos a gente decir que lo primero en lo que se fijó en su pareja fue en los ojos o en la sonrisa: pues bien, parece que esto no es cierto. Tanto la Universidad de Edimburgo, en el Reino Unido, como la de Queensland, en Australia, han coincidido en que lo que más nos importa es la estatura. Ahora bien, con esto no se refieren a que los altos tengan más éxito que los bajos, o viceversa, sino que, en realidad, cada uno busca una pareja con un tamaño similar al suyo.
El amor no es ciego
El estudio escocés fue publicado en la revista Genome Biology y se encargó de estudiar a una muestra de más de 13.000 parejas heterosexuales. Los autores afirman que antes de realizar este estudio ya se había observado que las parejas en general tendían a tener una estatura similar, pero no se habían aportado razones convincentes. Aunque la estatura también puede estar determinada por factores ambientales, localizaron variantes en los genes asociados a ella y concluyeron que también influyen en la elección de la pareja.
Es decir, que las personas altas tienden a buscar personas altas por genética. A esta misma conclusión llegó la Universidad de Queensland que, en este caso, estudió hasta 24.000 matrimonios: en su estudio, que fue publicado en Nature Human Behaviour, los autores sostienen que buscamos que nuestra pareja tenga una genética similar a la nuestra. En concreto, se observó una fuerte correlación en la pareja entre sus marcadores genéticos que determinan la altura, nuevamente. También encontraron índices de masa corporal (IMC) similares, pero no fueron tan determinantes como la altura.
[Por qué las huellas dactilares son únicas para cada persona: un estudio descubre cómo se forman]
"Está claro que el amor no es completamente ciego, pero no todo es el físico. La última elección está en la mente, pero incluso en este aspecto la genética tiene mucho que decir porque influye en el comportamiento", explica Pérez-Alonso. Si bien es cierto que se observa una tendencia a que las parejas sean similares físicamente, el catedrático de la UV explica que esto no es una ley: "Las personas de todas partes del mundo nos parecemos más de lo que pensamos, a todos nos gusta reír y vivir en sociedad. A muchas parejas les une la pasión por la música o por el deporte". En este sentido, las semejanzas trascienden lo físico.
Oxitocina y matrimonio
Los estudios sobre genética también han demostrado tener mucho que decir sobre la calidad de un matrimonio. Richard Mattson es profesor de Psicología en la Universidad de Binghamton en Nueva York y ha realizado un estudio con genetistas y neuroendocrinólogos. Su objetivo era estudiar el gen que regula los receptores de oxitocina, la hormona que se conoce como la hormona del amor. Esta sustancia se ha relacionado también con la empatía y la capacidad de dar apoyo, unas características que el psicólogo considera claves para un matrimonio feliz.
El equipo a cargo de la investigación reclutó a 79 parejas heterosexuales, les pusieron a conversar sobre sus problemas y les realizaron un test genético. Mattson explica que se observó que cuanto mayor era la calidad del apoyo, mayor era la calidad matrimonial observada, pero, además, se dieron cuenta de que las variantes de los genes observados también determinaban cómo una persona percibía el apoyo de su pareja. "Sin duda existen rasgos genéticos que son interesantes a la hora de emparejarnos y es posible que en el futuro haya un Tinder genético", aventura el genetista.
A pesar de que Pérez-Alonso piensa que sólo un test genético no puede adivinar quién puede ser tu pareja ideal, sí que considera que realizarlo en pareja puede ayudarnos a conocernos y a mostrarnos mejor. "Vienen tiempos en los que la genética va a ser una gran herramienta de autoconocimiento y también puede ser de ayuda para buscar tu media naranja", explica. En nuestra personalidad podemos encontrar rasgos que conducen a una vida más feliz en pareja y a los que podemos tener una tendencia natural por la genética. Tal y como explican en la página web de Mendel Brain, la extraversión, la responsabilidad, la amabilidad, la empatía y la apertura a la experiencia.