El psicólogo que escapó de la peligrosa 'secta' de la Gestalt: "Todas las semanas recibo amenazas"
Luis Miguel Real estudió y ejerció como terapeuta Gestalt hasta que comprobó que no estaba beneficiando a sus pacientes.
6 marzo, 2023 02:21Cuanto más tiempo y dinero inviertes en algo, más difícil es rectificar. Luis Miguel Real, sin embargo, lo hizo: tras licenciarse en Psicología por la Universidad de Valencia estuvo tres años formándose en terapia Gestalt y otros tres ejerciéndola de forma entusiasta. Hasta que se dio cuenta de que algo no encajaba, de que sus pacientes no mejoraban, y comenzó su escepticismo. Costó, porque "tiene elementos de religión, de secta", pero acabó abandonándola. A partir de ahí, "todas las semanas recibo correos con amenazas".
Este tipo de terapia, muy popular por conjugar una imagen de profundidad académica y espiritualidad new age, no tiene respaldo científico detrás. Es decir, que no se ha demostrado eficaz en resolver los problemas de las personas que acuden a ella.
El Observatorio contra las Pseudociencias, Pseudoterapias, Intrusismo y Sectas Sanitarias de la Organización Médica Colegial la califica de "pseudopsicoterapia ampliamente utilizada con objetivos de manipulación del pensamiento en movimientos de riesgos sectario".
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Real lo vivió en primera persona. "Es muy difícil salir de una secta por una cuestión de identidad, de disonancia cognitiva. En el momento en que se presentan ideas contrarias, sufrimos mucho estrés psicológico", tanto el paciente como el terapeuta.
Porque, cuando alguien pone en duda el proceso terapéutico, desde un lado u otro, "te van a decir que pones resistencia al proceso, que hay que tener fe". Quien se lleva la peor parte, claro, es la persona que ha acudido con un problema. "Eso es una manera de culpabilizar al paciente, el terapeuta no se responsabiliza de absolutamente nada".
Conversando con EL ESPAÑOL desde su actual residencia en La Haya (Países Bajos), el psicólogo recuerda cuándo oyó hablar por primera vez de la Gestalt. "Yo estaría en cuarto de carrera y nos tocaba elegir prácticas". La facultad de Psicología de la Universidad de Valencia –"que promociona muchas pseudoterapias"– incluía entre las opciones un centro donde se ponía en práctica esta terapia.
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Resultó que las prácticas no eran prácticas sino una especie de curso introductorio a la Gestalt. Todos los viernes por la tarde se pasaba dos o tres horas haciendo talleres y ejercicios con otros estudiantes. "El objetivo era vendernos la formación". Así fue: tras acabar las prácticas, estuvo tres años formándose en terapia Gestalt.
Lo que le llamó la atención era cómo se vendían con "frases bonitas" y se definían como alternativos, diferentes al resto de terapias con evidencia científica, "a las que calificaban de frías, superficiales".
El pasado como excusa
No hay que confundir la psicología de la Gestalt con la terapia del mismo nombre. La primera fue una escuela teórica alemana surgida a principios del siglo XX y que enumeró una serie de reglas sobre nuestra forma de percibir el mundo.
La terapia Gestalt viene también de Alemania, pero tiene más que ver con el psicoanálisis. Fritz Perls fue un médico judío alumno de Sigmund Freud que huyó, primero a Sudáfrica y luego a Estados Unidos, tras el auge del nazismo.
En 1952 se abre el primer Instituto Gestalt en Nueva York. El nihilismo del psicoanálisis estaba quedando atrás y comenzaban a surgir las escuelas humanistas, que buscaban un enfoque mucho más positivo de la mente humana.
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Uno de los muchos centros actuales de Gestalt en España la define como una psicoterapia que se centra en el desarrollo personal concibiendo al ser humano como una entidad completa formada de cuerpo, mente y alma. La terapia buscaría aumentar la conciencia de uno mismo y la responsabilidad sobre sus pensamientos y conductas, pero también abordar las situaciones del pasado que todavía hoy repercuten en su bienestar.
En la práctica, esto se reduce a que "le preguntas a la persona qué tal le ha ido el día y, a partir de ahí, te pones a picotear", afirma Real. En esa improvisación, en lugar de establecer objetivos terapeúticos y pactar con el paciente la forma de conseguirlos, el terapeuta busca ligar sus preocupaciones con hechos del pasado o sus relaciones familiares. "No van a tardar ni dos sesiones en preguntar qué tiene que ver eso con tu infancia", sostiene. "La persona sale con la sensación de que ha descubierto un recuerdo olvidado que explica lo que le pasa", aunque se trate de algo anecdótico.
El otro punto que le olía raro a este psicólogo era la exageración de las emociones. "Si no te pones a llorar en la sesión te dicen que estás bloqueando cosas. No estás avanzando si no te pones a llorar". El terapeuta busca provocar la catarsis, haciendo que el paciente "le de hostias a un cojín y le grite todo lo que le salga. Después de esa tensión, el paciente siente alivio: te dicen que es porque estás sanando cuando, en realidad, es una reacción natural después de gritar".
De hecho, las catarsis no ayudan a gestionar las emociones sino todo lo contrario, refuerzan la conducta agresiva. "Aumenta la probabilidad de que en el futuro reaccione de forma violenta con otra persona".
No mejoras porque no te esfuerzas
El golpe definitivo para la Gestalt fue el comprobar cómo pasaba el tiempo y los pacientes no mejoraban. "A nivel ético, me hizo sentir muy mal como profesional. Volví a las terapias cognitivo-conductuales [estas sí validadas científicamente] y vi que mis pacientes empezaban a mejorar muy deprisa, les podía dar el alta a las pocas semanas". Aquellos de sus pacientes que decidieron quedarse en el centro Gestalt todavía siguen yendo a consulta, cuatro años después.
Real no duda en calificar todo lo que rodea a esta pseudoterapia como de secta. Procuran que la persona esté todo el tiempo posible yendo a consulta. Sin embargo, si la terapia no funciona, la culpa es del paciente, por no haber trabajado lo suficiente.
Algo parecido le sucedió en lo profesional. "Sufrí mucho estrés psicológico", confiesa. "A nivel personal, fue un proceso difícil reconocer que no funcionaba, que había dedicado varios años de mi vida a una pseudoterapia. Fue duro: nos esforzamos en creer que está funcionando porque gastamos tiempo y dinero".
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Ahora pasa consulta online desde Países Bajos, a donde se mudó con su pareja, y divulga sobre la psicología en su blog, su cuenta de Twitter y en YouTube. También ofrece su experiencia sobre la Gestalt, y eso no le sale gratis. "Todas las semanas me llegan correos electrónicos con amenazas, me insultan en redes sociales. La gente que conocía del grupo Gestalt, en cuanto vieron que hacía un vídeo crítico, empezó a decirme de todo. Hablan mucho de no juzgar pero, a la que te pones un poco crítico o escéptico, te sacan todas las armas".
No es el único. Recientemente, la Asociación Española de Terapia Gestalt presentó una demanda contra el Instituto Salud Sin Bulos, que se dedica a luchar contra la desinformación en el ámbito de la salud, por incluir a la Gestalt en su documento 'Los retiros más peligrosos para la salud'.
Las universidades y colegios de psicólogos prefieren mirar para otro lado. "Es un problema de base, los pseudoterapeutas están dentro de las juntas directivas de los colegios, estos ofrecen talleres y formaciones sobre un montón de pseudoterapias, ganan dinero con sus pacientes, vendiendo formaciones, etc. Hay un montón de colegios que son extremadamente corruptos porque están liderados por pseudoterapeutas. Lo mismo ocurre con las facultades de Psicología, donde dan esas materias o tienen demasiada tolerancia".
No pierde la esperanza. Aunque no conoce personalmente a compañeros que hayan ejercido la Gestalt y la hayan abandonado, sí le han escrito un buen puñado de psicólogos en formación que comienzan a tener dudas.
Pero la Gestalt no está sola. Son numerosas las pseudoterapias que ponen el foco en la persona, desde los coaches hasta el eneagrama, "hacen creer que todo lo que está pasando tiene que ver con traumas del pasado y no con las circunstancias, nos dicen que todo el poder está en nuestro interior. Tú tienes el poder de quitarte los problemas de encima pero claro, si no lo haces, también tienes la culpa". Y saca a relucir una frase común entre los compañeros: "A algunos no les hace falta un terapeuta sino un sindicato".