Ponerse un traje de baño en público después de 20 años o dejar atrás intentos suicidas. Estas son algunas de las historias que el doctor Richard Fakin (Liubliana, 1982) guarda en el recuerdo tras realizar más de 1.000 intervenciones quirúrgicas. En un primer momento, Fakin se dedicaría a la cirugía cardiovascular. Pero se cansó pronto, a los 26 años. "No me veía repitiendo este tipo de intervenciones toda mi vida laboral". Su alternativa fue la cirugía estética ya que tiene más subespecialidades. Una de ellas es la reasignación de género quirúrgica, en la que Fakin es especialista.

Para mejorar en esta técnica, se marchó a Tailandia; en concreto a la clínica del doctor Preecha Tiewtranon. "Fui uno de los últimos que operó con él". A su vuelta a Europa, aplicó la técnica tailandesa, que se caracteriza porque ahora es sólo una intervención y al paciente se le da el alta en una semana.

La decisión de acudir al país asiático fue racional, no así la de tener una clínica en España. "Fue una decisión personal. Adoro Madrid y adoro España". Así es, este cirujano podría haberse quedado con su "trabajo estable en Suiza", donde dirigió el programa de reasignación de género en el Hospital Universitario de Zúrich. Pero no lo hizo, y no se arrepiente de ello.

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Fakin ha percibido que los jóvenes cada vez se someten a una edad más temprana a intervenciones estéticas. Lo achaca a la prensa, la publicidad y las redes sociales. Pero no sólo este grupo de población. Los adultos también se realizan este tipo de operaciones con más frecuencia. De hecho, la Covid-19 no afectó a la cirugía estética, sino todo lo contrario: "Tal vez la gente se veía más tiempo delante de una pantalla y quería cambiar un aspecto de su físico". 

¿Siempre tuvo claro que quería ser cirujano plástico?

No, al principio quise dedicarme a la cardiocirugía. Y lo hice durante casi dos años. Pero me di cuenta de que se trataba de una labor un poco repetitiva: son cuatro o cinco intervenciones que terminas repitiendo a lo largo de toda tu vida laboral. Las intervenciones de los cardiólogos son menos invasivas, y yo quería realizar una cirugía que fuera más variada. Por eso me decanté por la cirugía plástica, que va desde la cabeza hasta los pies. Además, tienes muchas subespecialidades: cirugía de la mano, cirugía reparadora o cirugía transgénero, entre otras.

Así que como me parecía lo suficientemente interesante como para hacer el resto de mi vida, cuando tenía 26 años abandoné la cardiocirugía para cambiar de especialidad en el Hospital Universitario de Zúrich, donde fui jefe médico clínico en la División de Cirugía plástica.

¿Se cansó demasiado pronto de la cardiocirugía?

No, no es que estuviera cansado. Simplemente es que no veía dedicándome 40 años a la cardiocirugía.

¿No se arrepiente entonces?

Para nada. Estoy encantado. Me di cuenta a tiempo de que mi futuro estaba en la cirugía plástica.

Se ha formado en una gran variedad de lugares, Austria, Italia, Reino Unido o Estados Unidos. Pero no en España. ¿Por qué decidió que una de sus clínicas estuviera en este país?

En esta ocasión fue por un motivo personal. Adoro Madrid y adoro España. Estuve viviendo 15 años en Suiza y tenía la sensación de que la vida es demasiado corta como para pasarla en un mismo lugar. Buscaba un ambiente que me apeteciera más. Barajé la opción de Italia, ya que tengo orígenes allí, pero me decanté por España porque me pareció un país espectacular. La gente, la luz, el cielo de Madrid.

Fue una decisión no muy racional por mi parte la verdad. De hecho, no hablaba nada de español. Muchas personas me decían que era una locura porque tenía un buen trabajo en Suiza. No tenía la necesidad de cambiar nada en mi vida. Pero cuando uno tiene algo tan claro no piensa siquiera en la alternativa. Para no arrepentirse toda la vida, a veces tenemos que arriesgarnos. Lo peor que podía pasar es que tuviera que volver a Suiza.

Algunos de sus compañeros en España han denunciado el intrusismo en determinados tratamientos con carácter estético. ¿Diría que existe intrusismo en su profesión?

Diría que el intrusismo ocurre en todo el mundo, pero sí que es cierto que en España sucede un poco más en comparación con otros países porque la cirugía estética no está protegida legalmente como debería. También hay muchas clínicas low cost en España. Además, los impuestos influyen. En Suiza, por ejemplo, no existen, mientras que aquí tenemos un IVA del 21%.

¿Por qué terminó formándose en cirugía transgénero en Tailandia, también fue una decisión personal?

No, en este caso fue una decisión completamente racional. Era jefe médico clínico en la División de Cirugía plástica en el Hospital Universitario de Zúrich, donde se utilizaban una técnica europea que se quedaba antigua. Me parecía necesario modernizar tanto la técnica quirúrgica como el postoperatorio. Así que el centro de referencia era el Preecha Aesthetic Institute (PAI) en Tailandia, que dirigía el doctor Preecha. Este revolucionó la cirugía transgénero a lo largo de sus 40 años de carrera. Yo fui uno de los últimos que operó con él. Así, cuando volví a Suiza y apliqué la técnica tailandesa, comprobamos que los resultados eran superiores a la técnica europea. La sigo aplicando desde hace ocho años ya, con muchas menos complicaciones y con mucho más éxito.

¿En qué se diferencia la técnica tailandesa?

En primer lugar, se trata de una sola intervención, y no dos, como en la técnica europea. En cuanto al postoperatorio, la diferencia está en que ya no se quedan 12 días sino que el alta se realiza a la semana.

Luego, desde el punto de vista quirúrgico, reconstruimos toda la vulva exterior, que serían labios mayores, menores, clítoris y la uretra y la cavidad vaginal. Con la técnica que estamos llevando a cabo no hemos tenido ningún problema por la forma en la que se realiza: se reconstruyen los labios menores, que no es una técnica muy habitual. Siempre se utilizaba la piel y el paciente quedaba con complicaciones porque la cavidad no tenía bastante profundidad. Una de las complicaciones más comunes en este tipo de cirugía se conoce como estenosis uretral, que llega a imposibilitar la micción del paciente.

¿Cuál diría que es el perfil de quienes se someten a la reasignación de género quirúrgica?

A la mitad de pacientes que tenemos realizamos las reasignaciones de género. Es más común en mujeres trans. Pese a que las estadísticas no son muy claras, diría que la incidencia es diez veces mayor en mujeres trans. En este sentido, la vaginoplastia es el tipo de cirugía a la que más suelen recurrir.

¿Tienen un rango de edad que predomine por encima del resto?

No, en este aspecto el tipo de paciente que acude es muy variado. Hemos tenido desde pacientes con 17 años hasta los 82 años.

¿Han realizado una reasignación de género a una persona de 82 años?

Sí, era una señora americana que tenía el deseo, después de toda su vida, de morirse como una mujer. Sin embargo, este caso no deja de ser un extremo. No existe un perfil claro, depende de muchas circunstancias. Eso sí, cada vez son más las personas jóvenes, entre los 22 y los 28 años, que se someten a este tipo de intervenciones.

En lo que respecta a la cirugía estética, ¿ha percibido un aumento en los últimos años?

Los números muestran un crecimiento discreto. La pandemia no provocó una caída, sino todo lo contrario, vimos una subida.

¿La gente estaba más preocupada por su físico cuando estábamos confinados?

No diría que estaban más preocupados por su físico. Era una cuestión en la que entraban en juego varios factores paradójicos. Como mucha gente teletrabaja, se veían más tiempo en la pantalla y tal vez así se dieron cuenta de que querían mejorar algún aspecto de su físico. Pero también se debe a que en la sociedad actual la estética es muy importante. Una persona con la piel bien se relaciona con un buen estilo de vida.

¿Ha desaparecido el mito de que sólo las mujeres se realizan retoques estéticos?

Sí, en el caso de los hombres hemos notado un incremento. Claramente, el motivo de la intervención es distinto. Ellos piden algo que realmente es muy sencillo, como, por ejemplo, la blefaroplastia, que supone la extirpación de una parte sobrante de la piel del párpado inferior. Así, en unos 40 minutos, bajo anestesia local, se solucionan muchas condiciones que suponían una molestia para el paciente. Muchos hombres se han dado cuenta de que la cirugía estética ya no es una cuestión únicamente femenina.

¿Tiene la sensación de que realiza operaciones de cirugía estética a pacientes cada vez más jóvenes?

En los últimos cinco años los pacientes son cada vez más jóvenes, sobre todo en el campo de la cirugía estética, donde empezamos a los 18 años.

¿Ha operado a pacientes con 18 años?

Sí.

¿Cree entonces que ahora tenemos más complejos con nuestro físico?

No. Creo que estamos más expuestos a un ideal de belleza, por la prensa, la publicidad y las redes sociales. En estas últimas todo el mundo parece guapo, rico y con una vida perfecta. Y cada vez son más los jóvenes que están expuestos a esta imagen que no deja de ser falsa. Pero es un tema que se debe abordar con más educación.

¿Hay más preocupación por las redes sociales?

Sí, y sobre todo en los jóvenes. Aunque también existen las personas que quieren exagerar. Y así como los pacientes tienen el derecho a elegir a su cirujano, nosotros también podemos elegir a nuestros clientes. Esto depende de la moral de cada uno. Cuando nos piden algo extremo o exagerado podemos decir que no.

¿Ha dicho alguna vez que no?

Sí, sobre todo cuando una persona no tiene una visión realista del resultado que se puede obtener. Es importante que el paciente sea consciente de hasta qué punto se puede realizar la intervención. Sin embargo, existe un cliché en la cirugía estética. Se piensa que la gente es adicta a los retoques, y no es así. La mayoría reconoce un problema y lo quiere solucionar.

¿Qué le diría a quienes demonizan la cirugía estética?

Cada uno tiene derecho a tener sus propios criterios y hasta que no hagan daño a una tercera persona vivir la vida como quieran. La mayoría es consciente de que no existe una necesidad para demonizar la cirugía estética. Demonizar la cirugía estética sería utópico.

¿Qué piensa cuando ve algunos famosos que se someten a intervenciones quirúrgicas con resultados no muy naturales?

Se trata de casos extremos. La pregunta también estaría en que hasta qué punto casos como, por ejemplo, el de Madonna quieren provocar. En este caso, ha sido una mujer que durante toda su vida ha revolucionado el mundo a través del arte y su estilo. Puede que ahora lo esté haciendo de otra manera. Al final, son ejemplos en los que nos damos cuenta y la gente piensa “¡qué horror!”. En cambio, cuando alguien obtiene un buen resultado con la cirugía estética se suele decir "¡qué bien lleva esta persona la edad’".

Ha realizado más de 1.000 intervenciones quirúrgicas. ¿Guarda especial recuerdo de alguna de ellas?

Tengo muchas historias emotivas, sobre todo en la reasignación de género, ya que cambia la vida del paciente. Recuerdo el caso de una chica de Irlanda a la que operé en Madrid. Tres años más tarde cené con ella y su pareja. Esta me contó que, por el 30 cumpleaños de mi paciente, les regalaron un viaje a Berlín. El hotel tenía piscina. Y fue la primera vez en 20 años que esta chica se puso un traje de baño y nadó en público. Lo podemos considerar como algo normal, pero no lo es.

La otra historia también es la de una chica trans que se sometió a una vaginoplastia. En su preparatorio nos comentó que tuvo varios intentos de suicidio, vivía prácticamente en una clínica psiquiátrica. La única persona que tenía en su vida era su madre. Casualmente, esta vino a la clínica unos años más tarde. Le pregunté por su hija, y me respondió que se había independizado y que estaba a punto de casarse. Con una cirugía le podemos regalar la vida a alguien para que disfrute de los placeres que esta le ofrece.

Usted ha realizado intervenciones también en África. ¿Qué ha aprendido de sus viajes a este continente?

He aprendido que sobre todo hay que agradecer el mundo en el que vivimos. Estar contentos con todo lo que tenemos y apreciarlo. No es normal tener todos estos privilegios. Ahora vemos como algo normal el tener asistencia sanitaria universal. Debería ser normal que nos podamos curar de un cáncer. En África, lamentablemente, no lo es todavía.