Ya van cuatro pacientes curados de VIH. El primero de ellos fue el estadounidense Timothy Ray Brown, conocido como el 'paciente de Berlín'. Vivía en esta ciudad cuando se contagió del virus en 1995. En 2008 dejó de tomar antirretrovirales y volvió a tocarlos hasta su muerte en septiembre de 2020.
En 2016, otra persona con VIH dejó de tomar los medicamentos. Se trata del 'paciente de Londres', que a día de hoy sigue sin rastro del virus en su cuerpo. Solo un año después también abandonaron la medicación el 'paciente de Dusseldorf' y la 'paciente de Nueva York'. Estos dos últimos casos se han dado a conocer este año; los anteriores saltaron a los medios en 2011 y 2020.
Parece que las curaciones del VIH comienzan a acumularse a cada vez mayor velocidad. Esto puede dar una falsa esperanza a los casi 40 millones de personas que conviven con el virus en todo el mundo, más de un millón de ellas infectadas en el último año.
[Primer caso de "curación funcional" del VIH en España: una paciente lo controla sin medicación]
Porque estos casos son excepcionales y no se pueden generalizar. Aunque suponen un hito para la ciencia y abren nuevos caminos a la investigación del virus, hay varias razones por las que estas curaciones no dejarán de ser únicas y debe buscarse la forma de acabar con la lacra mundial del VIH por otros medios.
Los cuatro se curaron porque fueron sometidos a trasplantes de médula, un procedimiento por el cual se introduce en el paciente células madre que fabrican células inmunes. Estas no están infectadas con el VIH y, además, tienen una mutación en el gen CCR5 que lo inactiva y les confiere resistencia frente a la infección.
Para ello, primero tuvieron que librarse de sus propios linfocitos, infectados por el VIH. Lo hicieron a través de quimioterapia, que fulminó las defensas de los cuatro pacientes para dejarlos listos para recibir las células madre donadas. Pero este procedimiento no está exento de riesgos: al borrar de un plumazo el sistema inmune, todo el cuerpo quedaba a merced del más mínimo ataque externo.
Fulminar la fábrica de defensas
"Es un procedimiento que no es aconsejable generalizar", explica Eduardo López Collazo, jefe del grupo de Grupo de Inmunidad Innata del Instituto de Investigación del Hospital La Paz, Idipaz. "Se necesita fulminar la 'fábrica' de células de las defensas y poner una nueva. En esta nueva se busca un donante que tenga bloqueada la puerta de acceso al VIH en sus células", señala, pero el proceso "es algo agresivo".
Javier Martínez Picado, investigador ICREA en IrsiCaixa, explica que la intervención es de alto riesgo. "Muchas personas fallecen por infecciones o enfermedad del injerto contra huésped, está reservada para pacientes que tienen riesgo de fallecer y no es escalable a todas las personas con VIH".
Picado formó parte del equipo que trató al 'paciente de Londres' y cuenta que esta técnica se utilizó en otra personas que, lamentablemente, falleció a los pocos meses.
[Descubren una nueva variante del VIH más dañina y transmisible que las ya conocidas]
El trasplante de médula es un procedimiento que lleva utilizándose desde hace más de cuarenta años como tratamiento de cánceres hematológicos, los que afectan a los sistemas circulatorios del cuerpo humano (sangre y linfa).
Los cuatro pacientes tenían estos tipos de cáncer. Por tanto, la razón del trasplante de médula como opción de tratamiento no se dio para el VIH sino para los tumores. Esto supuso una ventana de oportunidad para los médicos de investigadores, intentando matar dos pájaros de un tiro: tratar la leucemia y acabar con el VIH.
No es oro todo lo que reluce: el paciente de Londres murió en septiembre de 2020 por agravamiento de su leucemia. Esta acabó extendiéndose a su cerebro y su médula espinal y, cinco meses después, murió con 54 años.
Por eso, los clínicos no ven esta técnica más allá de una "prueba anecdótica, de concepto", considera Vicente Estrada, especialista en enfermedades infecciosas del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
"Los fármacos actuales son tan seguros que cualquier alternativa tendría que ser muy económica, sencilla y sin efectos secundarios", apunta. En la actualidad, los pacientes hacen vida normal tomando una sola pastilla (que en realidad son varias en una) diaria, o inyectándose cada dos meses un fármaco, "y esperamos que dentro de poco se haga cada seis".
Estos fármacos logran que el virus no se replique pero los reservorios permanecen intactos. Por eso, apunta que, "desde el punto de vista conceptual", alcanzar la curación es algo muy significativo. "Es mucho mejor que tener que tomar una pastilla".
La cura del VIH, más cerca
A pesar de que esta técnica no sea para todos los pacientes con VIH, sí que abre una posibilidad para generalizar su curación en el futuro. Es en lo que trabaja el equipo de Martínez-Picado: "Ya hemos pasado de una observación de un caso a una intervención médica, aunque es de alto riesgo. Ahora estamos buscando la forma de hacerla escalable".
El objetivo no es introducir células inmunitarias donadas sino modificar las del paciente. Mediante aféresis se extraen los linfocitos T CD4+, se inhabilita la función del gen CCR5 y se reintroducen. Así no habría problemas de incompatibilidad, ya que encontrar un donante compatible con el paciente y con el gen mutado es casi como buscar una aguja en un pajar, "la probabilidad es casi de uno entre un millón".
Martínez-Picado apunta que, una vez conseguido este hito, el objetivo será escalar la técnica para hacerla más asequible. "La Fundación Bill y Melinda Gates está haciendo un esfuerzo por llevar terapias génicas a países en desarrollo", recuerda.
Más allá de la terapia génica, la investigación sobre la cura del VIH pasa por la "modulación de latencia viral", inactivando el ADN del virus integrado en las células infectadas. También están las vacunas terapéuticas y los anticuerpos monoclonales, aunque los últimos reveses han alejado un poco más ese sueño.
Vicente Estrada, por su parte, reconoce que sus pacientes le preguntan cada vez que sale alguna noticia sobre el VIH. "Pero al final lo importante es que quien tiene VIH lo sepa, que esté bien diagnosticado, y asegurarse de que todo el mundo toma la medicación y se encuentra bien". Con los pies en el suelo.