La enfermedad de Alzheimer tiene nombre de mujer. No por Auguste, la paciente 'cero' de su descubridor Alois Alzheimer, sino porque ésta es una patología que afecta mucho más al género femenino. Se estima que ellas constituyen dos tercios de su población doliente, algo que confirman las cifras de nuestro país. Según la encuesta de discapacidad, autonomía personal y situaciones de dependencia de 2020, de los 240.000 diagnosticados en España —la Sociedad Española de Neurología (SEN) cree que es un dato muy superior—, 163.000 son mujeres. La pregunta es, ¿por qué?
La respuesta a esta cuestión ha acumulado diversas hipótesis, entre ellas, que las féminas viven más. En 2020, un estudio publicado en Neurology esbozó la hipótesis de su relación con la menopausia, algo que confirmaría una nueva investigación que acaba de ver la luz en JAMA Neurology. No obstante, este trabajo ha ido un paso más allá y ha trazado una relación entre la menopausia temprana, la terapia hormonal y la enfermedad.
"Hasta un 10% de las mujeres experimentan menopausia prematura y nuestros hallazgos sugieren que una edad más temprana en la menopausia puede ser un factor de riesgo para la demencia por enfermedad de Alzheimer", explica Gillian Coughlan, investigadora del departamento de Neurología del Mass General Brigham, una red de hospitales estadounidenses con sede en Boston, y una de las autoras del estudio.
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La menopausia, realmente, es la fecha de la última menstruación, algo que suele ocurrir entre los 45 y los 55 años. Esta etapa implica que cesa la actividad ovárica y, con ello, se produce una caída en la fabricación de las hormonas femeninas, estrógenos y la progesterona. Si este proceso arranca antes de los 40, se considera menopausia temprana y, aunque no hay datos españoles sobre su epidemiología, las guías americanas lo sitúan en una media del 5% de las mujeres.
La hipótesis del estrógeno
Lo que ocurre con los estrógenos es que no sólo están relacionados con la producción ovárica. También están asociados a procesos mentales como el aprendizaje y la memoria, por lo que su caída después de la menopausia podría favorecer una predisposición a cambios cerebrales relacionados con el alzhéimer.
Esto es lo que se conoce como la "hipótesis del estrógeno" y tiene sentido que, si su efecto protector desaparece antes, haya una mayor predisposición al alzhéimer. De hecho, lo que vieron los investigadores fue que las mujeres que habían vivido la menopausia temprana tenían una mayor acumulación de proteína tau, relacionada con la enfermedad. El depósito, además, se localizaba en la corteza entorrinal y el lóbulo temporal inferior, situadas cerca del centro de la memoria del cerebro.
Eso sí, había un gran pero, en el buen sentido. Los profesionales se percataron de que aquellas mujeres con menopausia precoz que habían utilizado pronto terapia hormonal no mostraban niveles tan altos de acumulación. "Descubrimos que los niveles más altos de tau sólo se observaban en las usuarias de terapia hormonal que declararon un largo retraso entre la edad de la menopausia y el comienzo de la terapia hormonal", indica por su parte Rachel Buckey, otra de las autoras del estudio y miembro del departamento de Neurología del Hospital General de Massachusetts (EEUU).
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"La idea de que el depósito de tau pueda subyacer a la asociación entre la intervención tardía de la terapia hormonal y la demencia de la enfermedad de Alzheimer es un hallazgo enorme, algo que no se había visto antes", remacha.
El entusiasmo de las palabras de la neuróloga deriva de la gran polémica que protagonizó la terapia hormonal años atrás y que se habría ido superando poco a poco. Este tratamiento, que ha demostrado eficacia para paliar los efectos más desagradables tras la menopausia, cayó en desgracia en 2002, cuando el estudio Women's Health Initiative (WHI) lo asoció a un mayor riesgo de cáncer y otras enfermedades.
La polémica continúa
Estudios posteriores fueron matizando los resultados del WHI, argumentando que, por ejemplo, la casuística podía tener más que ver con la edad de las participantes, con una media de 63 años. Ahora, Joann Manson, jefa de la división de Medicina Preventiva del Brigham and Women's Hospital y una de las investigadoras principales del WHI, confirma que los hallazgos de aquel trabajo "posiblemente" pudieron ser debidos al inicio de la terapia hormonal muchos años después del inicio de la menopausia. "Cuando se trata de terapia hormonal, el momento oportuno lo es todo", sentencia.
Esta es la primera investigación que traza tal relación y, por lo tanto, se necesitan más estudios y ensayos que confirmen el posible efecto protector de este tratamiento. Mientras, es conveniente aclarar que, pese al miedo que suscitó en aquel momento, las hormonas que se utilizan han evolucionado.
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Los más prudentes, no obstante, continúan con la búsqueda de otros métodos de paliar el potencial peligro de la menopausia para el desarrollo de alzhéimer. Es más, otra de las firmantes del estudio que nos compete, Gilliam Coughlan, del departamento de Neurología del Hospital de Massachusetts, sí que afirma que "la terapia hormonal puede tener efectos negativos sobre la cognición", pero "sólo si se inicia varios años después de la menopausia". Por eso, insiste en la aplicación temprana del tratamiento, pero no varios años después.
Aun así, para cortar de raíz con la terapia hormonal y evitar cualquier peligro, una neurocientífica de la Universidad Wisconsin-Milwaukee (EEUU), Karyn Frick, trabaja intentando comprender cómo actúa el estrógeno en el cerebro y encontrar así una manera de sustituirlo de sin tener que recurrir a este tratamiento.
La esperanza en su investigación es muy alta y, de hecho, hace poco recibía una gran subvención de la asociación de pacientes estadounidense para que continuara con su labor. "Nos estamos acercando bastante. Los resultados, hasta ahora, parecen alentadores", declaraba para un medio local. A la espera de su trabajo y confirmaciones del publicado en Jama Neurology, queda decir que sólo el tiempo volverá a demonizar o dará su definitiva redención a la terapia hormonal.