El párkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa con mayor incidencia en el mundo. Se estima que más de siete millones de personas conviven con ella. En España, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), son 150.000 las afectadas. Pese a estas grandes cifras, parece que todavía flota un halo de desconocimiento en torno a la patología, sobre todo en lo que acontece a la identificación de sus síntomas tempranos por parte de la población.
Pongamos un ejemplo. Si uno piensa rápidamente en el párkinson, lo primero que le vendrá a la cabeza es el temblor. Este síntoma es quizá el más representativo, pero los expertos advierten que hay otros que se manifiestan años antes que los problemas motores, como la pérdida de olfato. Tenerlo en cuenta es garante de un diagnóstico temprano, algo que puede ser clave a la hora de acceder a los tratamientos adecuados.
Desde la Fundación Michael J. Fox son conscientes de ello. Por eso, tienen en marcha un macro estudio en el que están estudiando cómo de estrecha es la relación entre la pérdida de olfato y la enfermedad de Párkinson, que celebra este 11 de abril su día mundial. "La mayoría de nosotros no pensamos en el sentido del olfato hasta que desaparece", explica desde la entidad Alfred Marc Iloreta, profesor asistente de otorrinolaringología en el hospital Mount Sinai (Nueva York, Estados Unidos). "Esto puede ser un signo de enfermedad cerebral, como el párkinson, por lo que es importante buscar consejo profesional médico", aconseja.
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En su caso detalla que, cuando llega alguna persona refiriendo pérdida de olfato, lo primero que hace es buscar alergias, sinusitis y otras causas plausibles comunes. Si ninguno está presente, deriva al neurólogo para una exploración adicional. "He tenido algunos pacientes con pérdida del olfato como primer signo de enfermedad de párkinson", confiesa.
El signo más común
Según unos resultados publicados hace unos meses en base a los datos que están recabando desde la Fundación Michael J. Fox, la hiposmia, es decir, la reducción de la capacidad para percibir olores o distinguirlos, es el síntoma no motor más usual en personas diagnosticadas con párkinson de inicio temprano. En concreto, un 37% de los 9.814 participantes sufría de este problema. "El escenario más común es que una persona reciba un diagnóstico de párkinson y que luego se dé cuenta de que anteriormente había perdido el olfato y conectaba el síntoma con la enfermedad", prosigue Iloreta.
Así fue, exactamente, el caso de Montserrat Cortijo, diagnosticada de párkinson a los 31 años. Tal y como relató a EL ESPAÑOL, años antes de recibir la noticia, había dejado de oler bien. "Tenía que ser un olor muy fuerte para que lo pudiera detectar", confesaba.
"La enfermedad de Párkinson tiene lo que llamamos síntomas no motores y que son muy característicos de la enfermedad", indica Eduard Tolosa, catedrático de Neurología de la Universidad de Barcelona y uno de los investigadores del proyecto de la fundación para hallar marcadores predictivos de la enfermedad. El experto confirma que el olfato es uno de los más comunes. "Es lo que llamamos síntomas prodrómicos y aparece cinco o diez años antes", prosigue. Según los datos que maneja la entidad de Michael J. Fox, son diez. La palabra prodrómico se refiere, en el contexto de una patología, a un síntoma inicial que se presenta antes del desarrollo de la misma.
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El problema es que no se sabe muy bien por qué ocurre la pérdida de olfato en este contexto. Una de las teorías más comentadas es que el proceso neurodegenerativo del párkinson puede comenzar en el bulbo olfativo, la parte del cerebro que controla dicho sentido. Se apunta a que, antes de migrar a otras partes del cerebro, se empieza a formar en él grupos de proteína alfa-sinucleína, el principal componente de los cuerpos de Lewy, cuya acumulación excesiva se considera distintivo de esta patología —como de la demencia por cuerpos de Lewy—.
Testear el olfato
Lo que también se intenta estudiar es si una mayor pérdida de olfato se relaciona con una mayor progresión de la enfermedad. Así, mientras que la hiposmia es una disminución en el sentido del olfato, la anosmia es la pérdida total. También puede darse una parosmia, que ocurre cuando olores normales o agradables se vuelven desagradables. La relación no está muy clara, pero a falta de que avancen las investigaciones de la fundación, un trabajo publicado en Frontiers in Neurology apunta a que unas mayores puntuaciones en la escala de identificación de olores UPSIT se correlacionan con una mayor gravedad de la enfermedad.
Si bien, conviene aclarar que no todas las personas con alteraciones en el olfato desarrollarán la enfermedad de Párkinson. Como tranquiliza Tolosa, normalmente, a este problema le acompañarán otras señales que también suelen pasar inadvertidas, como la depresión, disfunción urinaria o dificultad para dormir.
Desde el punto de vista de la otorrinolaringología, Iloreta aporta algunos trucos para comprobar rápidamente si se ha perdido el sentido del olfato: "Durante el apogeo de la Covid, cuando me preocupaba perderlo, metía la cabeza en el frigorífico todas las mañanas para comprobar si podía oler y qué". Acercar la nariz a un perfume o, incluso, a una fuente desagradable, también pueden ser métodos eficaces para verificar que esta habilidad marcha correctamente.