Respirar dentro de una bolsa de papel, hacer gárgaras con agua fría o aguantar la respiración. Hay una larga lista de remedios caseros para tratar de acabar con un ataque de hipo. Aunque, eso sí, no existe consenso al respecto, ya que se trata de una característica fisiológica poco estudiada. Además, pese a que la sensación que genera no resulta agradable para nadie, lo cierto es que el hipo no afecta a todas las personas del mismo modo. Por ejemplo, a aquellas diagnosticadas con cáncer.
Puede que sea la primera vez que lea la relación entre hipo y cáncer. No es de extrañar, puesto que cuando alguien recibe el diagnóstico desfavorable seguramente lo último que se le venga a la cabeza es si va a tener más o menos hipo. El problema en estos casos no sólo es la frecuencia, sino también el malestar que produce. Y es que a algunas personas diagnosticadas con cáncer el hipo les ha provocado vómitos, arcadas y un cansancio que se suma al que ya de por sí tienen por la enfermedad.
"No se puede comparar con lo que sería un hipo normal". Quien habla es la enfermera retirada Collen Kennedy en declaraciones al medio The Atlantic. A Kennedy le diagnosticaron cáncer de pulmón en estadio tres, por lo que tuvo que recibir quimioterapia y radioterapia. Cuando se encontraba en el primer ciclo del tratamiento empezó con ataques de hipo que les duraron casi un año.
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La historia de Kennedy no es una excepción. Hay algunos estudios en los que se señala que afecta hasta el 40% de los diagnosticados. "Los pacientes con cáncer tienen una mayor frecuencia de hipo", sentencia la doctora Isabel Echavarría, secretaria científica de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y oncóloga médico del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid en declaraciones a EL ESPAÑOL.
Cuáles son los motivos
La explicación a esta relación se encuentra, en un principio, en el proceso que se genera en nuestro organismo cuando tenemos hipo. "Éste se debe a una contracción involuntaria y espasmódica del diafragma", explica Echavarría. De esta forma, las cuerdas vocales se cierran y es lo que provoca tanto los espamos como el particular sonido.
Se trata de una experiencia que acompaña a los humanos —y también a los animales— a lo largo de nuestra vida de forma ocasional. Sin embargo, en los pacientes con cáncer, señala la oncóloga, esta frecuencia puede verse incrementada por la irritación del nervio responsable de la contracción del diafragma, el nervio frénico o del nervio vago.
Los expertos también han considerado que una de las causas de esta mayor frecuencia se debe al tipo de cáncer. "Ciertos tumores, por su localización, pueden predisponer con mayor frecuencia al hipo, como puede ser tumores de pulmón, mediastino, esófago o gástricos", expone Echavarría. La frecuencia varía además en función del estadio en el que se encuentre. Así, es más común en pacientes con cáncer avanzado que en aquellos con tumores localizados.
Otro de los posibles motivos es que los medicamentos recetados a los pacientes con cáncer son los desencadenantes. "La distensión gástrica y el reflujo, que aparecen a menudo en pacientes con cáncer, también pueden producir hipo".
El tipo de cáncer, la localización del tumor, la afectación cerebral, infecciones, medicamentos, etc. La lista de causas que ofrece Echavarría no es precisamente corta. "Existen multitud de factores, que muchas veces se suman, responsables de incrementar la frecuencia del hipo en pacientes diagnosticados con cáncer", concluye.
Independientemente de cuál sea la principal causa, la realidad es que no deja de ser otro sufrimiento añadido al hecho de sufrir cáncer. En una encuesta realizada a 90 médicos oncológicos con experiencia en el tratamiento del hipo, el 40% de ellos calificó la gravedad del hipo de sus pacientes como peor que la de las náuseas y los vómitos. Por su parte, en otro estudio de 320 pacientes con cáncer, uno de cada 10 acudió al hospital en busca de ayuda.
Echavarría coincide en acudir al oncólogo cuando el paciente vea que el hipo afecta a su calidad de vida. Aunque no lo califica como algo grave en sí, sino sobre todo como un problema de incomodidad. "Generalmente suele ser un síntoma leve, que se resuelve de forma espontánea, y sólo en una pequeña proporción de pacientes va a requerir tratamiento".
El hipo en diagnosticados con cáncer no sólo se caracteriza por su frecuencia, sino también por la duración. Así, en uno de cada diez pacientes de este trabajo el hipo duró más de 48 horas. A partir de los dos meses es cuando se define como un hipo persistente e intratable, pudiendo ocasionar adelgazamiento y agotamiento, como apuntan desde Mayo Clinic. En estos casos, el dolor torácico persiste mucho después de que el ataque de hipo remita.
El cáncer no es la única enfermedad que se asocia con el hipo. Otros estudios lo han vinculado con afecciones como el derrame cerebral, la meningitis, la infección de oído la bronquitis o la tuberculosis. Se trata, en resumen, de dolencias que abarcan toda la mitad superior del cuerpo.
Cómo acabar con el hipo
Los remedios caseros no entienden de fronteras, como demuestra que la propia Kennedy probó a acabar con el hipo bebiendo agua del borde de un vaso, como tal vez el lector haya visto a alguien hacer en algún momento. También trató de exhalar antes de beber o comer para limitar la cantidad de aire que tragaba. "A veces funcionaba, pero la mayoría de las veces no", lamenta.
En realidad, no hay una cura todavía para el hipo. Hay quienes intentan la quiropráctica o la acupuntura. Aunque ninguna de ellas cuenta con el consenso de los científicos. El único medicamento que ha aprobado la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos con esta finalidad es la clorpromazina. Se trata de un fármaco que se suele usar para tratar condiciones psicóticas como la esquizofrenia o el trastorno maníaco depresivo.
Como aparece y desaparece sin ningún patrón claro, es casi imposible estudiar un tratamiento de manera rigurosa. Así, algunos de los experimentos que han intentado testear con fármacos para acabar con el hipo no han superado los 40 participantes. Y es que la mayoría de ellos se basan en el historial de un único paciente.
Los detonantes más frecuentes que terminan provocando hipo son la ingesta de alcohol o bebidas con gas, comer alimentos picantes o tener un nivel alto de azúcar en sangre. Además, el cambio brusco de temperatura y la falta de sodio también puede causarlo.
Es por este motivo por el que Echavarría recomienda evitar las bebidas con gas, las alcohólicas y las comidas copiosas o picantes. Sin embargo, en muchos casos el hipo en los pacientes con cáncer se debe a la propia enfermedad o tratamientos específicos, por lo que no se puede hacer mucho al respecto. Insiste en acudir a revisión médica para que el oncólogo valore el tratamiento más adecuado cuando el hipo afecte a la calidad de vida del paciente.