Francisco Sánchez, el inmunólogo que aspira al Nobel: "España está en la 'Champions' de la ciencia"
"El Nobel es difícil, pero soñar no cuesta dinero" / "Marcharse de España a investigar no está mal" / "La vacuna española contra la Covid-19 no llega tarde" / "Me enteré al ver la lista de galardonados que era el primer español en recibir el premio Robert Koch".
22 abril, 2023 04:08El doctor Francisco Sánchez-Madrid (Córdoba, 1954) da buena muestra de que no hace falta tener una vocación clara desde la infancia para dedicar toda la vida a una profesión. En su caso, aquello que, como él dice, le ha generado mucha satisfacción durante su carrera ha sido la comunicación celular. Dicho así, puede que al lector no le diga nada. Pero sus investigaciones sirven para corregir los errores que se producen en el sistema inmune de pacientes con enfermedades de difícil tratamiento como, por ejemplo, la esclerosis múltiple.
Sin embargo, Sánchez confiesa que, aunque es "un valor añadido", la aplicación inmediata no es lo que persigue un investigador, sino que trata de encontrar nuevos conocimientos. Una inquietud propia de una mente curiosa como la suya. "Siempre me ha gustado la ornitología o la geología", reconoce. Aunque su amor platónico fue la Bioquímica: "Me sedujo desde el momento en el que la descubrí". Esta seducción se ha traducido en importantes trabajos de investigación que han quedado reflejados en más de 400 publicaciones internacionales y han recibido más de 25.000 citas.
Este científico español atiende a EL ESPAÑOL con motivo del premio Robert Koch, con el que ha sido reconocido esta semana junto con el también inmunólogo y profesor de la Universidad de Harvard en Boston Timothy Springer. Sánchez no sabe todavía cómo le nominan a uno a este galardón. "Abrí el correo y me encontré con la noticia". También desconoce a qué destinará la dotación (120.000 euros) y si la recibirá a nivel particular o como grupo de investigación.
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El inmunólogo es el primer español en recoger este reconocimiento que otorga la Fundación Robert Koch y el Ministerio de Salud alemán. No estaba al tanto de esta cuestión. "Lo supe porque lo busqué en Wikipedia". A raíz de esta búsqueda también se enteró de que el Robert Koch es uno de los premios considerados como "la antesala del Nobel". Este investigador reconoce que sigue con los pies en la tierra, que es realista, pero "soñar no cuesta nada".
¿Cómo recibió la noticia de que había sido galardonado con el premio Robert Koch 2023?
¿La noticia? Pues de sorpresa. Nadie me dijo que me habían presentado. No tengo ni idea de cómo le nominan a uno a este premio. Creo que al otro investigador galardonado [el también inmunólogo y profesor de la Universidad de Harvard en Boston Timothy Springer] tampoco le habían comunicado que estaba nominado. Así que me enteré al abrir un correo electrónico a finales del año pasado donde me pidieron confidencialidad hasta que se hiciera público.
Se trata de un hecho inesperado porque nadie me pidió información previa alguna. Por ejemplo, en otros premios nacionales sí que te comunican, al menos, que estás nominado. Aunque es verdad que es mucho más atractivo cuando no sabes nada. Es un gran reconocimiento y me siento muy contento por ello.
Dicen que este premio es la antesala al Nobel. ¿Se imagina algún día entrando en la reducida lista de investigadores españoles con este premio?
[Se ríe] Bueno, es un sueño. Pero me considero una persona realista y con los pies en la tierra. Ahora, lo mismo que este premio ya me alegra sobremanera, pues recibir el Nobel lo sería aún más. Sin embargo, no sólo se dice de éste. El Premio Lasker es uno de los que también se considera la antesala. Me ha impresionado mucho, al ver la lista de premiados, que soy el primer español en recibirlo. También es un privilegio que te incluyan en un grupo de investigadores (de inmunología, de enfermedades infecciosas y de cáncer, entre otros) que han realizado contribuciones impresionantes a lo largo de su carrera.
Ganar el Nobel sería un desiderátum. Creo que le ocurre a todos los investigadores. Y como suele decirse, soñar no cuesta dinero. Y uno puede soñar lo que quiera, pero hay que ser realista. Es extremadamente difícil.
Aun así, no va por mal camino.
Uno hace su trabajo porque le gusta, porque quiere realizar nuevos descubrimientos. Si te dan un premio, siempre es una gran alegría adicional.
Le han galardonado por sus importantes investigaciones en Inmunología. Aunque no son pocas precisamente, ¿destacaría alguna por encima de todas?
Pues me remontaré a mi estancia en la Universidad de Harvard, donde el profesor Springer [el otro galardonado] era mi jefe, pese a que no nos llevábamos muchos años. En aquel momento realizamos un descubrimiento que fue muy relevante, como se ha visto después. Describimos por primera vez las moléculas de adhesión de los leucocitos. Lo descubrimos porque estábamos buscando receptores que estuvieran implicados en funciones de los leucocitos. De hecho, hay un tipo, conocido como los linfocitos T citotóxicos, que matan a otras células (por eso en inglés se les llama killers). Lo que encontramos aquí fue la relevancia de las moléculas de la adhesión celular en la función de las células inmunitarias.
A mi vuelta a España también tuve bastante suerte porque en los primeros proyectos que hice descubrí una segunda molécula relacionada con esta interacción celular. Lo que ha sido más reseñable es que esta investigación se ha traducido después en fármacos para tratar enfermedades de difícil tratamiento, como la esclerosis múltiple.
¿Es satisfactorio que los resultados de su investigación se traduzcan luego en un fármaco con el que mejorar la vida de un paciente?
Sí, tiene un valor añadido. Aunque normalmente no es lo que persigue un investigador. Creo que lo que buscamos es descubrir cómo funcionan, en este caso, las células del sistema inmune. Es cierto que te gratifica mucho si lo que encuentras tiene una aplicación. Pero cuando uno realiza la investigación no va en busca de la aplicabilidad inmediata. Eso sería tener una mira muy corta. Al menos, en la investigación fundamental, que es la que pretende generar nuevos conocimientos.
¿Cuánto sabemos del lenguaje molecular de las células?
Pues sabemos bastante. Sobre todo porque en los últimos 20 años una de las cuestiones que más hemos estudiado ha sido la comunicación celular, que se conoce como sinapsis inmunológica. Este trasvase de información genética es esencial porque se trata del inicio de una respuesta inmune duradera. A este objeto de estudio le he dedicado muchos años y estoy muy satisfecho por ello.
¿Tuvo siempre claro a lo que quería dedicarse?
Diría que no [se ríe]. Es bastante difícil tener una vocación. Sí que es cierto que desde pequeño he sido muy curioso. Siempre me ha gustado la ornitología o la geología. Es cierto que la Bioquímica me sedujo desde el momento en el que la descubrí. Pero creo que la vocación la vas construyendo con el tiempo. Obviamente, tienes que tener esa curiosidad innata.
¿Cree que hemos aprendido a valorar la ciencia tras la pandemia?
Diría que sí. En ese momento la ciudadanía se percató de que la ciencia era importante. Con las vacunas de ARNm se pudo atajar el problema en tiempo récord; o al menos, todo lo que se pudo. La ciencia cogerá poco a poco su sitio a nivel social, aunque es muy difícil porque tener una buena formación y sensibilidad científica cuesta generaciones. Pero en España se está consiguiendo.
Hace unas semanas la EMA dio luz verde a la vacuna española contra la Covid-19. ¿Cree que llega tarde?
Creo que no. Todas las vacunas son necesarias y puede ser hasta complementarias. Ojalá hubiera llegado antes, claro. Pero el desarrollo de una vacuna necesita un gran potencial y una buena inversión. Habría sido preferible que hubiera llegado en el pico de la pandemia. No se trata de una crítica, sino de ser realista. Aun así, hay que valorar lo positivo: tenemos una vacuna española.
¿Considera que España se encuentra en la Champions League de la investigación?
Claro. Obviamente, nos falta más inversión económica y más sensibilidad de que hay que dedicar una mayor cantidad de dinero a la investigación. También influye la mentalidad que tenga cada cultura. Por ejemplo, los países ricos lo son porque invierten mucho en ciencia.
Ahora bien, España tiene magníficos investigadores en la actualidad. Están muchísimo mejor preparados, no tiene nada que ver a cuando yo me formé en los años 70 en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa. Pese a ello, necesitamos un sistema de difusión más potente. Aunque la inversión en investigación siempre va a ser poca. Si le preguntas a un investigador francés o alemán, te va a decir lo mismo. Lo que ocurre es que ellos tienen más dinero que nosotros, esa es la diferencia.
¿Qué piensa cuando ve que jóvenes investigadores tienen que llevar a cabo su carrera fuera de España?
Marcharse de España no está mal. Es bueno porque te da una experiencia vital y científica en otro sitio, que no tendrías si te quedas. A mí, por ejemplo, me vino muy bien. Pero hay que instaurar buenos mecanismos para reclutar a la gente que se ha ido y no perder el potencial que se ha formado aquí.
¿En su caso se marchó a Estados Unidos de manera voluntaria?
Totalmente. Pero en aquel momento resultaba más necesario que ahora porque era muy importante exponerse a la ciencia internacional. Entonces en España teníamos un sistema de investigación mucho más raquítico que el actual. Estaba en la mente de todos los investigadores: si tú querías ser un investigador, te tenías que marchar fuera. Tampoco había tantos grupos tan bien cualificados en España.
¿Tuvo oportunidad de continuar su carrera investigadora en el extranjero?
No fue una opción que barajase. Creo que si lo hubiera intentando, no habría tenido problema en hacerlo. Pero quería volverme a mi país.
Aunque no esté bien visto hablar de dinero. ¿Ha pensado ya a qué va a destinar la dotación del premio?
Pues no lo sé todavía porque desconozco en qué término me lo concederán, si a nivel personal o será una dotación a mi grupo de investigación.