Escribe Delphine de Vigan en Nada se opone a la noche que cuando su madre se suicidó empezó una búsqueda obsesiva para encontrar el porqué. Antes de quitarse la vida, sólo había dejado una carta de despedida bastante ambigua. "Sé muy bien que os voy a causar tristeza, pero resulta inevitable antes o después y prefiero morir viva", terminaba la misiva. El suicidio es un misterio que mata y, en España, parece hacerlo cada año con más fuerza.
En 2022, 4.097 personas se quitaron la vida, un 2,3% más que el año pasado. Así lo recogen los datos provisionales publicados por el INE en su estadística Defunciones por Causa de Muerte. La cifra, por desgracia, apuntala una tendencia al alza desde 2018. También es la más alta desde que se tienen registros. Desde 1980, sólo se acerca el dato de 2014, con 3.910.
El suicidio es un misterio que mata, pero que se puede evitar. Al menos, mejorar. Lo demuestra el caso de Hungría, un país que ha resultado objeto de estudio por lo extraordinario de sus resultados. Hasta 1992, tenía la tasa de muertes autoinfligidas más alta del mundo. Para que el lector se haga una idea, en 1984 era de 45,9 por 100.000. A partir de 1990, con los cambios políticos y económicos que comenzaba a experimentar Europa del Este, la cifra empezó a disminuir, siendo más evidente en las dos primeras décadas de los 2.000. Ese año, la tasa era de 33,4 por 100.000 habitantes. En 2019, había bajado hasta 16,6.
Un artículo de la European Psychiatry recoge este caso como un ejemplo de éxito, pero ¿qué había pasado exactamente? Según un estudio, los cambios políticos derivados de la caída del telón de acero vinieron acompañados de una renovación del sistema de salud: el número de psiquiatras aumentó, los departamentos de psiquiatría pasaron de 95 a 139 y también se incrementó el número de líneas telefónicas de atención al suicidio.
Faltan psiquiatras
En España, a diferencia del caso húngaro, parece que se está haciendo camino para atrás. Según reivindicaba a principios de este mes de junio el expresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM), Celso Arango, "necesitamos que se incorporen entre 370 y 565 psiquiatras al año durante los próximos 5 años". Esto quiere decir que España requiere, al menos, 1.850 profesionales más para atender las demandas de la salud mental de la ciudadanía. Si no se logra, el profesional advierte que habrá un "déficit de recursos" para apoyar a las personas con trastornos mentales.
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La cuestión no es baladí. Según el documento La conducta suicida, elaborado por la Confederación de Salud Mental España, existen varios factores que podrían influir a la hora de intentar consumar un suicidio. El más señalado: antecedentes de depresión o de otro trastorno mental. Aunque la mayoría de las personas que tienen depresión no se suicida, se estima que hasta el 90% de los que consuma este acto tiene algún tipo de problema mental asociado.
El porcentaje asusta, máxime cuando según el Informe Anual del Sistema de Salud 2020-2021 el 29% de la población de nuestro país padece algún tipo de trastorno mental.La falta de psiquiatras en unos años es un problema importante, aunque en la actualidad los datos no son boyantes. Hay 4.393 psiquiatras en la red pública de atención a la salud mental, lo que supone una ratio de 9,27 por cada 100.000 habitantes (11,5 si se incluyen los 1.036 psiquiatras que se encontraban en formación en 2021). Estos datos nos dejan lejos de lo que la OMS considera aceptable, algo que ya cumple Portugal con sus 14 y otros países que se van alejando más y más: República Checa (15), Bélgica (17), Dinamarca, Reino Unido Irlanda (19), Austria y Suecia (22), Francia (23), Noruega (26) y Alemania (28).
Inequidad de acceso
Eso, además, no es en lo único que repara la sociedad de profesionales. En la nueva edición del Libro Blanco de la Psiquiatría queda reflejada la inequidad que existe en nuestro país respecto al acceso a un profesional médico de la salud mental. Mientras que comunidades como País Vasco gozan de una ratio de 15 psiquiatras por cada 100.000 habitantes, en la Comunidad Valenciana ese registro baja al 5,91. Casualidad que en esta región los suicidios se hayan incrementado un 30,95% en el periodo 2016-2020. Ocurre lo mismo con Castilla La-Mancha, donde el porcentaje sube al 33,3%. Su ratio de profesionales es de 7,81.
"La falta de psiquiatras es un problema, pero yo no me atrevería a decir que el suicidio tenga una relación directa", apunta Víctor Pérez Solá, presidente de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental y director del servicio de psiquiatría del Hospital del Mar (Barcelona). El profesional habla de las muertes autoinfligidas como un fenómeno multifactorial, en el que se entremezclan muchas variables. El abuso de drogas o alcohol, antecedentes familiares de suicidio o violencia, abuso sexual en la infancia, tendencias impulsivas o agresivas también son otras de las causas que se describen.
Hace poco, un estudio español publicado en la International Journal of Environmental Research and Public Health, intentó encontrar el porqué a este misterio del suicidio. Lo hizo literalmente; examinó 105 notas de suicidio. Entre las explicaciones más referidas estaban la enfermedad y dos muy importantes: sucesos traumáticos recientes y pérdida de algún ser querido, dos problemas muy presentes durante la pandemia.
Golpeados por la Covid
"La Covid ha tenido una relación directa con el suicidio", apuesta Pérez Solá. "La gente ahora es mucho más frágil". Durante su charla con este diario, ve con impotencia que haya incrementado el número de muertes autoinfligidas y se fija especialmente en un dato, el de gente joven. Son sólo 84 casos, pero supone un aumento del 12% respecto a 2021. "La muerte por suicidio en gente joven es rara, pero es muy dramática", lamenta.
Respecto a esto, el psiquiatra celebra que, en 2021, por fin se creara la especialidad de Psiquiatría Infantil y de la Adolescencia. Un pequeño paso para acabar con esta lacra, aunque desde la SEPSM se preguntan que la Estrategia Nacional de Suicidio para cuándo.
Un plan así ayudaría a unificar criterios y a dotar de recursos a los profesionales que deben actuar como barrera. Según la investigación española, una parte de los casos analizados había acudido al médico los días previos a cometer el suicidio. Muchas veces no con la idea del acto, pero sí refiriendo problemas para dormir, una mayor ansiedad y sentimientos de tristeza y soledad.
Por ejemplo, en Cataluña, donde él ejerce, se ha puesto en marcha el Código Riesgo Suicidio, un programa que trata de localizar a las personas en peligro. Esta comunidad puede presumir de tener una variación del 9% desde 2016. "Estamos haciendo avances los últimos años, pero nos está costando", termina Pérez Solá.