El secreto de la longevidad es una de las cuestiones que más atención recibe por parte de la ciencia. Hace apenas unas semanas, la revista Cell publicaba una investigación firmada por investigadores de la Academia China de Ciencias y del Instituto Salk en California (EEUU) que confirmaba los efectos positivos a nivel celular de cuidar la ingesta calórica diaria. La alimentación suele ser uno de los puntos clave cuando se habla de los secretos de la longevidad, pero nadie mejor que una persona que haya superado la barrera de los 100 años para confirmar si es así.
Es el caso de Jeanne Calment, la mujer francesa que ostenta el título de "la mujer más anciana de la historia". Según detalla la página del Guinness, a día de hoy todavía tiene el récord, pues alcanzó los 122 años y los 164 días. Falleció el 4 de agosto de 1997, pero sus enseñanzas han llegado hasta nuestros días gracias a Jean-Marie Robine, el demógrafo y gerontólogo que en los años 90 se encargó de acreditar la longevidad de esta supercentenaria.
Según revelaba para CNBC, lo primero que hay que tener en cuenta es que "gran parte de la longevidad de Jeanne Calment se debe a la casualidad". Según el experto, llegar hasta esa edad es algo "excepcional", aunque investigaciones recientes sobre el techo de la mortalidad, como un gran análisis llevado a cabo en Plos One, aseguran que en las próximas décadas la esperanza de vida podría aumentar significativamente. "Nuestros resultados confirman trabajos previos que sugieren que si existe un límite máximo para la vida humana, todavía no nos estamos acercando a él".
En base a esto, es plausible pensar que serán varios los privilegiados que alcancen -o superen- a Calment. Para ello, es conveniente repasar las tres enseñanzas que extrajo el gerontólogo sobre la vida de esta supercentenaria. Como avance, no hay ninguna reseña significativa a la alimentación.
El dinero da la longevidad
Todavía no hay una respuesta en firme sobre si el dinero da la felicidad, pero lo que sí está bien establecido es que a mayores medios mayores posibilidades de tener una vida más larga y saludable. "Calment se benefició de crecer en una familia burguesa en el sur de Francia, por lo que vivía en un barrio agradable", comenta el experto.
Unos mayores recursos económicos permitieron a Calment acceder mejores prestaciones sanitarias y a una buena dieta. Para que el lector se haga una idea, la pobreza mata más que el alcohol, la obesidad y la hipertensión. Así lo afirma una famosa investigación de The Lancet, que da fe de la fuerte influencia que tiene la pobreza sobre la morbilidad y la mortalidad.
Robine también destaca que su posición acomodada le permitió acudir a la escuela hasta los 16 años, algo nada común para una mujer de la época. Esto es importante, ya que pudo haber tenido un papel trascendental a nivel neurológico. Como destaca un estudio publicado en JAMA Pediatrics, el desarrollo de algunas regiones del cerebro es más sensible al entorno y a la crianza de los pequeños.
Una vida lejos del tabaco
Según relata el demógrafo, las leyes de la alta sociedad de la época prohibían que una mujer como Calment fumara, al menos, hasta que hubiera contraído matrimonio. "Por supuesto, estaba absolutamente prohibido. Era imposible para una niña y, específicamente en una familia burguesa, hacer eso", apostilla. A modo de anécdota, cuenta que su marido le ofreció un día un cigarrillo y que, por el morbo de hacer algo prohibido, lo aceptó: "Cuando fumó por primera vez, no le pareció agradable y dejó de fumar", prosigue.
Esto fue algo muy positivo para ella. El vínculo del tabaco con diversas enfermedades mortales está bien establecido. Por ejemplo, sólo en relación con el cáncer, una gran investigación editada en 2016 en Science logró identificar una asociación directa con 17 tipos de tumores distintos. El del pulmón es uno de los más conocidos y, de hecho, la incorporación de la mujer al hábito tabáquico ha provocado que la mortandad por dicha causa haya crecido un 120% en mujeres.
Si bien, en la historia de Calment hay que hacer un pequeño apunte. A los 112 años, cuando ya vivía en una residencia de ancianos, comenzó a fumar.
Una gran vida social
Robine detalla que la posición acomodada de Calment le permitió gozar de un gran tiempo libre para dedicarse a una de sus grandes pasiones, la vida social. Al parecer, pasaba la mayor parte de sus días en eventos y conociendo a gente nueva. Una de sus pasiones, según revela, era organizar bailes en casa.
Este modus vivendis otorgó a la supercentenaria una protección contra una de las grandes plagas para la salud, la soledad no deseada. Los problemas que pueden conllevar este drama no sólo tienen consecuencias a nivel mental, como cabría esperar. También tienen efectos en lo físico, como reveló un estudio publicado en Aging-US y que concluyó que estar sólo e infeliz acelera más el envejecimiento que fumar.
Según los resultados de este trabajo, realizado con el análisis de datos de casi 20.000 adultos, si fumar añade 1,25 años a la edad biológica, la suma de problemas psicológicos como la soledad, la desesperanza y la infelicidad contribuyen a acelerar el envejecimiento más 1,65 años.