Entre las páginas de los manuales diagnósticos psiquiátricos, ya no se encuentra la palabra 'histeria'. Derivada del griego hustera (útero), fue parte importante de numerosos informes médicos de mujeres durante el siglo XIX. En un primer momento, serían los ginecólogos cirujanos los que utilizarían esta enfermedad para disciplinar el cuerpo de las mujeres. Más tarde, llegarían los psiquiatras neurólogos convencidos de que cualquier afectación del útero podía dañar las condiciones mentales de la mujer.
Los primeros emplearon técnicas terribles para curar la enfermedad (extirpación del clítoris, los ovarios o cauterizaciones). Los segundos comenzaron a abogar por algo aparentemente menos invasivo, pero igual de dañino: las curas de reposo, un método descubierto y patentado por quien a día de hoy es considerado el padre de la neurología moderna estadounidense.
Silas Weir Mitchel (1829-1914, Pensilvania, Estados Unidos), hijo de otro reputado médico, John Kearsley Mitchell, curtió sus conocimientos de medicina durante la Guerra Civil estadounidense. Fue en el campo de batalla donde comenzó a especializarse en lesiones nerviosas, sobre todo en lo referente a por qué personas con miembros amputados experimentaban un dolor inexplicable en la extremidad que ya no tenían. Tan incisivo fue su trabajo, que tiene el mérito de ser la persona que acuñó el "síndrome del miembro fantasma".
Gracias a descubrimientos como ese, se fue ganando un nombre dentro del mundo de la medicina, al punto de que fue elegido en 1887 presidente de la Asociación de Médicos Estadounidenses y en 1908 presente de la Asociación Neurológica Estadounidense. Por eso, su palabra fue tomada como ley cuando escribió Fat and Blood (Grasa y sangre, en español).
La señora "C"
En él se habla sobre el exitoso caso de la señora "C", una mujer de 33 años "enferma". No se sabe mucho sobre la condición de esta persona, más allá de que mostraba cansancio y de que su periodo venía de forma irregular. Actitud apática más problemas de menstruación, igual a útero, igual a histeria.
El remedio de Mitchell fue recetarle un mes encerrada en su habitación, tumbada en la cama y bebiendo un litro de leche al día. Más allá de para hacer sus necesidades, debía permanecer siempre en posición horizontal. Al terminar el periodo de tiempo estipulado, la señora "C" había ganado 40 libras (18 kilos) y tuvo la regla. Para el neurólogo, era la clara evidencia de que la grasa y la sangre eran la solución del problema.
Si ya de por sí el método podía resultar controvertido, como explica la historiadora Ann Douglas Wood en Las enfermedades de moda: Trastornos femeninos y su tratamiento en la América del siglo XIX, "el tratamiento de Mitchell no dependía tanto de las técnicas del descanso y la sobrealimentación como de ejercer una personalidad autoritaria". La idea de esta cura, además de lo que la profesora de Columbia considera "un cebamiento repugnante", era regresar a la mujer a un estado infantil en que se pudiera ser cuidada por la figura de un hombre.
Todo viene porque el científico creía que el progreso estadounidense había tenido consecuencias neurológicas en la población. Así lo dice en su tratado: "Ha dejado cuerpos y mentes agotados, enfermos, y cuando las personas se esfuerzan demasiado, la única forma de volver a la normalidad es descansar". Para los hombres, el reposo eran unas vacaciones o una estancia en un balneario. Para las mujeres, no iba a ser tan sencillo.
Curación por autoridad
Mitchell pensaba que el sexo femenino era demasiado débil como para controlar su propio bienestar emocional. Por eso, debía depender de una figura de autoridad. De ahí su invención de la técnica del reposo de curación por autoridad, en la que la enferma debía regresar a un estado infantil, totalmente receptivo y dependiente de la autoridad médica para ser reeducada en una "conducta autodisciplinada y madura".
"No hay duda de que ser el macho fuerte, el sanador de un mundo lleno de mujeres enfermas y necesitadas tenía para Mitchell innegables encantos", comenta Douglas al respecto.
El periodo de tratamiento normalmente iba de seis a ocho semanas de reposo absoluto en la cama, aunque podía extenderse más si el doctor lo precisaba. Había veces en las que se permitía a las mujeres que se sentaran. Eso sí, les estaba prohibido leer, escribir o cualquier actividad en la que tuvieran que usar su mente.
['Sex in Education', el infame libro de Edward Clarke sobre la degeneración de la mujer]
Este fue el tratamiento que recibió Charlotte Perkins Gilman, una de las pacientes de Mitchell que más tarde se convertiría en gran defensora de los derechos de la mujer. Su testimonio está también disponible por escrito, aunque a diferencia del de la señora "C", se puede leer de viva voz de la víctima. Se dice víctima porque es el relato del infierno de una persona encerrada en una habitación de papel amarillo.
Charlotte Perkins Gilman, tras contraer matrimonio, comenzó a sufrir depresiones. Su esposo, el artista Charles Walter Stetson, pidió en 1887 al propio Mitchell que la curara. "Durante tres meses, estuve al borde de la ruina mental completa", contaría ella más tarde. Fruto de ello, en 1898 escribió The Yellow Wallpaper (El papel de pared amarillo, en español) en el que hace referencia al color de la pared del cuarto de su casa donde se hacía la cura de reposo.
Cuentan en Las mentiras científicas sobre las mujeres, que tras su publicación Gilman envió un ejemplar de su libro a Mitchell, quien nunca más volvería a utilizar ese método. Quizá se dio cuenta de que había sido un científico que no amaba a las mujeres.