El comportamiento criminal ha sido una cuestión de peso a lo largo de los años. ¿El delincuente nace o se hace? Siempre ha sido la pregunta del millón. Cesare Lombroso dedicó gran parte de su carrera a resolver esta cuestión, postulando que las causas de la criminalidad tenían un componente biológico y, por ende, se podían detectar mediante características físicas y biológicas. Sus bastos estudios le han otorgado el sobrenombre del padre de la criminología moderna, aunque también le sitúan dentro del club de los científicos que no amaban a las mujeres.
Ezechia Marco Lombroso (1835-1909, Italia) ha pasado a la historia bajo el pseudónimo de Cesare Lombroso. Estudió Medicina en las universidades de Padua, Viena y Pavía y ejerció como médico militar. Su interés, sin embargo, no estaba puesto en el campo de batalla, aunque escribió algún tratado sobre curación de heridas de armas de fuego. Su pasión era la Psiquiatría, una rama desde la que pudo trabajar en su mayor interés, el comportamiento criminal.
Lombroso pasó gran parte de su carrera examinando cuerpos y cadáveres de presos, lo que le permitió recolectar suficientes datos como para publicar en 1876 una obra que revolucionaría el mundo del estudio criminal, L'homme criminel (El hombre delincuente, en español). En ella postula que algunos delitos son el resultado de tendencias innatas de la persona, las cuales pueden observarse a través de ciertos rasgos físicos.
Hasta ese momento, reo y ofensa eran vistos como dos realidades separadas, siendo el italiano el primero en introducir la premisa de que la maldad podía ser innata, premisa que le merece el mencionado título de padre de la criminología moderna.
Su teoría estaba muy influenciada por Darwin, que 17 años antes había publicado El origen de las especies. Según Lombroso, los criminales eran seres menos evolucionados y, siguiendo la estela de las enseñanzas del biólogo, eso había tenido que dejar rastro en algún lado. Por ejemplo, según describe, el cráneo de los delincuentes es más pequeño.
Entre el hombre y el niño
A sabiendas de que Darwin era otro científico que no amaba a las mujeres, pues postulaba que eran seres menos evolucionados, sería fácil deducir que el sexo femenino tendría para el médico la naturaleza intrínseca del delincuente. Pero no. En su primera obra, a pesar de haber examinado también cuerpos de reas, no refiere nada significante respecto. La omisión la subsanaría en 1893, con la publicación de La mujer normal, la criminal y la prostituta.
Lo curioso es que Lombroso no abandona la teoría de la evolución de Darwin. Es más, le sirve de trampolín para explicar por qué la mujer normal no puede delinquir. Si el lector visitó el artículo anterior sobre el padre de la evolución sabrá que en su obra postulaba que el sexo femenino está a caballo entre el hombre y el niño. Esta infantilización le resta inteligencia y, por lo tanto, es imposible que sea lo suficientemente lista como para cometer un crimen.
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De hecho, tras estudiar algunos casos, se asombra al saber que la mujer es menos tonta de lo que había imaginado. Así lo escribe en su obra: "Es necesario sorprenderse más bien de que la mujer no sea aún menos inteligente. Esto se puede explicar suponiendo con Darwin que una parte de la inteligencia adquirida por el macho también se ha transmitido a la hembra. De otro modo, la disparidad sería todavía superior".
Sin embargo, hay algunas condiciones que pueden hacer que la mujer caiga en la delincuencia. Son muy pocas, ojo, porque aparte de la debilidad, la naturaleza la habría dotado de dos características muy importantes para alejarla de tal comportamiento: la piedad y la maternidad, dos premisas muy importantes también en la obra de Darwin. "Si a pesar de tantos obstáculos una mujer comete crímenes, es una prueba de que su perversidad es enorme, puesto que ha llegado a derribar todos los impedimentos", explicó.
La menstruación podía ser una de las influencias que derribasen estos impedimentos. Hay que recordar que Lombroso es coetáneo de la enfermedad por excelencia, la histeria, que relacionaba el aparato reproductor femenino con la locura. Eso sí, los delitos que podían cometer estas mujeres bajo la influencia de la regla no eran equiparables a los del varón. Como mucho, robar un vestidito en unos grandes almacenes.
Menstruación y otros hombres
Relacionar la cleptomanía con la regla puede parecer ahora anecdótico, pero fue la primera pieza de una gran torre orientada a patologizar la menstruación y todo lo que tiene que ver con ella. Como recogen en Las mentiras científicas sobre las mujeres, en los años 70 tuvieron lugar dos sentencias similares, una en Estados Unidos y otra en Reino Unido, que exculparon a dos mujeres de asesinato argumentando que cuando lo cometieron estaban bajo la influencia del SPM (Síndrome premenstrual). "Los medios no tuvieron reparos en recoger las declaraciones de abogado de una de las mujeres acusadas, que la describió como Jekyll y Hyde", cuenta el libro. Es la prueba de que el mensaje 'la regla te puede volver loca' realmente caló en la sociedad.
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Ser "arrastra al crimen por invitación de otros hombres" era otra de las explicaciones de la mujer delincuente, lo que demuestra la poca capacidad mental que este científico otorga al sexo femenino. "La criminal nata es una excepción a doble título, como criminal y como mujer, pues los criminales son una excepción en la civilización y las criminales una excepción entre los criminales", razona.
Para él, sólo había una forma real de hablar de criminalidad de la mujer: la prostitución. Según el criminólogo, la ausencia de pudor que representa este fenómeno es el cuadro completo de la moral insanity (se podía traducir como locura moral), lo que haría perder a la mujer los únicos valores decentes que la mantienen en pie en la sociedad. Tal y como describe en su obra, "la facilidad de estas mujeres para aceptar con indiferencia el desprecio de la sociedad se vincula con la ausencia de pudor y con la locura moral".