El Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S) confirmaba esta semana que julio ha sido el mes más caluroso registrado en el planeta. Las altas temperaturas han demostrado tener un efecto letal sobre los seres vivos —sólo hay que recordar la investigación de Nature que cifraba en 61.000 las muertes que produjeron en 2022—, pero poco a poco se van vislumbrando otros daños más sibilinos, como los que producen sobre la mente y el rendimiento cognitivo.
Son ya varios estudios los que han trazado vínculos entre el aumento de las temperaturas y una variedad de trastornos mentales, como el incremento de las tasas de suicidio y de agresión. La fatiga mental es otro de los problemas a tratar, pues como concluía un estudio sobre el tema, cuando el cuerpo alcanza una temperatura por encima de los 39ºC, "el rendimiento cognitivo se estanca". La mítica frase de "se me derriten las neuronas" cobra aquí más sentido que nunca.
José Ángel Morales, doctor en Neurobiología e investigador del Departamento de Biología Celular de la Universidad Complutense de Madrid da fe de la frase. Según explica en la web de la Universidad, cuando se sobrepasa dicho umbral, el hipotálamo deja de funcionar correctamente, pues es justo la parte cerebral encargada de mantener la temperatura corporal constante. "En esta situación, el sistema nervioso es especialmente vulnerable", indica.
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Al parecer, como el hipotálamo está concentrado en paliar los daños del calor, deja desentendidas otras funciones, como la atención. De ahí que se vea ralentizada con el exceso de temperaturas. Con esto, lo de las neuronas fritas se podría quedar en una metáfora, pero el neurobiólogo aclara que no, que literalmente sucede algo similar: "Con el calor, las proteínas se desnaturalizan, pierden su estructura, 'se derriten', lo cual afecta y mucho a las neuronas".
En concreto, hay un tipo de neuronas muy sensibles a este daño, las células Purkinje, localizadas en el cerebelo y responsables de la función motora. "De ahí que uno de los síntomas característicos de un golpe de calor sea la debilidad motora con afectación grave de la coordinación y el equilibrio", aclara el experto.
Sueño y deshidratación
Más allá de las células Purkinje derretidas, hay otros factores que relacionan el calor y fatiga mental. En el texto, Morales indica que el sueño puede ser uno de ellos, una hipótesis que cada vez cobra más fuerza entre la comunidad científica. Que levante la mano aquel que pueda dormir mejor en una ola de calor.
Según apuntaba una investigación de 2018, el calor puede ser un factor desencadenante de cambios en la señalización neurofisiológica central, lo que causaría interrupciones en los patrones del sueño. Esto es importante, porque está demostrado que dormir poco o mal puede producir los mismos efectos para el cerebro que una borrachera. Así lo afirmó un estudio publicado en Nature Medicine en 2017.
Además, según el neurobiólogo, "las altas temperaturas 'confunden' al hipotálamo y se produce una hiperexcitación del cerebro, por lo que nos cuesta más conciliar el sueño".
La deshidratación es otra vertiente relevante a tener en cuenta. Hace más de diez años que se celebra el Congreso Internacional de Hidratación, en el que se expuso por primera vez que el descenso de tan sólo un 2% de agua en el cuerpo puede causar una pérdida momentánea de memoria y dificultad para tareas que requirieran de atención, como las matemáticas. "Además, favorece que las toxinas no se eliminen correctamente y se acumulen en nuestro organismo", advierte Morales.
El experimento de Harvard
Para dar más veracidad a lo expuesto, ambos factores se pusieron a prueba en un experimento realizado por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard y publicado en PLoS Medicine. Aprovechando la ola de calor que soportó Boston en 2016, midieron el rendimiento de dos grupos de alumnos, unos con acceso a aire acondicionado y otros sin. El resultado fue que estos últimos tuvieron peores resultados en las pruebas a las que fueron sometidos.
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Según los autores, el aumento de la carga térmica sumado a los factores ambientales —señalando específicamente dificultad para conciliar el sueño y la deshidratación— habían jugado un papel fundamental en el perjuicio cognitivo. Ellos no hablaban de neuronas fritas, pero sí adormecidas.
Vigilar la exposición al calor y mantenerse siempre hidratado son los consejos que confieren los expertos para no ver dañado nuestro rendimiento cognitivo. También son importantes para cuidar la salud mental. Como se señalaba al principio de este artículo, la memoria y la atención no son las únicas áreas que se ven afectadas por este problema.
De hecho, este periódico se hacía eco recientemente de un estudio publicado en la revista Science of the Total Environment que apuntaba a que con las olas de calor el riesgo de trastornos como depresión o esquizofrenia aumentaba entre un 5% y un 18%.
Prueba de que la comunidad científica tiene la mosca detrás de la oreja es que la Asociación Americana de Psiquiatría ha creado el comité sobre Cambio Climático y Salud mental. No es para menos, según advierten ya los expertos, es posible que estemos ante el verano menos caluroso del resto de nuestras vidas.