Revisando los anales de la Ginecología, uno se puede topar con historias escalofriantes. Una de ellas la cuenta Eulalia Pérez Sedeño en Los valores de la invención. Corría el siglo XIX y un médico llamado William S. Stewart presumía en Filadelfia de haberle quitado los ovarios a una chica de 26 años para "extirparle sus pervertidos instintos". Según él, tras eso cumplió solícita con todas sus tareas en el hogar. Tropelías como ésta son una de tantas que han caído en el olvido, un relato más de científicos que no amaban a las mujeres. Sin embargo, con algunos ni el tiempo ha servido para borrar su horror. Es el auge y caída del 'padre de la Ginecología moderna'.
J. Marion Sims (1813-1883) ha sido venerado durante años como uno de los mejores ginecólogos de la historia. Sus orígenes se remontan al condado de Lancaster, en Carolina del Sur (Estados Unidos). Nacido en el seno de una familia humilde, su trayectoria no parte como la de otros sanadores de la época, provenientes de sagas adineradas y de tradición médica. Tampoco tenía vocación. Como él mismo contaría en su autobiografía, La historia de mi vida, su único interés por la carrera era ganarse la vida.
Sin embargo, nada de esto le impidió graduarse en la Facultad de Medicina de Jefferson ni mucho menos de terminar haciendo historia. Como recoge el trabajo J. Marion Sims, the Father of Gynecology: Hero or villain? (J. Marion Sims, el padre de la Ginecología: ¿héroe o villano?, en castellano), fue el descubridor de 'la posición de Sims', una postura que se adopta para exámenes ginecológicos; desarrolló su versión del espéculo y fue pionero en investigación y tratamiento de la infertilidad.
No obstante, si por algo es conocido es por haber encontrado el primer tratamiento exitoso para la fístula vesico-vaginal, una ruptura que se produce entre la vagina y la vejiga a causa de partos prolongados y que provocaba unos terribles problemas de incontinencia. Según apunta en la Journal Medical Ethics uno de los mayores defensores del legado de Sims, Lewis Wall, profesor de ginecología y obstetricia de la Universidad Washington de San Luis, "las mujeres que sufrían este problema eran muy miserables".
Comparado con nazis
El problema, de ahí lo de villano, es que lo hizo a base de terribles experimentos con mujeres afrodescendientes, esclavas y pobres. Su trabajo con ellas llegó al punto de que la biografía antes mencionada apunta lo irónico que resulta que "un icono de la medicina como Sims pueda ser mencionado en el mismo contexto que los médicos nazis y los autores del tristemente célebre estudio Tuskegee sobre la sífilis".
El horror de su relato nunca permaneció escondido. Fue él mismo el que narró en sus memorias cómo hacía las cirugías experimentales para descubrir el tratamiento de esta dolencia. En ellas habla de que las mujeres debían ser colocadas sobre la mesa, apoyadas sobre las rodillas y los codos y sostenidas por varios hombres mientras él realizaba la intervención. Todo sin anestesia.
Sims ejecutó esta operación con decenas de mujeres, pero en sus memorias habla de Lucy, Betsy y Anarcha, tres esclavas con las que llevó hasta lo indecible su experimento. "Su agonía era extrema", "estaba postrada y pensé que se moría", escribió sobre Lucy, una chica de 18 años que había dado a luz unos meses antes y que desde entonces no podía controlar la vejiga. A causa de la operación, contrajo infección en la sangre.
Sobre Anarcha dice que trabajó con ella hasta en 30 ocasiones. Tenía 17 años y había tenido un parto muy traumático. El calvario de la joven duró cuatro años, hasta que el ginecólogo perfeccionó su método curativo.
Eso no fue el final, en 1850, se mudó a Nueva York, donde abrió el Woman's Hospital (Hospital de la mujer, en castellano). Allí siguió efectuando controvertidos experimentos. Incluso para la época eran un escándalo y prueba de ello es una entrevista que se le realiza en 1877 en la Clinical Record, una revista médica de la época de publicación mensual. En ella, tacha todo de "ataques desenfrenados" contra su persona.
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"Lo que hizo Sims no está bien, no se puede abusar de la gente para conseguir avances médicos", apunta a la BBC la historiadora y experta en ética de la medicina Harriet A. Washington. La experta no es la única que se ha levantado en contra del legado del ginecólogo. Durante años, otros médicos y asociaciones han pedido que se deje de tratar como héroe nacional al causante de tanto dolor.
Adiós a su estatua
La reclamación fue escuchada el 18 de abril de 2018, cuando la ciudad de Nueva York retiraba de Central Park la estatua que tenían en honor de Sims. Como curiosidad, era el primer monumento que Estados Unidos había concedido a un médico.
Decenas de personas acudieron a la retirada y celebraron el momento como algo histórico, tal y como recogen las crónicas del momento. "Es importante reconocer que sus contribuciones ocurrieron a expensas de mujeres que no pudieron dar su consentimiento", decía Bernadith Russell una doctora afroamericana presente. "Reconozco sus contribuciones, pero es como si Josef Mengele hubiese logrado avances en el campo de la medicina. No pondríamos una estatua suya debido a cómo obtuvo esa información", apostillaba.
Y a propósito de la historia inicial. La de William S. Stewart y esa pobre mujer de 26 años. Sims también es el autor de Hystero-epilepsy: report of seven cases cured by surgical treatment (Histeroepilepsia: reporte de siete casos curados por tratamiento quirúrgico, en castellano) un texto en el que narraba siete casos de extirpación de ovarios para tratar la epilepsia. Según él, existía una asociación entre los síntomas neuropsiquiátricos y estos órganos en condiciones patológicas.
Su hijo, Harry Marion-Sims, también fue muy asiduo a esta práctica, como recoge una investigación sobre la aplicación de la cirugía de Battey (así es como se llama). Aparte de serlo, creó a otro científico que no amaba a las mujeres.