Susana Jiménez y Raquel Cuevas son pioneras. Ambas han roto una barrera existente en los hospitales y abren un nuevo camino lleno de retos y oportunidades. Porque ellas están al frente de los dos primeros servicios hospitalarios de Psicología Clínica de España, separados por un viaje en coche de 40 minutos.
"Se empezó a desarrollar todo hace un año, en junio de 2022", comenta a EL ESPAÑOL Jiménez, que está al frente del nuevo departamento (aunque para ser nombrado servicio tienen que pasar dos años) en el Hospital de Bellvitge, en Hospitalet de Llobregat.
"La idea del servicio vino de la gerencia", explica orgullosa de tener una dirección que haya entendido los beneficios que supone un equipo de psicólogos que funcione de forma autónoma. Porque el paciente no va a notar el cambio, pero sí los profesionales.
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Cuevas, por su parte, lleva 25 años como neuropsicóloga en el Hospital de Granollers. "Empecé trabajando de adjunta en diferentes servicios, Geriatría y después en el área de Neuropsicología, dentro del servicio de Psiquiatría. En octubre de 2017 pasamos a ser una unidad de Psicología independiente y, a partir de julio de este año, tenemos todas las características de cualquier otro servicio".
Para ella es todo un acierto que su centro haya apostado por dar el paso. "Estoy segura de que ayudamos a bajar la estancia media en el hospital".
El mérito de ambas es mayor si cabe si tenemos en cuenta que apenas hay psicólogos en el sistema público de salud. La Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes, Anpir, cifra en 2.800 los profesionales trabajando en centros de salud y hospitales, el 30% del total de psicólogos clínicos de España.
La cifra tampoco puede crecer mucho más. En la última convocatoria de plazas de formación sanitaria especializada, solo había 231 puestos de psicólogo interno residente (PIR) para 4.146 aspirantes. Con algo más de 17 aspirantes por cada plaza, los psicólogos fueron, junto con los biólogos, los graduados que más difícil tenían obtener un puesto formativo: la ratio fue de 1,43 en el caso de los médicos, de 4,34 para los enfermeros y de 5,15 para los farmacéuticos.
Reducir el dolor a lo farmacológico
"Los datos que maneja el Ministerio de Sanidad no son muy detallados, pero se calcula que en España hay entre 5 y 6 psicólogos clínicos por 100.000 habitantes en el sistema nacional de salud, mientras que en Europa hay tres veces más, entre 18 y 20", explica Antonio Cano, catedrático de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid.
"Apenas hay psicólogos clínicos en la primaria; hay muy pocos en hospitales y en centros de salud mental", continúa. En los centros hospitalarios, estos suelen depender de los servicios de Psiquiatría, algo que Cano critica. "A veces la colaboración con un psiquiatra es excelente, pero otras es nefasta. ¿Por qué lo biológico y los farmacológico están por encima de las emociones, del ambiente, de lo más netamente humano? ¿Por qué vamos a reducir el dolor de una persona cuando pierde a un ser querido solo a términos biológicos?"
Por lo general, los psicólogos en los hospitales realizan funciones de interconsulta, con pacientes de otros servicios especializados que empiezan a desarrollar problemas emocionales. Cuando son ingresos largos o personas mayores, su importancia aumenta.
También realizan labores de promoción y prevención de la salud en ciertas áreas, como las patologías crónicas. "Estos pacientes tienden a deprimirse y, por tanto, tienen mayor probabilidad de recaída en sus procesos terapéuticos y una menor esperanza de vida", explica Cano.
En Bellvitge había dos unidades especiales con carácter autónomo: trastornos de la conducta alimentaria y juego patológico y otras adicciones del comportamiento. "Tenían actividad asistencial, investigación, docencia…" señala Susana Jiménez.
Los psicólogos empezaron a tener cada vez más papel en estas unidades "y, a partir de cierto momento, comenzamos a liderarlas". Jiménez enumera los datos del año pasado: 665 primeras vistas, 595 sesiones de evaluación psicológica, 6.109 visitas sucesivas y 468 sesiones grupales. "Estas unidades ya tenían mucha actividad" y estaban pidiendo ya un siguiente paso.
El servicio cuenta en total con diez psicólogos, tanto a tiempo completo como parcial, y un estudiante PIR. Realizan interconsultas, atención a los pacientes ingresados, colaboran con programas específicos para enfermos de trasplante renal, endocrinos, etc. No es algo que les fuera ajeno pero "lo innovador es que todo esto se hace como servicio independiente".
Raquel Cuevas recalca el hecho de que, en general, el hospital es un espacio muy hostil para un paciente. "Si hay una estancia larga pueden ocurrir trastornos adaptativos". Incluso problemas aparentemente triviales pueden acabar en complicaciones indeseables.
"Hacemos interconsultas del tipo que un paciente se niega a comer, y en la exploración te explica que su última experiencia comiendo fue muy dolorosa, que acabó en la UCI por una pancreatitis; entonces no es que se niegue, sino que tiene miedo".
La psicóloga, que también es responsable del equipo del Hospital de Día Sant Jordi, donde atienden a pacientes con problemas de memoria como consecuencia de un daño cerebral adquirido, explica que cuando empezaron como unidad hacían entre 100 y 200 interconsultas anuales. En cinco años pasaron a ser 2.000, "somos el segundo servicio con más demanda tras Dermatología".
En este aumento de la demanda ha jugado un papel fundamental la pandemia. Los tres psicólogos reconocen que su impacto y el posterior debate sobre la salud mental ha visibilizado el valor de los psicólogos en todos los ámbitos sanitarios.
"Trabajábamos de lunes a domingo", recuerda Cuevas. "El equipo médico vio la necesidad de acompañar a las famillias, de ayudarles en el momento de la muerte, a adaptarse a la incertidumbre que representó todo aquello".
Susana Jiménez considera que, a partir de ese momento, la salud mental se empezó a entender de una manera más global, entendida como un bienestar emocional, la capacidad de resiliencia y el empoderamiento del paciente, "no tanto como la ausencia de patología mental".
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Por su parte, Antonio Cano señala que la pandemia supuso "un punto de inflexión, poniendo de manifiesto que el estrés nos afecta a todos, de alguna u otra manera. Lo hemos sufrido por distintas razones, hemos tenido más ansiedad, estábamos más irritables, necesitábamos hablar, salir con los demás, abrazarnos y comunicarnos".
Cano recuerda que la depresión es la primera causa de discapacidad en el mundo y las guías recomiendan la terapia cognitivo-conductual por delante de los psicofármacos y, "al no haber apenas psicólogos en atención clínica, eso significa que cualquier persona que tenga problemas acabará siendo medicalizada".
Jiménez abunda en ese tema. "Tanto si hay patología somática como otros problemas más emocionales, la intervención psicológica es el primer tratamiento que se tiene que aplicar, y por falta de profesionales y recursos no se está haciendo". Con el paso dado en Bellvitge y Granollers, queda menos para solventarlo.