"El presidente abrirá las sesiones a las 10 de la mañana desde el 1 de octubre hasta el 30 de abril y a las nueve desde el 1 de mayo hasta el 30 de septiembre". Este texto es un fragmento del primer reglamento que fue aprobado por las Cortes de Cádiz en 1810. Hace ya dos siglos, los organizadores de la Asamblea se dieron cuenta de que un simple cambio horario ajustaría mucho mejor las horas del sol a las de trabajo. ¿Y si eso lo hiciera todo el mundo? Fue precisamente lo que pasó en 1974, cuando España cambió por primera vez al horario de invierno. 50 años después de este gesto, nuestro país vuelve a enfrentarse un cambio de hora siempre polémico.
En la madrugada del sábado al domingo, a las tres serán las dos. Una horita más de sueño, pensarán los más dormilones. Pero la cosa no queda ahí. Lo que a priori es un simple gesto, lleva años inmerso en un cruento debate entre "cambio de hora sí, cambio de hora no". Los que defienden esta última premisa se escudan en que puede entrañar graves riesgos para la salud. Expertos en materia, en cambio, reconocen que el peligro no es tanto. Es más, incluso señalan que es necesario.
"El cambio es una molestia, pero te permite vivir con más comodidad", reconoce José María Martín Olalla, profesor de Física de la Universidad de Sevilla y firmante de una investigación que asevera que los estudios sobre daños graves a la salud y cambio de hora poseen un sesgo importante que impide que sean tomados como fuente fiable.
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"El cambio de hora es un problema de salud pequeño, pero si piensas que es algo inútil, cualquier efecto te va a parecer enorme", continúa el profesional. Tras el análisis de 13 investigaciones populares sobre los efectos perniciosos del fenómeno (accidentes cardiovasculares, isquémicos y de tráfico) comprobó que sólo se podía decir con seguridad que había un aumento del 5% con el canje hacia el horario de verano. Mientras, en la transición al otoño no se observó ningún incremento.
"El cambio de hora afecta a corto plazo. La adaptación será de uno o dos días, máximo una semana", detalla Elena Urrestarazu, especialista del departamento de Neurofisiología de la Clínica Universidad de Navarra. La médico explica que durante ese tiempo el organismo experimenta un desequilibrio en varios aspectos, aunque la mayoría de las personas irán poco a poco solventando el desajuste. Niños, personas mayores o con patologías son los que pueden llevar el proceso de una forma más ardua.
Pequeño mal, bien mayor
"Es normal que moleste el cambio de hora", concede Martín Olalla. La alteración no es inocua y él mismo confiesa haber sufrido en sus propias carnes el fastidio de perder o ganar esa hora. Si bien, coincidiendo con Urrestarazu, incide en que es algo "puntual", "de uno, dos o tres días". "Si no lo hiciéramos, tendríamos primero el problema de decidir con qué te quedas y eso es probablemente lo que ha motivado que ni Europa ni Estados Unidos haya podido avanzar", sentencia.
En 2018, tras una consulta pública, la Comisión Europea propuso abolir el cambio de hora en los estados miembros y quedarse con la de invierno o la de verano. En Estados Unidos, desde hace años, se vive una situación similar, con la diferencia de que en Europa está parado y al otro lado del charco, en marzo de 2022, dieron el primer paso legal para quedarse con la de verano. No obstante, todavía les queda camino por recorrer. Mientras que el Senado apuesta por el horario de verano, una carta reciente escrita por expertos del sueño del país les pedía que reconsiderasen la propuesta, pues "ignora la biología humana y los datos científicos".
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En España, la división es similar. Mientras que los datos del barómetro del CIS afirman que la mayoría de los ciudadanos se quedaría con el horario de verano, instituciones como la Sociedad Española del Sueño manifiestan que sería mejor el de invierno. Elena Urrestarazu comparte esta última opinión.
La cuestión de la latitud
"Quitar el cambio de hora sería posible si la Tierra no girara inclinada, si siempre amaneciera y anocheciera a la misma hora", incurre Martín Olalla. Grosso modo, lo que el cambio de hora viene a solventar es que, como en invierno amanece después, retrasemos la actividad una hora y despertemos más próximos al sol.
De hecho, el cambio que se hizo en 1974 coincide con la llegada de la crisis del petróleo y la necesidad de ahorrar energía. Cuanto más se ajustara la vida a las horas de luz que nos da el invierno, menos se gastaría. En el otro lado estacional, en el verano, como amanece antes, se adelanta la vida.
"Entiendo que haya gente que diga que en verano anochece después y es un problema para acostar a los niños, pero si mantuviéramos el horario de invierno, tendrían luz ya sobre las 6 de la mañana", incide el físico. "Tenemos cambio de hora porque tenemos estaciones, porque el invierno es diferente al verano, no porque nos guste cambiar la hora".
El caso de Chile sirve para apoyar esta línea argumental. En 2015, decidieron no hacer cambio de hora. Al año siguiente volvían al modelo de dos franjas horarias al año, excepto en la región de Magallanes. A falta de estudios científicos que hayan explorado los beneficios del cambio de hora en la salud y en la vida, esto puede servir como ejemplo.
En cualquier caso, para aquellos que experimenten molestias con el cambio de sueño, Urrestarazu recomienda que se empiece la adaptación los días previos. Así el desajuste será mucho más leve: "Cuatro o cinco días antes, que cambien un cuarto de hora el patrón de sueño".