Más de doce años es lo que separan las expectativas vitales con buena salud de los navarros y los ceutíes. La esperanza de vida saludable al nacer en España es de 79,4 años, por debajo de los 83,2 años que nos colocan en el podio de los países más longevos del mundo.
Es decir, que nuestros últimos cuatro años los vivimos con limitaciones funcionales o directamente discapacidad. Pero si bajamos hasta el nivel regional, las diferencias parecen abismales.
Los últimos datos publicados por el Ministerio de Sanidad son referidos a 2021, todavía en plena pandemia, pero muestran un repunte respecto a 2020. La esperanza de vida al nacer creció un año y algo menos lo hizo la expectativa de años vividos con salud (0,7 años, unos ocho meses y medio).
Sin embargo, esos años vividos con salud difieren entre comunidades autónomas. En lo alto están los 80,9 años de Navarra y Castilla-La Mancha (aunque la primera le saca un año y medio más de esperanza de vida a la segunda), los 80,8 de País Vasco y los 80,7 de Cataluña.
A la cola se sitúan, en cambio, los 77,8 años de la Comunidad Valenciana, los 77,7 de Murcia y, sobre todo, los 68,6 de Ceuta y Melilla (el informe las valora conjuntamente). Si la diferencia entre comunidades autónomas llega a ser de algo más de tres años en los extremos, si incluimos las ciudades autónomas se dispara hasta los 12,3 años.
"Es un indicador difícil de interpretar", afirma Salvador Peiró, investigador en salud pública de la Fundación para Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunitat Valenciana.
Tiene mucho que ver la composición edad-sexo de la población y, sobre todo, las condiciones de vida: "Sedentarismo, obesidad, tabaquismo, nutrición, exposición a riesgos diversos como los laborales, las condiciones de vivienda..."
Con todo, Peiró hace notar que hay más diferencias dentro de las mismas comunidades e incluso entre barrios de una misma ciudad que entre las autonomías propiamente dichas. "Es mejor ver estas desigualdades en salud desde la perspectiva socioeconómica o de género que la regional. Es probable que un canario 'rico' y 'educado' viva en buena salud mucho más que un riojano 'pobre' o con 'fracaso escolar'".
Las demógrafas Elisenda Rentería y Pilar Zueras publicaron un estudio el año pasado donde analizaban los factores determinantes de esa esperanza de vida con calidad. Tomaron en cuenta variables como el PIB por habitante, la tasa de desempleo en mayores de 55 años, el número de médicos y enfermeras o el porcentaje de personas de más de 50 años con obesidad.
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La conclusión era clara. Aunque todas las variables influyen, la única que lo hace de forma significativa es el gasto sanitario público. "Gastar 800 euros por persona en salud pública se tradujo en, al menos, 1,5 años más de vida en buena salud a los 50 años para los hombres y 1,2 años para las mujeres", explican en su artículo, publicado en la revista Perspectives Demogràfiques.
Más allá de la foto fija de 2021, la evolución de la esperanza de vida saludable en los 15 años anteriores también da pistas sobre la situación de cada región. Entre 2006 y 2021, la esperanza de vida con salud de los españoles creció 2,1 años. Las diferencias entre autonomías son mayores aún.
Así, Extremadura ha crecido 4,5 años, Baleares 4 años y Navarra lo ha hecho 3,3 años. Cantabria es la única comunidad que ha visto bajar —ligeramente— su esperanza de vida saludable (0,6 años) y, de nuevo, Ceuta y Melilla se sitúan en el vagón de cola: en 2021 la vida con salud de sus habitantes era tres años menor que a principios de siglo.
Julián Domínguez, portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública y Gestión Sanitaria, no ve claras las razones de esa reducción cántabra pero en el caso ceutí "puedo dar clarísimas razones". No en vano es jefe del Servicio de Medicina Preventiva, Salud Pública y Riesgos Laborales del Área Sanitaria de Ceuta y sabe de lo que habla.
"Tenemos un déficit de recursos en salud pública importante y una falta de recursos en la asistencia sanitaria", apunta. No en vano, recuerda que "las huelgas médicas más largas de la historia de España están en Ceuta y Melilla".
La raíz, sostiene, está en que las competencias de salud pública y de asistencia sanitaria pertenecen a administraciones distintas. La primera es local y la segunda todavía depende de la Administración Central del Estado a través del Ingesa (Instituto Nacional de Gestión Sanitaria).
Tiene palos para dar a ambas. En salud pública no hay una estructura desarrollada que le permita ser eficaz. "No existe ni una norma que regule la salud pública a nivel local desde que en 1995 se transfirieron las competencias". En la asistencia, muchas especialidades solo tienen un médico (el mínimo deberían ser dos porque, cuando ese médico se va de vacaciones, el servicio queda desatendido).
Domínguez explica los indicadores de esperanza de vida se basan más en características de la población más que en su sistema sanitario, pero en el caso de las ciudades autónomas la precariedad contribuye a ese abismo con el resto de regiones.
No se trata de médicos mal pagados. "En Ceuta y Melilla se gana más dinero, pero las condiciones de trabajo y las de las ciudades... Tienen una serie de problemas como la carestía de la vivienda. Son ciudades que, en estos momentos, tienen una situación decadente que hacen que no exista un desarrollo económico y unas condiciones o calidad de vida que se tenían en otros tiempos".
El sistema de salud cuenta
El preventivista señala que, por lo general, son los estilos de vida (sedentarismo, tabaco, obesidad) los que influyen en la esperanza de vida y, luego, hay una pequeña parte que habla de los sistemas de salud. "Cuando la primaria y la salud pública funcionan bien, los estilos de vida mejoran y, consecuentemente, tienes una mejora en los indicadores de salud y en la esperanza de vida".
El cardiólogo Manuel Anguita cuantifica el peso de la atención sanitaria en la esperanza de vida: "En torno al 20-25%", apunta a EL ESPAÑOL. Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte y su atención influye en las expectativas de la población.
La Sociedad Española de Cardiología (de la que Anguita es presidente de honor) lleva 15 años realizando un estudio de la calidad de la atención sanitaria cardiovascular según la región. "En infarto de miocardio e insuficiencia cardíaca, las principales causas de muerte cardiovascular, hay diferencias muy importantes entre comunidades que no han cambiado en estos 15 años y coinciden con los datos de esperanza de vida".
El médico, jefe de Cardiología del Hospital Reina Sofía de Córdoba, explica que hay un gradiente norte-sur y otro este-oeste que resumen esas diferencias. "Las comunidades con peores indicadores son las del sur y este de España, como Andalucía, Comunidad Valenciana o Murcia".
En su comunidad, por ejemplo, "hay menos camas [hospitalarias] por 100.000 habitantes, menos cardiólogos y menos inversión sanitaria sobre el PIB". Esa inversión es uno de los pilares para mejorar los indicadores. Pero siempre quedará la desigualdad: puede haber muchos profesionales pero si hay paro o salarios bajos "habrá baja educación sanitaria y más obesidad".
Con todo, Anguita quiere dejar un mensaje positivo. "En España se vive muy bien y el sistema sanitario español, con sus déficits, funciona bastante bien. Otra cosa será la sostenibilidad y cómo mantener esto en el futuro".