Hace casi cuatro años que la Covid-19 llegó a nuestras vidas. Durante mucho tiempo se convirtió en una auténtica pesadilla que nos cambió para siempre. Se llevó a millones de personas en todo el mundo, cambió nuestros hábitos y dejó secuelas en buena parte de la población. Una de las más frecuentes es la pérdida del olfato.
Sin embargo, esas personas que desde que tuvieron el coronavirus no pueden oler nada, podrían tener ahora una solución para recuperar este sentido. Un equipo de investigadores ha conseguido restaurar por primera vez el olfato a un grupo reducido de pacientes con Covid persistente.
Este importante y casi milagroso hallazgo se consigue a través de un nuevo método que será presentado la próxima semana en la reunión anual de la Sociedad Radiológica de Norteamérica. Este tratamiento incluye la administración de una inyección.
Un tratamiento para recuperar el olfato en 10 minutos
La parosmia es el trastorno que sufre el sentido del olfato y por el cual deja de funcionar correctamente. Esta afección es uno de los síntomas más habituales de las personas que han sufrido alguna vez Covid-19. Alrededor del 60% de las personas que han padecido esta enfermedad ha perdido este sentido en algún momento.
Aunque la mayoría de estos pacientes conseguía recuperar el olfato, en un buen número de casos identificados como Covid persistente, este síntoma se extendía en el tiempo. Algunos de ellos incluso no conseguían recuperarlo nunca. Esta situación afecta directamente a su apetito y, por consiguiente, a la calidad de vida.
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Adam C. Zoga, profesor en el Jefferson Health de Filadelfia, en Pensilvania, es el autor principal de este estudio e indica que "la parosmia poscovid es frecuente y cada vez más reconocida" y que "los pacientes pueden desarrollar aversión por alimentos y bebidas que antes disfrutaban".
Una de las peores consecuencias de sufrir parosmia es desarrollar otro fenómeno como la fantosmia, que consiste en detectar olores que realmente no existen. Dentro de las múltiples pruebas que se han hecho, el equipo de Adam C. Zoga estudió la vía de bloquear los ganglios estrellados.
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Estos ganglios forman parte del sistema nervioso autónomo que regula procesos involuntarios como la frecuencia cardiaca, la tensión arterial, la respiración y la digestión. Además, son nervios situados a ambos lados del cuello que envían determinadas señales a la cabeza, el cuello, los brazos y una parte del tórax.
El tratamiento consistía en el bloqueo de este ganglio inyectando un analgésico directamente en un lado del cuello para así estimular el sistema nervioso autónomo regional. Seguramente, uno de los aspectos más llamativos de este tratamiento es que dura menos de 10 minutos.
Se trata de un procedimiento que es mínimamente invasivo y que no requiere sedación ni analgesia. Ya se ha utilizado para diversas afecciones como cefaleas, dolor de miembro fantasma, síndromes de Raynaud y Meniere, anginas de pecho y arritmias cardiacas. "La parosmia se ha descrito anteriormente como un trastorno poco frecuente que se produce tras traumatismos cerebrales, cirugía cerebral, ictus, síndromes víricos y con algunos tumores de cabeza y cuello".
"No estábamos totalmente seguros de que el procedimiento funcionara para la parosmia". El estudio trabajó con 54 pacientes que sufrían este trastorno tras haber dado positivo en Covid-19 y en los que habían fracasado otras terapias. Se les sometió a un seguimiento y mediante una tomografía computarizada, los científicos colocaron una aguja en la base del cuello para aplicar la inyección en el ganglio estrellado. Después se completaba añadiendo una pequeña dosis de corticosteroide al anestésico.
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"El paciente inicial tuvo un resultado tremendamente positivo, casi de inmediato, con una mejoría continuada hasta el punto de la resolución de los síntomas a las cuatro semanas". 22 pacientes mejoraron los síntomas en unos días y de estos 22, 18 informaron de una mejoría progresiva significativa un mes después. A los tres meses, se produjo una mejora media de los síntomas del 49% entre esos pacientes.
Un grupo de 26 pacientes regresaron para recibir una segunda inyección en el otro lado del cuello seis semanas después. Sin embargo, esa segunda inyección no fue eficaz en aquellos pacientes cuya primera dosis no les había reportado ningún beneficio. Hasta la fecha, todos los tratamientos similares habían fracasado, pero este ha demostrado resultados positivos y sin efectos adversos.