Un ruido detiene al instante el tiempo y a través de la pupila del protagonista presenciamos el recuerdo que ha irrumpido en su cabeza. Cuando vuelve en sí, está paralizado, aterrado y el sudor gotea por su frente. Muchas de las referencias que tenemos sobre los traumas proceden del cine y, aunque cualquiera prefiere esta situación a vivir con uno de ellos, es inevitable que hayan permeado en nosotros mitos y tópicos que no se ajustan del todo a esta incómoda realidad. Uno típico es pensar que sólo quienes han presenciado escenas horrendas pueden tener un trauma.
También existen los microtraumas, que la psiquiatra Rosa Molina compara con las semillas de un kiwi: "apenas perceptibles en comparación con la pulpa suculenta que las rodea", pero que "pueden influir en la textura y sabor de la fruta". Esta doctora de la sanidad pública madrileña repite como autora con su nuevo libro Tus microtraumas (Paidós, 2023), que pretende ayudarnos a identificar las huellas de nuestro pasado para que no condicionen nuestro presente.
Eclipsados por los traumas de alto voltaje —los casos más graves y a los que hemos dado más bombo—, nuestros microtraumas pasan desapercibidos, se acumulan y moldean la manera en la que nos comportamos y nos relacionamos con los demás. Molina cuenta que, en realidad, estos microtraumas son un tema muy sensible, que conviene no trivializar y que, por supuesto, este libro "no puede sustituir el trabajo individual con un profesional especializado". La experta también aporta algo de esperanza: todas las personas con traumas pueden superarlos y vivir una vida plena después de él.
La primera pregunta es obligada, ¿qué diferencia a un trauma, tal y como lo conocemos, de uno de estos microtraumas?
Un trauma es una situación adversa que amenaza nuestra vida y nuestra integridad, tiene un carácter inenarrable y daña la manera en la que la persona ve el mundo. Cuando tenemos un trauma aparece una fractura y empezamos a sentirnos vulnerables y frágiles. Las situaciones que desencadenan microtraumas pueden pasar más desapercibidas porque probablemente no amenazan la vida ni la integridad. Un acoso laboral puede no poner en riesgo mi vida, pero sí puede dar lugar a un trastorno de estrés postraumático equivalente al trauma mayor.
¿Todos tenemos microtraumas?
Pienso que todos nos hemos enfrentado a situaciones que pueden disparar un microtrauma, pero que llegue a desarrollarse depende de factores. Ante un mismo evento se puede reaccionar de muchas maneras. Cuando tuvieron lugar los atentados del 11-S en Estados Unidos se anticipó que habrían muchos casos de estrés postraumático, pero como dice Carmelo Vázquez, que es profesor de Psicología en la Universidad Complutense, esta no fue la realidad. La gran mayoría tuvo un período de estrés agudo, pero con el tiempo sólo un pequeño grupo, alrededor del 10%, llegó a desarrollar un trastorno.
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No hay que poner el foco tanto en la vulnerabilidad del ser humano porque, en realidad, nos caracteriza la resiliencia. Hay quien, incluso, experimentó con el tiempo emociones positivas, como el sentimiento de pertenencia a un grupo. ¿Por qué se desarrollan unos traumas y otros no? Depende de los factores de vulnerabilidad, algunos se pueden heredar genéticamente y también aprenderse. Además, es importante el momento vital por el que pasa una persona cuando vive esa situación, su red de apoyos, el entorno es muy importante.
¿Del trauma se aprende? ¿Podemos evitar traumas con la experiencia?
De toda experiencia adversa o traumática sale un aprendizaje y, evidentemente, si salimos airosos de otras anteriores ganamos unas tablas. Con 40 años has vivido más que una persona de 18 años y esto puede darte unas herramientas. Pero hay que tener cuidado con la típica frase de 'siempre hay algo positivo que sacar' porque puede ser muy dañina. A veces no hay nada positivo que sacar, es algo doloroso, injusto y que hubiera sido mejor que no hubiera pasado. Eso sí, siempre se puede avanzar y recuperarse. Todo el mundo puede recuperarse, no hay que pensar que esto se va a quedar siempre y que la vida será ya insatisfactoria.
¿Cómo crees que ha representado el cine al trauma?
Como en muchos trastornos de salud mental, hay una sobreexposición de algunos puntos clave, también porque los demás son más difíciles de representar. Se ha enseñado más habitualmente el gran trauma, el que llamo de alto voltaje y han quedado aparte los más sutiles. Pero, ¿qué vemos de la esquizofrenia? Pues delirios, alucinaciones... síntomas más fáciles de representar que un embotamiento afectivo, una abulia o una anhedonia.
También hay un problema con la manera en la que nos referimos comúnmente al trauma y, sobre todo, en redes sociales. Todo parece ser trauma porque se banaliza la palabra: 'mi novio me ha dejado y me ha dejado traumatizada'. Pasa lo mismo que con la palabra bipolar o depresión.
También circula el mito de que el trauma es algo exclusivo de la infancia, ¿pero puede suceder fuera de esta etapa de la vida?
Sí, también puede aparecer a lo largo de la vida. Parece más comprensible el trauma de la infancia porque nos marca y configura el cerebro. Cuando sucede en esta etapa, el cerebro está en pleno desarrollo y puede determinar cómo se va a relacionar el niño. Un trauma se puede producir en un adulto, pero en esta situación se observa como una fractura: llega la vulnerabilidad, la desconfianza, la sensación de inseguridad. Puede ocurrir en cualquiera de las dos etapas.
Tratar el trauma en consulta es complejo...
Sí, algunos autores dicen que mientras el pasado lo transformas cada vez que lo evocas, se aleja del recuerdo inicial, el trauma permanece congelado. Esto pasa con muchos traumas, pero no con todos. A veces el trauma está fragmentado en pequeñas cajas que se encuentran en nuestra cabeza y que nos cuesta integrar en nuestra narrativa. A veces aparece la amnesia y otras la disociación. Este libro no viene a sustituir la terapia, necesitamos un experto porque el trauma es complejo.
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Otra cosa que se dice mucho a las personas con trauma es que lo cuenten todo. Hay veces que no hay que empezar por ahí. En esos casos, nos centramos en los síntomas y en los comportamientos, en cómo se relaciona esa persona, si genera relaciones de dependencia, y ya después vamos hacia atrás, hacia el trauma. Ahora bien, se puede abordar de muchas maneras, desde la terapia grupal hasta el EMDR.
Sobre esta búsqueda del trauma, ¿crees que hay psicólogos que han abusado de ello? ¿Hay pacientes que han ido a consulta por un malestar y la terapia se ha centrado demasiado en explorar el pasado?
Esto es pura especulación, pero creo que es ahora cuando se habla más de trauma entre los profesionales. Antes no lo veíamos tan fácilmente y ahora se ha desarrollado mucho el conocimiento sobre el apego. Igual es un sesgo propio, pero creo que ahora es más frecuente que se hable de los traumas.
Muchas personas no saben identificar que tienen un trauma. Te pongo un ejemplo un poco bestia que explico en mi libro: la típica persona que te dice 'a mí de pequeño me daban palizas y me dejaban solo y mira qué bien he salido', pero luego son personas que generan relaciones de dependencia con todas sus parejas. Este tipo de persona no es consciente de que un trauma ha dado forma a cómo se relaciona. Piensa que le puede abandonar su pareja, es muy celosa y cualquier señal la interpreta como un aviso de abandono. Detrás de este patrón repetitivo, hay un trauma.
Hablando del apego, es un tema que está centrando mucha atención entre los padres en internet, ¿es posible y deseable atender todas las necesidades de los hijos?
Se habla mucho del apego seguro, el apego en general es innato. Son los cuidados de los padres, que hacen sentir al hijo que el mundo es un lugar predecible y que puede encontrar ayuda. En ese entorno el niño se atreve a explorar, a amar y ser amado. Sembrar el apego seguro es preventivo frente al trauma, pero no evita el riesgo por completo. Se habla tanto de apego seguro que se ha instrumentalizado: es algo que nos viene de serie y parece que tenemos que aprenderlo de cero, como si fuéramos unos inútiles.
Ahora bien, hay cosas que si tenemos que saber. El apego seguro no es darle todo al niño y no corregirle. Poner límites es apego seguro, no le vas a crear una herida por eso. Lo que no hay que hacer es confundir los límites con el autoritarismo, los gritos y la violencia. Lo que pasa es que hay que tener paciencia, tienes que saber que el límite se lo vas a tener que poner cien veces. Hay quien dice que un niño sólo aprende con un tortazo, pero eso es hiperactivar su amígdala, que aprenda por miedo. El apego seguro es un campo fascinante, pero tenemos que aprender que no existen padres perfectos, sino suficientemente buenos. Ser sobreprotector también es malo, le mandas un mensaje al niño de que es un inútil.
¿Los traumas se superan o siempre queda un poso?
Hablamos más bien de recuperarse de un trauma. No siempre es posible, los traumas no condenan nuestra vida, a veces nos recuperamos con apoyo de nuestros amigos y familias, otras necesitamos pedir ayuda. La herramienta más importante de un trabajador de la salud es la palabra por delante de cualquier otra. La gente se recupera, aunque puede ser un proceso lento. Recuperarse es ser capaz de expresar verbalmente y no verbalmente nuestros sentimientos, ser capaz de transformar nuestras vivencias del pasado en recuerdos que no nos sobrepasen, que no nos desborden y volver a tomar conciencia de ocupar el asiento del conductor de nuestra vida.